Crecen los temores de que el conflicto en Ucrania se expanda a otros países

Por David E. Sanger y Steven Erlanger | The New York Times
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Los funcionarios estadounidenses y europeos dicen que sus preocupaciones se basan en la creciente convicción de que la guerra no terminará pronto.

Durante nueve semanas, el presidente estadounidense, Joe Biden, y los aliados de Occidente han hecho énfasis en la necesidad de mantener la guerra de Ucrania dentro de Ucrania.

Ahora, el temor en Washington y en las capitales europeas es que el conflicto podría escalar pronto a una guerra más extensa (rebasar las fronteras de los Estados vecinos, al ciberespacio y causar que los países de la OTAN enfrenten de manera repentina un corte al suministro de gas ruso). A largo plazo, una expansión de ese tipo podría evolucionar en un conflicto más directo entre Washington y Moscú similar al de la Guerra Fría, ya que cada uno busca debilitar el poder del otro.

En los últimos tres días, el secretario de Defensa de Estados Unidos ha exhortado a un esfuerzo en aras de degradar la capacidad del ejército ruso para que no pueda invadir otro país en los próximos años. Los rusos han cortado los envíos de gas a Polonia y Bulgaria, que se unieron a la OTAN tras el colapso de la Unión Soviética; Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, denunció de inmediato la decisión como un “instrumento de extorsión”. Las explosiones han sacudido un área en disputa en Moldavia, un objetivo próximo obvio para los rusos, y depósitos de gas e incluso una fábrica de misiles en Rusia han sufrido misteriosamente incendios o han estado bajo ataque directo de las fuerzas ucranianas.

Además, con cada vez mayor frecuencia, los rusos le recuerdan al mundo el tamaño y el poder de su arsenal nuclear, una advertencia poco sutil de que tienen otras opciones si las fuerzas convencionales del presidente Vladimir Putin enfrentan más derrotas humillantes. Funcionarios estadounidenses y europeos afirman que no ven ninguna evidencia de que los rusos estén movilizando sus fuerzas nucleares hacia el campo de batalla, pero, tras bastidores, los funcionarios ya están pensando en cómo podrían reaccionar ante una prueba nuclear rusa o alguna explosión de demostración en el mar Negro o en territorio ucraniano.

“Nadie quiere que esta guerra escale más de lo que ya lo ha hecho”, dijo John Kirby, el portavoz del Pentágono, el miércoles cuando se le preguntó sobre las amenazas nucleares de Rusia. “Con certeza, nadie quiere ver o nadie debería querer ver que escale a nivel nuclear”.

Funcionarios estadounidenses y europeos indican que, en parte, sus temores se basan en la convicción creciente de que el conflicto podría “continuar durante algún tiempo”, como lo mencionó hace poco el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken.

Las conversaciones sobre una solución diplomática o incluso un cese al fuego (lo que se ha intentado en diversos momentos por líderes de Francia, Israel y Turquía, entre otros) no han resultado. Las fuerzas ucranianas y rusas se preparan para un conflicto largo, al enfocarse en lo que esperan será una guerra de artillería en el sur y este del país, donde Rusia ha concentrado sus fuerzas después de una retirada humillante de Kiev, la capital ucraniana, y otras ciudades clave.

“Putin no está dispuesto a retroceder y tampoco los ucranianos, así que se derramará más sangre”, opinó Robin Niblett, director de Chatham House, un grupo británico de expertos. Al mismo tiempo, la determinación estadounidense y europea para ayudar a Ucrania a derrotar a los rusos se ha fortalecido, en parte a raíz de que se han revelado las atrocidades en Bucha y otras ciudades ocupadas por los rusos, lo que causó que incluso Alemania abandonara sus objeciones iniciales y mandara artillería y vehículos blindados.

Seth G. Jones, quien dirige el Programa de Seguridad Europeo del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por su sigla en inglés) en Washington, comentó el miércoles que “en este momento el riesgo de una guerra más extensa es serio”.

