Historia secreta de un fallo
Entretelones de una sentencia histórica que llegó a buen puerto para el Perú, incluso superando la oposición del presidente del tribunal. Ahora viene el camino de su ejecución.
A las 10 y 32 de la noche del 27 de enero -7 horas más que en Lima-, un correo del cartógrafo Scott Edmonds apareció en los inbox de los miembros del equipo. El archivo adjunto del oriundo de Maryland lo ponía todo en blanco y negro: “The map!”.
Un total de 21,928 kilómetros cuadrados del llamado triángulo interior (el 57.3% del total) y el 100% de los 28,356 kilómetros cuadrados del triángulo exterior le correspondían ahora al Perú: 50,284 km2. El equivalente al departamento de San Martín o el doble del territorio belga.
El último capítulo de esa larga historia había comenzado apenas esa mañana.
José Antonio García Belaunde bajó a desayunar al comedor del hotel a las 8 de la mañana. Afuera el frío era de 5 grados. Al excanciller se le unieron la consejera Marisol Agüero y el jurista Roberto McLean. Media hora más tarde llegó el embajador y también exministro Manuel Rodríguez Cuadros. A las nueve se les sumó el otro excanciller, Eduardo Ferrero.
El agente Allan Wagner desayunaba en la residencia de La Haya.
Una certidumbre seguía instalada entre el equipo peruano, horas antes de la lectura del fallo crucial. El juez ad hoc designado por Chile en la Corte Internacional de Justicia, Francisco Orrego Vicuña, tenía que haber filtrado información sobre el fallo al gobierno de su país.
Entre los enviados de prensa chilenos ya era moneda corriente que la CIJ definiría el Hito 1 -contrariamente al Punto Concordia reclamado por el Perú- como el inicio de la frontera marítima.
Y al menos desde mediados del año pasado (CARETAS 2291 – La Haya Hora Clave) se comentaba con insistencia que la solución propuesta por el máximo tribunal del orbe podía involucrar el reconocimiento del paralelo defendido por Chile hasta cierto punto, para luego abrir la línea a la equidistancia del actual derecho consuetudinario en el que el Perú basó su demanda.
Eso pasó exactamente, como lo descubrieron durante los 122 minutos de la lectura televisada de las conclusiones de la sentencia que hizo el presidente del tribunal, Peter Tomka.
Wagner le había pedido al equipo peruano evitar cualquier expresión gestual durante la transmisión, pero lo cierto es que en un principio cundió cierta decepción por la prolongación del paralelo en 80 millas, lo que se establece en la “evidencia relevante presentada a la Corte” (parágrafo 151) y que tiene que ver con la actividad pesquera de mediados del siglo pasado y factores estacionales de las corrientes marítimas. En la baraja de la especulación fueron mencionadas 12, 20 y hasta 30 millas.
En resumen, un statu quo mantenido para el mar trunco de Tacna y la pesca -tanto artesanal como anchovetera-, pero con la posibilidad de desarrollarla en la variante de altura en la gran extensión asignada al Perú.
Cierta decepción que, a la hora de voltear la tortilla, fue mucho más honda en Chile, donde se hubiera querido que el paralelo vaya hasta las 200 millas.
En cambio, el pool internacional de abogados encabezado por el francés Alain Pellet se mostró en un ánimo mucho más positivo.
“Todos ellos creen que se consiguió mucho más de lo que se esperaba”, confiesa García Belaunde.
Terminó la lectura y Wagner se despidió con un fuerte abrazo del agente chileno Alberto Von Klaveren.
“Siempre dije que esto era una controversia, no un pleito”, explicó el excanciller a CARETAS. “Soy su amigo desde hace más de 20 años”.
Wagner tuvo una sobria actuación en espera de la intervención del presidente Ollanta Humala en Lima. Gracias a dos pantallas gigantes dispuestas a la entrada de Palacio de Gobierno, en la lejana Plaza de Armas retumbaban la voz de Tomka y su traducción simultánea.
En La Haya no hubo brindis celebratorio. Debieron esperar la intervención del presidente -que recibió los cálculos iniciales de mar ganado de un equipo de la Marina de Guerra- y luego de un bufet frío dispuesto en el hotel acompañaron por microondas la conferencia de prensa que ofreció la ministra Eda Rivas.
Eran casi las dos de la mañana y el recepcionista del hotel todavía saludaba en neerlandés a los peruanos que llamaban de larga distancia.
El fallo era un motivo de celebración. Pero los documentos revelan que su parto fue tan dramático como silencioso.
Tomka vs. Sepúlveda
La particular fisonomía del eslovaco Tomka, que parece dibujada por la imaginación de Tolkien, se convirtió en una presencia familiar para los peruanos.
