John F. Kennedy (1917 – 1963)
Durante meses después de su muerte, la esposa del presidente Johh Kennedy, Jacqueline, juntó recuerdos y efectos personales del finado presidente para una exposición que se inauguró en Nueva York con el objeto de reunir fondos para construir la biblioteca Kennedy en la Universidad de Harvard. El presente texto fue escrito por la esposa del mandatario para la revista Life el 6 de julio de 1964, siete meses después de su asesinato ocurrido el 22 de noviembre de 1963 en Dallas, Texas, a sus 43 años de edad mientras asistía a un desfile político en un descapotable junto a su esposa Jacqueline.
“Estas son las cosas que espero muestren como era realmente”
Lo más difícil de todo fue escoger. Había cosas obvias, como su escritorio, el coco y la mecedora, que todos conocían y desearían ver, Pero, yo quería que la gente viera el lado personal del presidente, y tuve que deshacerme de algunos de nuestros mayores tesoros: las fotografías, los objetos y los libros que siempre guardábamos en casa. Estas son las cosas que espero muestren como era realmente.
Hemos tratado de llenar los espacios vacíos de la exposición con imágenes dinámicas –días felices de su niñez, con su familia… jugando con sus hijos en su despacho…fotos de la campaña electoral que muestran el atractivo que ejercía sobre la gente. No hay fotografías estáticas, ya que él nunca se estaba quieto.
Escribió las cartas más conmovedoras cuando era chico: una, en particular, en la que dice que podía no acordarse de sus guantes y otras posesiones materiales, pero que siempre se acordaba de libros como Ivanhoe. Esas cartas indican que todo cuanto floreció años después – amor a la literatura, a su país – estaba ya latente en él cuando todavía era muy joven.
Alguna gente no sabía lo mucho que él amaba las cosas antiguas, hermosas; pero lo cierto es que esa belleza y esa gracia es lo que más lo impresionaban. Le interesaba lo clásico, y aun después de ser elegido presidente, ¡me dio tantas y tan bellas esculturas que él mismo escogió! Sobre el escritorio de su despacho tenía una figurilla de “Heracles y la Piel del León” que compró en Roma en junio del año pasado. Es muy antigua (alrededor de 500ª. De J.C.) no tan bella como algunas otras piezas, pero a él le encantaba por ser más antigua que las demás.
Hay también la cabeza de un sátiro joven de los tiempos del Imperio Romano que me trajo de Roma, pensé que si esto se exhibía en alguna vitrina junta a las tallas de pájaros de la ribera de Cap Cod que yo le había regalado y que guardaba en su despacho, mostraría al público un aspecto del presidente raras veces visto, y que solo unas cuentas personas conocían.
Libros guardados en el Salón Oval
He agregado algunos libros que siempre guardaba en el Salón Oval de la Casa Blanca, los tenía ya cuando nos casamos, y también son indicio de lo que realmente le gustaba.
Hay libros que leyó y releyó acerca de estadistas norteamericanos como Clay, Calhoun, Webster, John Randolph y John Quicy Adams. Tengo esperanza de que la gente joven se interese en ver estos libros que tanto amaba el presidente, y que como él, lee la historia de su país.
Hay también un libro de poesía que fue de su hermana Eunice, pero que él leía con frecuencia y nunca le devolvió. Tomaba ese libro – y otros de poesía esparcidos por nuestras habitaciones- y lo leía para sí o recitaba el primer verso para ver si alguien sabía el resto. Le aburrían los versos sobre niños y le enseñó a Caroline dos breves poemas: Uno de Shakespeare y otro de Edna St. Vincent Millay. ¡Y los dos estuvieron tan orgullosos cuando ella los aprendió de memoria! El primero era:
Donde prende la abeja, allí prendo yo. Poso en la campañilla de una primavera. Allí me recojo cuando grita el bubo. Y el segundo: Las feas casas sobre la sólida roca se yerguen seguras: ¡Ven a ver mi resplandeciente palacio, sobre la arena!
Siempre le decía a Caroline que iba a citar ese poema en uno de sus discursos, Por fin lo hizo el 18 de octubre último.
Un grupo de la Fundación Nacional para la Conservación de Objetos Históricos fue invitado a tomar té en la Casa Blanca, y ya muy tarde, el presidente decidió entrar un momento a verlos. Les hizo un pequeño discurso improvisado, que termino con este verso: “…¡vengan a ver mi resplandeciente palacio sobre la arena!”. El grupo no pudo haber quedado más complacido con la invitación y con la forma en que fue expresada. Y Caroline tuvo la impresión de haber hecho un aporte tremendo. ¡Hubiera podido enseñarles tantas cosas más a sus hijos!
Sus hermanos y hermanas especialmente Bobby, ayudaron muchísimo a elegir las cosas que servían para mostrar a John Kennedy que nosotros conocimos. Me gustaría que cuando visiten la exposición salgan con la sensación de conocerlo un poquito mejor. Cambio nuestro mundo, y ojalá la gente se acuerde siempre de él y lo eche siempre de menos.
El asesinato
Las investigaciones de los servicios de inteligencia determinaron que el asesino, un ciudadano norteamericano que previamente había estado en Rusia, Lee Harvey Oswald, fue quien impacto contra la integridad del popular presidente norteamericano.
Sin embargo, después de la creación de la Comisión Warren ordenada por el presidente Lyndon B. Johnson el 29 de noviembre, presidida por el juez de la Suprema Corte Earl Warren—, concluyó que Oswald actuó solo, aunque el resultado del informe sigue siendo hasta hoy objeto de debate.