Las mujeres migrantes sufren segregación en el trabajo

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Foto: SAUL RUIZ / EL PAIS

José Manuel Salazar (San José, 1953), director de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para América Latina y el Caribe, conoce bien el caso de la mujeres nicaragüenses que migran a Costa Rica. Como costarricense y especialista en migración se ha dado cuenta de que estas mujeres cubren la demanda en labores domésticas que la clase media necesita y paga. “El trabajo es la principal razón por la que la gente migra”, dice para explicar la atención que la OIT está poniendo a este fenómeno que ya ha inundado a la región.

Así como en el caso de la migración de Nicaragua a Costa Rica, la OIT ha detectado al menos 11 corredores migratorios en todo el continente. La difícil decisión de viajar y establecerse en otro país tiene como destino, en la mayoría de los casos, Estados Unidos, aunque también otros países latinoamericanos reciben inmigrantes ante el aumento de las oportunidades de trabajo, según señala el informe La migración laboral en América Latina y el Caribe, recientemente publicado por la OIT.

El informe reconoce que en los últimos cinco años el número de trabajadores inmigrantes en América Latina y el Caribe incrementó de 3,2 millones de personas a 4,3 millones. Y la mayoría de estos inmigrantes son mujeres, más del 50%. En el corredor de América del Sur hacia Estados Unidos y Europa un 54% son mujeres que migran para trabajar y en muchos casos son las cabezas de familia que llevan a otros familiares hasta el país de destino final. “Muchas de estas mujeres sufren de la segregación ocupacional”, apunta Salazar.

Una vez en otro país, las mujeres se concentran en trabajos en el sector de servicios, en la maquila textil y en las labores domésticas. Salazar señala que ocho de cada diez mujeres inmigrantes trabajan en servicios de limpieza del hogar. “Hay una división del trabajo en donde el estereotipo y la cultura en la que la mujer es quien se encarga de los cuidados de los niños y del hogar”, explica. En este tipo de ocupaciones el trabajo es informal y no existen prestaciones como seguridad social o afiliación a un sistema de pensiones, que contribuyan al futuro de sus familias.

Mientras tanto los hombres trabajan en actividades relacionadas con la agricultura y la construcción donde los sueldos son mayores, a pesar de que estas actividades tampoco están reguladas en la mayoría de los países que reciben inmigrantes. La brecha salarial también toca a las mujeres mujeres donde, indica el informe, un número importante de ellas sufren “abuso, explotación y discriminación”.

El director de la OIT en América Latina apunta que ante la segregación de las mujeres en tareas domésticas también se proyecta otro problema de los países receptores de migrantes: “Muchos de los flujos migratorios complementan una deficiencia que los nacionales ya no están dispuestos a hacer o que no están dispuestos a hacer a un cierto salario”. La OIT concluye que en la región existe una notable desvinculación entre las políticas públicas para el empleo y la migración, cuando de origen están profundamente vinculados. “No hay país de América Latina que no sea de destino, origen o tránsito de inmigrantes. Estamos hablando de millones de personas cuyos derechos laborales tienen que ser atendidos”, expone Salazar.