Y resulta irónico que quien leyera un texto tan trascendente para los intereses históricos del Perú fuera el principal contradictor de su contenido.
Tomka se muestra de acuerdo en iniciar el límite con el paralelo en el Hito 1. Pero en los anexos de la sentencia incluye una declaración en la que termina por alinear su posición totalmente con la de Chile:
“El presidente Tomka considera que el texto y la historia de la negociación de la declaración de Santiago de 1952, así como también las actas domésticas de las partes, apoyan la conclusión que el límite marítimo acordado se extiende hasta las 200 millas náuticas”.
En este caso, Tomka estuvo en contra del concepto mismo de equidistancia.
El fallo presenta el voto de la sala sobre cinco materias: 1) iniciar el límite con el paralelo (15 a 1), 2) comenzar en el Hito 1 (15 a 1), 3) extenderlo por 80 millas (10 a 6, con Tomka en la minoría), 4) trazar a partir de ahí la equidistancia hasta las 200 millas (10 a 6, con la misma distribución del voto del punto anterior) y 5) no pronunciarse sobre el pedido peruano de hacer explícito su dominio sobre el triángulo exterior, pues ya se incluye en el nuevo mapa (15 a 1, que fue el solitario voto de Orrego Vicuña).
Las opiniones discrepantes anexas completan, sin embargo, lo que fue un debate mucho más profundo.
La narrativa del fallo establece que, si bien los documentos de 1947 y 1952 no constituyen acuerdos limítrofes, sí presentan elementos en dirección a establecer uno, lo que se materializa en el “acuerdo tácito” del breve “convenio sobre zona especial fronteriza marítima” del 4 de diciembre de 1954, que menciona el “paralelo que constituye el límite marítimo entre los dos países”.
Si bien esa frase siempre fue el talón de Aquiles del caso peruano, las deliberaciones reflejan la gran complejidad discutida a puertas cerradas.
El vicepresidente del tribunal, el mexicano Bernardo Sepúlveda Amor, se pone en las antípodas de Tomka y expresa “serias reservas con respecto a razonamiento de la Corte en apoyo a la existencia de un acuerdo tácito de delimitación marítima”.
El jurista incluso “teme” que esta aproximación sea interpretada como un retroceso del “estándar de prueba” definido como jurisprudencia en otro caso, el de Nicaragua versus Honduras.
Esta división explica por qué la elaboración del dictamen tomó tanto tiempo, pues ya en julio del año pasado había trascendido el retraso.
El procedimiento establece que el presidente dirige el comité de redacción, siempre y cuando se identifique con la tendencia mayoritaria expresada en los informes individuales de los jueces.
Dada la posición de Tomka, fue Sepúlveda Amor quien cumplió ese papel. Y sus “serias reservas” dan cuenta que incluso así debió calibrar sus votos para sacar el fallo adelante al frente del bloque mayoritario de diez magistrados.
En el caso de Colombia – Nicaragua el fallo de La Haya fue por unanimidad, incluso con el voto de los jueces ad hoc.
Y no tiene precedentes en los ambientes de la Corte que un país haya obtenido el 75% de su demanda, como ocurrió aquí.
Conseguida la sentencia tan largamente esperada, los próximos días definirán el rumbo de su implementación.
Hora de acatar
Tanto Humala como el presidente chileno Sebastián Piñera, acompañado por su electa sucesora Michelle Bachelet, confirmaron su viaje a la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en La Habana, donde tenían previsto encontrarse el miércoles 29.
Un encuentro clave, por cierto.
El acatamiento de la sentencia ha sido garantizado tanto por Piñera como Bachelet. El primero sostuvo que su país “cumplirá y exigirá el cumplimiento” del fallo pero añadió que la implementación deberá ser “gradual y requerirá de acuerdos entre las partes”.
El primer ministro peruano César Villanueva fue al grano y respondió el martes 28 que “hay que hacer cotejos y coordinaciones con ellos (los chilenos), pero no negociaciones ni formación de comisiones”.
Aclaró que “podemos tomar posesión desde ahora mismo”.
El fallo no dictó las coordenadas del límite marítimo, pero fijó sus extremos: el A (donde termina la línea del paralelo en las 80 millas), el B (donde termina la línea de equidistancia entre ambas costas que va desde el punto A hasta el final de las 200 millas chilenas) y el C (donde las 200 millas del Perú y Chile se interceptan).
Por definición, el trazo de la línea de equidistancia entre el punto A y B son los puntos más cercanos a la costa de ambos países. La metodología fue determinada por la Corte, en base apuntos contribuyentes en la costa de ambos países, identificados en las líneas de base del Perú (2005) y Chile (1997): dos en la costa peruana, y cinco en la costa chilena.
