La imagen del hombre que habla con Dios

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Por qué son tan importantes los jóvenes para el nuevo jerarca de la Iglesia Católica. Su misión en la tierra y sus deseos de Santificación en las alturas.

Uno de las últimas reuniones que el Papa Francisco realizó en el Vaticano antes de emprender viaje al Brasil fue con su viejo amigo Julio Rimoldi para delinear acuerdos relacionados a la difusión de su imagen. Según cuentan quienes se encontraban en esa reunión, Francisco ordenó a los mozos champagne para celebrar el cumpleaños de una persona que el Papa considera fundamental para neutralizar o al menos intentar neutralizar, la difusión de la buena imagen que el Sumo Pontífice está regalando al mundo entero.  El argentino Julio Rimoldi, es director del Canal 21 del Arzobispado de Buenos Aires y colaborador cercano de Bergoglio desde hace más de dos décadas. Un detalle para tomar en cuenta es que ese almuerzo íntimo tuvo lugar en Santa Marta, austero lugar donde reside el Papa y no en los ampulosos comedores de la Curia que por lo general  están infestados de intrigas.

La reunión tenía varios significados. Desde que el Sumo Pontífice se ha hecho cargo del papado ha tratado de ordenar la casa mayor de la Iglesia Católica con mensajes que habían dejado de escucharse y que habían vuelto bastante monótono el reinado del sucesor de Pedro. Más allá de los ruidos por escándalos, Francisco debe con frecuencia recurrir a amigos muy próximos que no se encuentran en el Vaticano para compartir sus preocupaciones. Y aunque no se crea una de estas preocupaciones es precisamente el cuidado de su imagen aunque se comente con insistencia en el mundo cristiano que es uno de los temas seculares que menos le interesa a Bergoglio.

Creen él y sus allegados, que desde que se ha hecho cargo del puesto más alto de la Iglesia  Católica se ha generado una sobreexposición de su imagen con el fin de perjudicarlo; es decir, que todo el ruido que se hace en torno a su humilde personalidad es preparado para aniquilar su obra. Los lineamientos casi radicales son la vigorosa y paulatina acumulación de cambios que se quiera o no irán afectado la forma como se concibe la relación con la curia romana. En lo profundo, la llegada de Francisco al Vaticano está comenzando a incomodar a grupos poderosos que existen dentro de la propia iglesia que además de no querer perder el poder de actuar libremente como lo habían hecho hasta ahora, corren el peligro de cosas peores.

Para poner algunos ejemplos: el Papa ha abierto una profunda investigación sobre el manejo de las cuentas en el Banco Vaticano. Ya hay implicados en corrupción por el manejo nada transparente de las cuentas de la Curia y hay quienes no quieren que la caja se siga abriendo porque podría afectar sus intereses. Otro de los escándalo tiene relación con la parte gay. La presión del lobby gay es mucho más fuerte de lo que se imaginaba en propio Bergoglio. Uno de ellos acaba de estallar en Europa convirtiéndose en el primer escándalo que amenaza con manchar la imagen un Papa hasta ahora impoluto.

Omar Bello, el filósofo que más conoce al Sumo Pontífice y autor del libro “El verdadero Francisco”, reveló hace poco el pensamiento íntimo del Papa sobre los peligros que acechan en los palacios del Vaticano: el miedo a un atentado, no solo en lugares públicos sino en la privacidad de sus habitaciones; el exceso de popularidad y de fama -que sus rivales alientan- y que el Papa cree que pueden dañar su figura reduciéndolo a un fenómeno de marketing moderno; su intención de terminar con “la era del ocultamiento” -así lo define él- investigando patrimonios y lujos de la curia romana. Las personas que lo quieren mucho le piden que se cuide. Y Francisco sabe que debe tomar recaudos en varios frentes.

