La órbita rusa

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Moscú no ha ocultado que está dispuesto a utilizar una mezcla de presión económica, manipulación energética y, de ser necesaria, la fuerza militar para evitar que los países de su periferia abandonen la órbita rusa.

Apenas días antes que estallé la crisis en Ucrania tomé un tren nocturno a Kiev desde Sebastopol, en Crimea. Compartí el viaje con tres mecánicos de unos 30 años, que se encontraban camino a su trabajo en Estonia. Todos los rusos étnicos nacidos y criados en Sebastopol han viajado a los países bálticos durante los últimos ocho años para realizar trabajos de temporada en los astilleros del Báltico. Nuestro viaje, acompañado de rondas obligatorias de vodka, presentó la oportunidad para un debate en profundidad de la crisis política de Ucrania. La conversación fue tal vez más esclarecedora que hablar con funcionarios políticos, económicos o de seguridad de Ucrania.

Mis compañeros de viaje vieron los hechos ocurridos en la Plaza de la Independencia desde una óptica abrumadoramente negativa. A su juicio, los manifestantes acampados en la plaza central de Kiev eran terroristas, totalmente organizados y financiados por los Estados Unidos y la Unión Europea. No veían a los manifestantes como a compatriotas y apoyaban al entonces Presidente Viktor Yanukovich en el uso de fuerzas de seguridad de Berkut para acabar con ellos. De hecho, estaban sorprendidos por la moderación, aclarando que si hubiera dependido de ellos las protestas se habrían “limpiado”  desde un comienzo. Agregaron que si bien, por lo general, hacían escala en Kiev durante el largo viaje a los países bálticos, en esta ocasión se sentían avergonzados de lo que estaba sucediendo y ni siquiera querían poner un pie en la ciudad. También predijeron que la situación en Ucrania tendía a empeorar antes que a mejorar.

En efecto, días más tarde las protestas en la Plaza de la Independencia llegaron a un crescendo de violencia. El Berkut amenazaba a los manifestantes y los enfrentamientos subsiguientes entre manifestantes y fuerzas de seguridad dejaron como saldo decenas de muertos y cientos de heridos. Esto dio lugar a una secuencia acelerada de acontecimientos que llevaron al derrocamiento de Yanukovich y a la formación de un nuevo Gobierno en Ucrania, no reconocido por Moscú y la posterior intervención militar rusa en Crimea. Mientras que la velocidad de estos eventos sorprendió a muchos observadores extranjeros (sobre todo occidentales), para los hombres que conocí en el tren eran totalmente previsibles.

Después de todo, la crisis no surgió del vacío. Ucrania es un país polarizado desde mucho antes que el movimiento EuroMaidan tomara forma. Siempre llamó a mi atención que al viajar por diferentes partes de Ucrania uno se sintiera visitando diferentes países. Cada país con sus propias diferencias regionales. Ucrania se distingue especialmente en ese sentido.

La división ucraniana este – oeste

Viajar en Lviv, en el oeste, por ejemplo, es una experiencia totalmente diferente que viajar por Donetsk, en el este. El lenguaje hablado es diferente, ucraniano en Lviv y ruso en Donetsk. La arquitectura es diferente también, con arquitectura clásica europea y calles empedradas estrechas alineadas en Lviv; frente a bloques de apartamentos estilo soviético construidos al lado de extensos bulevares en Donetsk. Cada región tiene diferentes héroes: un gran busto de Lenin examina la plaza principal en Donetsk, mientras Stepan Bandera, un nacionalista revolucionario ucraniano de la época de la II Guerra Mundial, prevalece en Lviv. Los ciudadanos de Lviv comúnmente ven a la gente de Donetsk como pro-rusos, mientras que la gente de Donetsk se refiere a los de Lviv como nacionalistas/fascistas.

Lviv y Donetsk se encuentran en los extremos del espectro, pero no son los únicos. Las visiones están aún más polarizadas en la península de Crimea, donde los rusos étnicos constituyen la mayoría.

La división cultural ucraniana este-oeste es profunda, y como era de esperar se refleja en la política del país. Los resultados electorales de los últimos 10 años muestran una clara línea divisoria entre los patrones de votación en Ucrania occidental y central y los de las regiones del sur y este del país. En las elecciones presidenciales de 2005 y 2010, Yanukovich recibió un apoyo abrumador en el este y Crimea, pero sólo un apoyo marginal en el oeste. Ucrania no tiene ” estados indecisos”.

Tales divisiones políticas y culturales internas serían difíciles de superar en circunstancias normales, pero la posición geográfica y geopolítica de Ucrania las amplifica exponencialmente. Ucrania es un país limítrofe por excelencia, eternamente atrapado entre Europa hacia el oeste y Rusia al este. Dada su ubicación estratégica en el centro del corazón de Eurasia, el país ha sido constantemente escenario del duelo entre Occidente y Rusia, por su influencia.