“Las bajas rusas siguen acumulándose y Estados Unidos está comprometido a enviar armas más poderosas que están causando esas bajas”, precisó Jones. Tarde o temprano, agregó, el servicio de inteligencia militar rusa podría comenzar a fijar como objetivos esos envíos de armas dentro de las fronteras de la OTAN.

No todas las líneas de comunicación entre Washington y Moscú se han interrumpido. Estados Unidos y Rusia anunciaron un intercambio de prisioneros el miércoles por la mañana. La operación se llevó a cabo en secreto en Turquía, donde Trevor Reed, un infante retirado de la Marina, fue intercambiado por un piloto ruso a quien durante mucho tiempo el Departamento de Justicia había calificado como “un narcotraficante internacional experimentado”. Pero incluso eso tenía un aire a la Guerra Fría, destacando cuánto del conflicto actual también es una lucha de poder entre Washington y Moscú.

El momento pareció reforzar el argumento que Stephen Kotkin, profesor de la Universidad de Princeton y miembro sénior de la Institución Hoover en Stanford, hizo recientemente en Foreign Affairs cuando escribió que “el final de la Guerra Fría original fue un espejismo”, así como el esfuerzo por integrar a Rusia en Occidente colapsó lentamente.

Biden ha respaldado la teoría de que Putin tiene planes que van más allá de Ucrania. El 24 de febrero, día en que comenzó la invasión, declaró que “siempre se trató de pura agresión, del deseo de Putin de un imperio por cualquier medio necesario”.

No obstante, hasta el momento, la guerra ha permanecido en gran parte dentro de los límites geográficos de Ucrania. Estados Unidos y sus aliados afirman que su meta era hacer que Rusia retirara sus fuerzas de manera “irreversible”, como Blinken lo expresó, y respetar las fronteras de Ucrania como existían antes de la invasión. Biden se rehusó a imponer una zona de exclusión aérea que enfrentaría a pilotos estadounidenses y rusos. Putin denunció el ingreso de armas occidentales para ayudar al ejército ucraniano, pero nunca ha atacado esas líneas de suministro dentro de territorio de la OTAN.

Ahora, hay señales de que esa moderación se está fracturando.

Cuando Gazprom, el gigante energético de Rusia, cortó el suministro a Polonia y Bulgaria, sin duda una advertencia de que Alemania (que depende enormemente del gas ruso) podría ser el siguiente país en sufrir lo mismo. Rusia estaba usando su arma económica más potente al enviar un mensaje de que era capaz de generar dolor y, en el próximo invierno, un frío considerable a Europa del Este y occidental sin lanzar un disparo. Funcionarios estadounidenses manifestaron que era un esfuerzo claro para fragmentar a los aliados de la OTAN, que hasta el momento han permanecido unidos.

Por coincidencia o no, Putin tomó la decisión justo después de que el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, fue más allá de la declaración con frecuencia repetida del gobierno y mencionó que deseaba asegurarse de que Rusia concluyera su experiencia en Ucrania estratégicamente debilitada.

“Queremos ver a Rusia debilitada al grado de que no pueda hacer el tipo de cosas que ha hecho al invadir a Ucrania”, puntualizó Austin, una frase que parecía sugerir que Estados Unidos pretendía erosionar el poder militar ruso durante años (presuntamente durante tanto tiempo como el que Putin permanezca en el poder). Los controles de exportación que Estados Unidos impuso en componentes microelectrónicos clave que Rusia necesita para producir sus misiles y tanques parece destinado a lograr precisamente eso.

Algunos europeos se preguntaron si los objetivos bélicos de Washington habían crecido, y han pasado de ayudar a Ucrania a defenderse, lo cual cuenta con un gran respaldo, a dañar a Rusia, una meta controversial que aportaría a la narrativa rusa de que las acciones de Moscú en Ucrania son para defenderse de la OTAN.