Y no estamos hablando de especulaciones. El momento tan temido llegó antes de lo esperado. El obispo Battista Ricca, designado hace dos meses como hombre de confianza del Papa en el Banco Vaticano aparece implicado en un escándalo homosexual que comenzó en Uruguay en 1999. Lo curioso es que, en el momento de hacer el nombramiento, nadie le advirtió al Papa sobre ese antecedente. El episodio constituye una evidente declaración de guerra. ¿El lobby gay quiso cuestionar su autoridad o sus enemigos le hicieron una zancadilla para ridiculizarlo? ¿Empujaron el nombramiento para luego denunciar el escándalo y colocar al Papa en situación insostenible?

“Estoy bien…. pero estoy solo”, habría dicho Francisco a uno de sus allegados.  Las cavilaciones del Papa empezaron a tomar forma terrena. El estilo de Bergoglio es diametralmente opuesto a la figura que todos se habían hecho de la clásica imagen del Sumo Pontífice, al menos hace unos 30 años. Intocable y ejerciendo el papado hasta casi entrada la muerte; lejano a los problemas internos del Vaticano, perdiendo fieles como torrentes de agua y postrado en las imágines de la estampita papal que lo hacía venerable a los ojos de una multitud  plegada a la tradición milenaria de la Iglesia Católica, pero ausente de los reales problemas que corroían los ambientes sacrosantos del catolicismo. El cambio los ha sacudido a todos.

Varios periódicos han señalado que el Papa sale disfrazado a darse paseos por las calles del Vaticano y que lo que menos quiere es una escolta de hombres que anden detrás de él o coches blindados o agentes armados que corran a su lado. Pidió que durante su viaje a Brasil no quería ver hombres de seguridad con armas o agentes con micrófonos filtrados entre la gente. (“No quiero policías ni hombres del ejército con armas largas que me separen de la gente en las calles. Tampoco vidrios blindados…”, ordenó).

El Papa se encarga de enloquecer a guardias de seguridad, a organizadores de los lugares donde debe asistir y en el sentido más espiritual de la palabra a neutralizar esa reacción de indiferencia que ha calcando en carne y hueso al pueblo católico en los últimos años. Pero ojo que esto no implica que su protección personal le resbale. Lo último que necesita Bergoglio, un hombre que según sus colaboradores más íntimos no se conforma con ser Papa, sino que está buscando la santidad, era empastar su primer viaje importante exhibiendo barreras mundanas propias de un jerarca que lo separe de las personas, en especial de esa juventud. Lo que en verdad quiere es para hacer la diferencia con sus antecesores es estrechar la mano del pueblo y en el caso particular de su reciente visita a Brasil, estar con jóvenes y transmitir la fe cristiana en momentos en los que la violencia, la falta de oportunidades, las drogas y la criminalidad están afectando precisamente a los jóvenes en todo el mundo. Es por demás obvio que los jóvenes ven en Bergoglio no apenas a un líder carismático sino al personaje que ha engranado al catolicismo, devolviendo a los fieles el orgullo de pertenecer a la religión.

“Todo lo que sube rápido baja a la misma velocidad”

“Para hacer todo lo que quiero me quedan cuatro años”, le habría dicho el papa a Julio Rimondi antes de emprender a Brasil en esos raros momentos en los que se confiesa frente a alguien sin apelar a las metáforas. La “predicción” no supone que tenga la bola de cristal ni está relacionada a misterio alguno o enfermedad. Es parte de su carácter duro y pragmático. Sabe que los niveles de poder absoluto que alcanzó desgastan, y por si necesitaba algún tipo de reafirmación ahí tiene a Benedicto XVI, quien al asumir parecía un atleta de alta competición y hoy apenas puede con su cuerpo. “Si Dios dispone otra cosa así será, pero ese es el plazo para el que me estoy preparando”, dice en la intimidad de los pocos amigos con los que departe.