La competencia por Ucrania ha tenido dos efectos principales en el país. El primero, que polariza aún más a Ucrania, es el relacionado con la división de preferencias en política exterior que pervive junto con las divisiones culturales existentes. Mientras muchos en el oeste de Ucrania buscan lazos más estrechos con Europa, muchos en el este buscan vínculos más estrechos con Rusia. Si bien hay quienes evitarían la influencia exterior por completo, tanto la Unión Europea y Rusia han dejado claro que la neutralidad no es una opción. La competencia exterior en Ucrania ha creado vaivenes políticos salvajes y a menudo desestabilizadores, especialmente durante la independencia post- soviética del país.

Por tanto, la actual crisis en Ucrania es sólo la última manifestación de la competencia entre Occidente y Rusia. La Unión Europea y los Estados Unidos influenciaron grandemente la Revolución Naranja de 2004, en términos de financiación y organización política. Rusia por su parte influyó grandemente en el descrédito del régimen y la posterior elección de Yanukovich en 2010, quien perdió en la Revolución Naranja. El occidente apoyó una vez más  al movimiento EuroMaidan después que Yanukovich abandonara sus principales ofertas de integración a la UE, y luego Rusia contraatacó en Crimea, lo que lleva a la actual situación de estancamiento.

El tira y afloja entre Rusia y Occidente sobre Ucrania se ha intensificado gradualmente durante la última década. Esto ha endurecido las posiciones en Ucrania, que culminó en la formación de grupos armados representando intereses políticos rivales y que condujeron a la disputa violenta en la Plaza de la Independencia, que rápidamente se extendió a otras partes del país.

El actual Gobierno cuenta con el apoyo occidental, pero Moscú y muchos en el este y el sur de Ucrania niegan su legitimidad, arguyendo la forma en la que tomó el poder. Esto establece un precedente peligroso porque desafía al Gobierno y a la capacidad de cualquier futuro Gobierno para reclamar cualquier apariencia de legitimidad a nivel nacional.

Está claro que Ucrania no puede seguir funcionando por mucho tiempo en su forma actual. Un líder fuerte en una sociedad tan polarizada se enfrentará a un grave malestar, como muestra el derrocamiento de Yanukovich. La falta de un consenso nacional paralizará el Gobierno y evitará la formación de una política exterior coherente, ya que cualquiera que haga arreglos importantes con Rusia o con la Unión Europea tendrá dificultades para afirmar, con razón, que habla por la mayoría del país. Ahora que Rusia ha utilizado movimientos militares en Crimea para mostrar que no dejará Ucrania, el escenario está listo para iniciar un periodo de negociaciones políticas muy difíciles sobre el futuro de Ucrania.

El conflicto ruso- occidente va más allá de Ucrania

Un segundo efecto, más preocupante, de la competición por Ucrania entre Occidente y Rusia, es que en los hechos este conflicto se extiende más allá de las fronteras ucranianas debido a que el destino de Ucrania ha intensificado la competencia ruso – occidental por otros lugares de la región.

Georgia y Moldavia, dos ex repúblicas soviéticas han buscado vínculos más estrechos con Occidente y han acelerado sus esfuerzos por lograr una mayor integración con la Unión Europea, y en el caso de Georgia, con la OTAN. Por otro lado, países como Bielorrusia y Armenia han tratado de fortalecer sus lazos económicos y de seguridad con Rusia. Los países bálticos integrados con Occidente, están contentos de ver a las potencias occidentales hacer frente a Rusia, pero a su vez saben que podrían convertirse en los próximos en la línea de lucha entre Rusia y Occidente. Rusia podría golpear económicamente y también podría ofrecer lo que denomina protección a sus minorías rusas, como lo hace en Crimea. Rusia ya ha hecho alusión a esta posibilidad en las discusiones para extender la ciudadanía rusa a los rusos étnicos y los de habla rusa en toda la ex Unión Soviética.

La pregunta principal es conocer cuál es el grado de compromiso de Rusia y de Occidente para cejar o reforzar sus posiciones en tanto bloques rivales. Rusia ha dejado claro que está dispuesto a actuar militarmente para defender sus intereses en Ucrania. Rusia mostró el mismo nivel de consagración para impedir que Georgia ingrese a la OTAN en 2008. Moscú no ha ocultado que está dispuesto a utilizar una mezcla de presión económica, manipulación energética y, de ser necesaria, la fuerza militar para evitar que los países de su periferia abandonen la órbita rusa. A su vez, tratará de intensificar sus esfuerzos de integración en su propio bloque, a través de la Unión Aduanera en el aspecto económico y la Organización del Tratado de Seguridad en el lado militar.

El clima geopolítico mundial ha cambiado significativamente desde 2008. A medida que la crisis de Ucrania se mueve en el ámbito diplomático, va surgiendo una importante prueba de voluntad y capacidad para optar verdaderamente por Rusia o EEUU. Ciertamente, Washington está muy expresivo durante la actual crisis de Ucrania y muestra señales de estar más involucrado en el resto de la región, como en Polonia y los estados bálticos. Pero la acción concreta de los Estados Unidos, con suficiente apoyo de los europeos, será la prueba decisiva para determinar cómo el Occidente actúa para contrarrestar a Moscú. Maniobrar alrededor de las profundas divisiones en Ucrania y los contraataques rusos no será una tarea fácil