Trump quiere el Nobel, Putin gana tiempo y la OTAN se “reformula”

Por Cecilia Deglimocenti (Perfil)
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Las claves para entender la cumbre por Ucrania.

Los europeos se llevan mejor con Donald Trump La frase puede sonar a eufemismo, pero describe bien el clima de la última semana: frente a la diplomacia imprevisible del líder del Estados Unidos Primero (America First) —que hizo de “evitar la Tercera Guerra Mundial” su eje de campaña— los líderes de las potencias del viejo continente optaron por alinearse y viajar en bloque a Washington para respaldar al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski.

En la Casa Blanca, se sentaron el primer ministro británico, Keir Starmer, que mantiene un diálogo habitual con Trump; el presidente francés, Emmanuel Macron; el canciller alemán, Friedrich Merz; la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte. Una foto de unidad que, en la práctica, persigue un objetivo por vía doble: asumir el liderazgo ante la retirada de la asistencia militar estadounidense; y marcar límites tanto a Trump como a Vladimir Putin, mientras se reconfigura la arquitectura de seguridad europea (y global).

La postal se completa con otra reunión clave, la del 15 de agosto en Alaska, donde Trump recibió al mandatario ruso para destrabar el conflicto en el este europeo. Antes del encuentro, el republicano había exigido un “alto el fuego inmediato” en Ucrania, pero luego de escuchar “las exigencias” del líder del Kremlin escribió en redes sociales que “a menudo no se sostiene” y que sería mejor “ir directamente a un acuerdo de paz”.

Sin embargo, la diferencia es sustancial: mientras el cese al fuego puede ser provisorio, el acuerdo de paz implicaría compromisos de largo plazo. Un escenario del que Kiev, que tiene como única carta disponible el “rechazo” del acuerdo frente a la ambición pacificadora de Trump, podría salir aireado al culpar a Putin de seguir la guerra, respaldado por el renovado apoyo económico y político de sus aliados europeos. Mientras que para Moscú, representa tiempo ganado frente a las amenazas de nuevas sanciones, en un terreno donde Trump estira los plazos a su antojo.

 Trump y la carrera por el Nobel

El presidente de Estados Unidos no escondió su intención de presentarse como un “pacificador global”. “Si yo hubiera sido presidente, la guerra en Ucrania no habría ocurrido”, dijo en febrero, e hizo mención explícita al principal obstáculo en la relación con los rusos: la férrea negativa de que Ucrania se uniera a la OTAN. “Estoy de acuerdo”, declaró Trump al respecto en febrero. Y pocos días después, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguei Lavrov, le agradeció ser el “único líder occidental” que comprendió que este miedo a Rusia es una de las “causas fundamentales” del conflicto. Seis meses después, la frase volvió a sonar en Alaska, y el propio Putin “ratificó” los dichos de Trump, resaltando sus “esfuerzos sinceros y enérgicos” del gobierno trumpista para que concluya la guerra en Ucrania.

La actitud del mandatario republicano no se justifica solamente en responder al carácter “aislacionista” de parte de su base electoral; sino de lograr lo que no pudo en su primer mandato: ganar el premio Nobel de la Paz, tal como lo hicieron sus antecesores Theodore Roosevelt, Woodrow Wilson, Jimmy Carter y Barack Obama.

Si bien ya recibió el apoyo de varios países en conflicto, desde Armenia y Azerbaiyán hasta Camboya y Tailandia, su intención de terminar con la guerra en Ucrania “en 24 horas” quedó en evidencia en los últimos días. Para Ian Bremmer, reconocido analista estadounidense, la jugada tiene más de política que de altruismo. “Los líderes europeos ahora tienen una buena relación con Trump. Están dando un paso al frente. Suspendieron sus agendas y viajaron todos (a Washington). Una posición unificada de sus aliados le da a Zelenski mayor fortaleza y cartas ante Putin”, sostuvo el fundador del medio Gzero.

El republicano maneja, además, dos cartas poderosas. Contra Rusia, la amenaza de sanciones secundarias que podrían golpear las exportaciones de petróleo hacia China, pulmón de la economía de Moscú. Contra Ucrania, la opción extrema de suspender el intercambio de inteligencia: un golpe letal para la precisión de sus drones, aunque los europeos mantengan el flujo de armas.