Algunos funcionarios gubernamentales insisten en que los comentarios de Austin fueron malinterpretados en cuanto a su dimensión y que no estaba sugiriendo una meta estratégica a largo plazo para socavar el poder ruso. Más bien, afirman los funcionarios, solo amplificó declaraciones anteriores sobre la necesidad de afinar las opciones que enfrenta Putin (y, al mismo tiempo, afectar la capacidad de Rusia para lanzar otra invasión cuando se reagrupe).

No obstante, muchos en Europa pensaron que su declaración indicaba una prolongada guerra de ataques continuos que podría tener muchos frentes.

“¿Nos dirigimos a una guerra más grande o es solo un error de Austin?”, cuestionó François Heisbourg, un analista francés de defensa.

“Hay un consenso creciente sobre suministrar obuses y sistemas de armas más complejos a Ucrania y todos están haciendo eso ahora”, puntualizó Heisbourg.

“Pero cambiar el objetivo de la guerra de Ucrania a Rusia es otra cosa. No creo que haya ningún consenso sobre eso”. Debilitar la capacidad militar de Rusia “es algo bueno, pero son los medios para un fin, no un fin en sí mismo”, concluyó Heisbourg.

Hay otros factores que corren el riesgo de ampliar el conflicto. Se espera que dentro de unas semanas, Suecia y Finlandia intenten ingresar a la OTAN, expandiendo la alianza en reacción a los esfuerzos de Putin por romperla. Pero el proceso podría llevar meses porque cada país de la OTAN tendría que ratificar la medida, y eso podría abrir un periodo de vulnerabilidad. Rusia podría amenazar a ambos países antes de que sean aceptados formalmente en la alianza y estén protegidos por el tratado de la OTAN que estipula que un ataque a un miembro es un ataque contra todos.

Pero cada vez hay menos dudas de que Suecia y Finlandia se convertirán en los miembros 31 y 32 de la alianza. Niblett dijo que una nueva expansión de la OTAN —justo lo que Putin no ha querido que suceda durante las últimas dos décadas— “haría explícitos los nuevos frentes del conflicto con Rusia”.

No es sorprendente que ambas partes estén jugando con el temor de que la guerra se pueda extender, en campañas de propaganda que son paralelas a la guerra sobre el terreno. Con frecuencia, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, plantea esa posibilidad en sus discursos radiales vespertinos. Hace dos semanas, imploró más armas a los aliados de la OTAN, y argumentó que “podemos detener a Rusia o perder toda Europa del Este”.

Rusia tiene su propia visión, y suele argumentar que sus objetivos van más allá de la “desnazificación” de Ucrania y la eliminación de las fuerzas y las armas de la OTAN de los países aliados que no albergaban ninguna de esas instalaciones antes de 1997. Las frecuentes referencias de Moscú al riesgo creciente de una guerra nuclear parecen tener la intención de recordar que Occidente no debe presionar demasiado.

Ese mensaje resuena en Alemania, que durante mucho tiempo ha tratado de evitar provocar a Putin, dijo Ulrich Speck, analista alemán. Decir que “Rusia no debe ganar”, dijo, es diferente a decir que “Rusia debe perder”.

Según Speck, en Berlín existe la preocupación de que “no deberíamos presionar mucho a Putin para que se desespere y haga algo verdaderamente irresponsable”.

 

David E. Sanger es corresponsal de seguridad nacional y en la Casa Blanca. Durante su carrera de 38 años con el Times ha integrado tres equipos que ganaron Premios Pulitzer, el más reciente en 2017, por reportaje internacional. Su libro más reciente es The Perfect Weapon: War, Sabotage and Fear in the Cyber Age. @SangerNYT • Facebook

Steven Erlanger es el corresponsal diplomático jefe en Europa, vive en Bruselas. Previamente, reportó desde Londres, París, Jerusalén, Berlín, Praga, Moscú y Bangkok.