En el caso peruano, se trata de Punta Coles y Punta Lomas, en Ica, ubicados a no menos de 80 millas del Hito 1. En el caso de Chile, los puntos contribuyentes son cuatro. No es necesario inventar la pólvora para trazarla. Existe software como Carislots o Argis. “No es un trabajo de meses ni de horas, sino de días”, explicó el capitán de navío Colver Ruiz, director de Comunicaciones de la Armada Peruana.
El almirante ( r ) Carlos Gamarra, quien fuera parte del comité consultivo del equipo peruano y antes del fallo fue designado como parte de una “discreta” comisión binacional para la ejecución del fallo (cuya existencia fue revelada en CARETAS 2287, lo que provocó un pequeño incidente diplomático), ha explicado que “la geodesia permite definir con claridad y exactitud y sin incertidumbre para ninguno de los dos lados, cuál es la línea y cómo se traza”, abundó.
“El ejercicio de los derechos soberanos no está sujeto a coordenadas precisas”, añade Wagner. “No condiciona el disfrute de nuestros derechos”.
El dictamen de La Haya requerirá adecuar las líneas base de ambos países, cuya aprobación en los respectivos parlamentos puede tomar cierto tiempo.
“Pero todo lo que sea la adecuación legislativa es para mantener un buen orden administrativo. No condiciona su vigencia”, advierte.
¿Entonces por qué hay señales de pies que se comienzan a arrastrar?
Señales de alerta
Al recibir de Wagner el original del fallo el martes 28 por la noche en Palacio, Humala destacó que la decisión “fortalece nuestros lazos de hermandad” y que se “ha impuesto el paradigma de la paz… bajo el signo del respeto mutuo y la integración”.
En cambio, Piñera fue innecesariamente provocador al aseverar que “la confirmación por parte de la Corte, de que la frontera marítima comienza en el paralelo del Hito 1, ratifica el dominio chileno del triángulo terrestre respectivo”.
Nada tiene que ver el fallo de La Haya con límites terrestres plenamente establecidos. El diario chileno La Segunda adelantó que para ejecutar el fallo Piñera pediría que el Perú reconozca que ese “triángulo terrestre” (originado en la distancia de unos 260 metros entre el Hito 1 y el Punto Concordia) pertenece al vecino del sur.
Como lo explicó la ministra Eda Rivas, el fallo de La Haya determina una situación poco frecuente, que empero tiene otros 6 referentes en el mundo: el de una pequeña “costa seca”, en este caso de tierra peruana y mar chileno.
El canciller chileno Alfredo Moreno declaró que además será necesario “acomodar la ley minera, la ley de pesca y adecuar el derecho peruano a la Convención del Mar, de la cual no forma parte”.
También informó al Senado y la Cámara de Diputados que Chile exigirá al Perú libertades de navegación y aeronavegación en la zona en cuestión.
Reveló que coordinará con su ya designado sucesor, Heraldo Muñoz, lo que da a entender que pretenderían prolongar la implementación hacia el próximo gobierno.
En una línea similar, Bachelet anunció que “trabajaré para que la sentencia sea implementada de manera gradual y concertada entre ambos países, velando por los intereses legítimos de Chile”.
La presidenta electa declaró que “esperamos que la República de Perú aplique este fallo conforme a las normas del Derecho del Mar, que se adopten las medidas, acciones legales y reglamentarias para perfeccionar o adaptar las normas internas a las prescripciones de la sentencia”.
Van Klaveren ya puso una peligrosa pica en Flandes con la supuesta “necesidad” de un cambio constitucional. La Carta Magna peruana se refiere al “dominio marítimo” sobre las 200 millas, lo que para el agente chileno “colisiona con los derechos de zona económica exclusiva que contempla la Convemar y que, en extensión de 21 mil kilómetros cuadrados, Chile debe ceder a Perú de acuerdo al fallo de La Haya”.
Si Chile condiciona el cumplimiento del fallo a una reforma constitucional en el Perú, corremos el riesgo de un engañoso entrampamiento.
Para justificar el limbo jurídico internacional en el que se ha metido al no aceptar el fallo de límites marítimos con Nicaragua, el gobierno colombiano de Juan Manuel Santos aduce que para modificar los límites, según la Constitución de ese país, debe celebrarse un tratado entre los dos países. Mientras tanto, el fallo ha sido declarado “inaplicable”.
Nicaragua tenía la opción de exigir el cumplimiento del fallo ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas pero optó en cambio por demandar nuevamente a Colombia en la CIJ.
La Convención de Viena sobre derecho de tratados es clara como este mar: ningún país puede alegar una norma de ordenamiento interno para incumplir el derecho internacional.
Es lógico que un fallo de esta naturaleza tenga también el feo sabor de un sapo que hay que tragar. Y es de esperar que esas luces de alerta sean, a la larga, apenas unas anchovetas perdidas en un inmenso mar.