Pero ese apuro también abre riesgos. “Trump podría estar más interesado en priorizar la velocidad sobre la sustancia”, advirtió la analista Dani Podgoretskaya, de Eurasia Group, quien alertó que eso “podría resultar en un acuerdo terrible para Ucrania”.

 Putin busca ganar tiempo

Por su parte, Moscú llega a la mesa con menos urgencias y su intención no es cerrar un trato rápido, tal como demostró a Trump al negarse a un cese al fuego inmediato. “En las negociaciones, la parte más desesperada rara vez consigue las mejores condiciones”, sumó Podgoretskaya. Y añadió: “Trump necesita un acuerdo rápido, Ucrania necesita uno duradero, y Rusia puede permitirse esperar”.

El objetivo de Putin no es cerrar un trato, sino dilatarlo. Ese margen se sostiene en dos factores: el peso de la economía de guerra —que mantiene a flote al Kremlin pero se hundiría si se reduce el gasto militar— y la ventaja militar en el Donbás tras 17 meses de desgaste sobre las defensas ucranianas. Una región que Rusia podría controlar para fin de año.

“El tira y afloje actual lamentablemente no tiene que ver hoy con terminar la guerra porque ambos bandos están muy distanciados. Pero permite echar la responsabilidad de su continuidad a Putin”, sostuvo.

Una OTAN “reformulada”

Uno de los efectos más visibles de la cumbre es la reconfiguración de la OTAN. Si en el pasado el peso militar recaía en Estados Unidos, ahora son los europeos quienes invierten más en la defensa de Ucrania ante la retirada de fondos ordenada por Trump. En esa línea, el mandatario estadounidense este martes aseguró que no comprometerá tropas estadounidenses en el terreno, en función de las negociaciones por las “garantías de seguridad” para Ucrania, pero sí desliza que fuerzas europeas podrían intervenir, mientras él ofrece apoyo aéreo en caso de ataque externo. Un esquema similar al que Washington mantiene con Corea del Sur, aunque lejos de lo que estipula el artículo 5 de defensa mutua de la OTAN que tanto molesta a Rusia.

“El resultado es una OTAN reformulada”, explicó Bremmer en relación a la histórica de foto de los líderes de las potencias europeas respaldando a Zelenski en la Casa Blanca. “En Washington vemos una OTAN reformulada, que le da a Ucrania mayor chance de combate y de presión a Putin para terminar la guerra”. En este rediseño, Ucrania aparece como socio estratégico pero sin puerta abierta a la membresía plena. “Adherirse a la OTAN no sucederá para Ucrania y los europeos lo entendieron”, resaltó.

El presidente ucraniano llega más fuerte a esta cumbre que en febrero, cuando Trump y su vicepresidente, J.D. Vance, lo expusieron en una escena que pareció más un reality show que una conferencia de prensa entre jefes de estado. Esta vez, Zelenski se presenta respaldado por una Europa unificada y con la ventaja de su mayor activo: la “capacidad de rechazo” al acuerdo, en caso de que no se cumplan sus condiciones.

“El objetivo primordial de Ucrania es sobrevivir a un ataque no provocado a su Estado y evitar que Rusia regrese alguna vez”, explicó Podgoretskaya. Ningún acuerdo funciona sin su consentimiento. Y cualquier intento de negociar concesiones territoriales sin Kiev podría derivar, según Japaridze, en “un colapso político y una rebelión militar”.

El tablero muestra a tres actores principales con prioridades distintas: Trump apurado por el Nobel, Putin dispuesto a esperar, y una OTAN que busca redefinirse bajo liderazgo europeo. “El tira y afloje actual lamentablemente no tiene que ver hoy con terminar la guerra porque ambos bandos están muy distanciados”, cpncluyó Bremmer. Y lanzó la pregunta que flota en el aire de Washington y Alaska: “La pregunta final es si Putin estará dispuesto a aceptar el final de esta guerra”.


"La realidad no ha desaparecido, se ha convertido en un reflejo"

Jianwei Xun
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