La bicicleta de Muhammad Ali

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Foto: El País

El mayor símbolo de Muhammad Ali en Louisville, su ciudad natal, no es un ring ni unos guantes de boxeo, sino una bicicleta infantil. A las puertas del antiguo gimnasio Columbia, en que Ali se inició en el boxeo, acuden peregrinos a rendir homenaje al objeto que propició la carrera fulgurante de uno de los grandes deportistas de la historia.

Ali se adentró en el boxeo tras el robo de su bicicleta frente al gimnasio Columbia. Era 1954 y Cassius Clay, como entonces se llamaba, tenía 12 años. Furioso, tras ver que su nueva bicicleta se había esfumado, el adolescente entró al gimnasio para denunciar el hurto. Ali encontró a Joe Martin, un agente de policía y entrenador de boxeo. Le dijo, según la leyenda, que quería vengarse del ladrón y Martin le respondió que primero debería aprender a luchar. En ese instante, su vida cambió para siempre: Martin introdujo a Ali en el mundo del boxeo.

El antiguo gimnasio fue vendido en 1963 y ahora es un centro estudiantil del campus de la Universidad Spalding, en el centro de Louisville (Kentucky). En los alrededores, hay dos iglesias, una biblioteca (en la que trabajó Ali de joven) y un edificio residencial moderno. Al margen de los visitantes, había la tarde de este jueves pocas personas. Se veían varios vagabundos deambulando.

Desde el domingo, a los dos días de la muerte de Ali a los 74 años, cuelga de una ventana de la fachada del gimnasio una pequeña bicicleta roja y blanca, el mismo modelo de la que le robaron al icono del boxeo y activista racial y político. La universidad ha colocado al lado un cartel con una de las famosas frases del deportista: “No cuentes los días, haz que los días cuenten”. La bandera del edificio está a media asta.

La bicicleta colgante, como otros puntos de la ciudad, es destino de peregrinaciones en Louisville, que ha recibido a miles de visitantes para seguir el viernes el entierro y funeral de Ali.

Con camisetas conmemorativas y amplias sonrisas, un grupo de adultos y adolescentes pide que alguien les tome una fotografía bajo la bicicleta. Han recorrido 850 kilómetros en coche desde Augusta (Georgia) a Louisville para despedir el viernes al “más grande”, cuyo féretro recorrerá las calles de esta ciudad. Les une la pasión por el boxeo: son los tres fundadores de una academia de boxeo y sus cuatro jóvenes boxeadores. Todos son afroamericanos, como Ali.

El deportista es su modelo. El objetivo del viaje es inculcar a los tres adolescentes la ambición y transversalidad del universo Ali. “Era más que un boxeador, era un gran humanista”, dice Chrie Talbert, una de las fundadores del gimnasio de Augusta, que lo describe sobre todo como un centro de “servicios comunitarios”. La pelea queda en un segundo plano.

Su hija Savannah ha acudido junto a ella a Louisville. Tiene 16 años y desde los 11 boxea. El año pasado terminó tercera en el campeonato estadounidense de boxeo de chicas de hasta 48 kilos de peso. Savannah dice que practicar boxeo le ha enseñado “autodisciplina” y la ha llevado a “trabajar duro en el colegio”. Minimiza los posibles riesgos para la salud de ese deporte: subraya que hay que saber cuándo parar. Y de Ali, destaca su lucha en los años sesenta por la igualdad de derechos de la población negra. Ve avances: dice que boxeando ella solo ha sufrido tensiones raciales con boxeadores hispanos, que asegura son los mayoritarios.

Frente al antiguo gimnasio, irrumpe una marcha ciclista. Unos 200 ciclistas, la mayoría blancos, se paran frente al edificio mientras corean ‘Muhammad Ali’. Es un recorrido en honor al boxeador por los lugares de la ciudad en que dejó impronta. “Ali lo es todo para Louisville”, dice uno de los ciclistas, Mike Blair, blanco de 64 años.