Preocupado con toda la tinta que se derrama en torno a su imagen. El papa Francisco dice que “se  escriben un montón de pavadas” de él.  Eso, claro, los hace saltar de alegría a varios funcionarios en el Vaticano, de la misma forma como los haría saltar a los asesores de cualquier hombre de Estado que se alborota con todos los elogios que le llueven todos los días. Titulares de prensa e idolatría. Pero es lo que menos lo emociona al papa. Más bien lo tiene íntimamente preocupado a consecuencia de esta ola de amor súbito que despertó en la sociedad recién comenzado su reinado. “Todo lo que sube rápido baja a la misma velocidad”, es una de las frases que más les repite a sus poquísimos asesores, escogida en el diálogos que sostuvo con el  rabino Skorka y que posteriormente se convirtió en el libro “”Sobre el cielo y la tierra”. Es así que las preocupaciones del papa se dividen en dos sentidos. Por un lado, sospecha que la buena predisposición de los medios podría estar inflada gracias a las malas artes de sus enemigos que pretenden, justamente, desgastarlo igual que a una figurita del espectáculo. “Voy a terminar cansando…”, se enoja ni bien le informan que su imagen ocupa otra portada o alguien escribe un nuevo libro sobre él. El punto de inflexión fue su elección como hombre del año (antes de que el año terminara) por unos de los símbolos de la frivolidad mundial: Vanity Fair. Por otro lado, y quizá lo más preocupante desde su punto de vista, entiende que deberá sostener esa fama conseguida de la noche a la mañana con decisiones concretas que la sustenten; caso contrario quedará como un fenómeno más del marketing moderno.

“Después de Brasil empieza mi papado”, habría comentado con cierta resignación por lo que deberá afrontar en los meses siguientes. Según le hizo saber a su gente, considera que el viaje al país al gigante latinoamericano es el último eslabón de una cadena de placeres que le regaló la entronización (detesta los aviones aunque le importan los jóvenes, tanto por puros y activos como por estratégicos para la Iglesia), y que, a partir de ahí, comienza una etapa de inmersión sin respiro en luchas que la Iglesia necesita no ya para ajustar el rumbo en los tiempos que corren sino con el fin de apuntalar su supervivencia; esa sería la clave, por lo menos de acuerdo a quienes lo conocen bien, para entender por qué (y ante todo por dónde) busca la santidad: quiere quedar en la historia como el hombre que “salvó” a la Iglesia Católica de un derrape que muchos veían como seguro y, lo que es peor aún, cercano. Porque, y en esto no anda con medias tintas ni intenta ocultarlo a la hora de decir lo que siente (al menos en privado), está convencido de que la institución que preside está enferma de corrupciones varias que cruzan el amplio espectro de las miserias humanas. Desde delitos sexuales hasta lavado de dinero, hay para todos los gustos.

Mensaje a los jóvenes

El motivo principal de su presencia en Brasil trasciende las fronteras. Allí se enfrentó a multitudes de jóvenes queriendo estrechar su mano. Y no quedaron defraudados. “Vine a la Jornada Mundial de la Juventud para encontrar a los jóvenes que llegaron de todo el mundo, atraídos por los brazos abiertos del Cristo Redentor. Ellos quieren en su abrazo oír de nuevo el potente y claro chamado: “Vayan y hagan discípulos entre todas as naciones”.

“Cristo abre espacio para los jóvenes porque sabe que ninguna energía puede ser más potente que aquella que se desprende de sus corazones,  cuando conquistados por la experiencia de su amistad. Cristo pone fe en los jóvenes y les confía el futuro de su propia causa: “Id y haced discípulos”. Id más allá de las fronteras de lo humanamente posible y creen un mundo de hermanos”.

“Y atención la juventud es la ventana por la que el futuro entra al mundo y, por eso, nos impone grandes desafíos. Nuestra generación se mostrará a la altura de las promesas contenidas en cada uno de los jóvenes cuando sepa abrirles espacio. Eso significa tutelar las condiciones materiales e inmateriales para su pleno desarrollo; ofreciéndoles fundamentos sólidos, sobre los cuales se debe construir la vida; garantizarles seguridad y educación para que se conviertan en lo que pueden ser; transmitirles valores duraderos por los cuales  la vida merezca vivirse, asegurándoles un horizonte transcendente que responda la sed de felicidad auténtica, suscitando en ellos la creatividad del bien; entregándoles la herencia del mundo que corresponda a la medida de la vida humana; despertarles las mejores potencialidades para que sean sujetos del  mañana y corresponsables del destino de todos”.