¿Un papel europeo en Palestina?

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Foto: The Clinic

La atención de la comunidad internacional en Oriente Medio está centrada hoy día inevitablemente en los avances militares del Estado Islámico en Siria y el Iraq, los Estados fallidos del Yemen y Libia, las actividades de los extremistas islámicos en todas partes y las continuas gestiones para concertar un acuerdo a fin de contener las ambiciones nucleares de Irán. Entretanto, la disputa más antigua de la región, objeto de un proceso de paz prolongado durante decenios y que no va a ninguna parte, sigue pudriéndose y empeorando en Palestina e Israel.

Un informe presentado este mes por la ONG Defensa de Niños Internacional-Palestina (DNIP) al Secretario General de las Naciones Unidad, Ban Ki-moon, sobre los estragos causados a los niños por el conflicto entre Palestina e Israel en 2014 subraya algunas de las consecuencias más perjudiciales de ese estado de cosas. Dicho informe sirve también para recordar por qué no se han logrado avances hacia la paz.

El año pasado, según el informe del DNIP, murieron 561 niños -557 de ellos palestinos-, la mayoría a consecuencia de la Operación Filo Protector de Israel en Gaza durante el verano. Además, casi 3.000 niños palestinos resultaron heridos durante ese conflicto, que duró 50 días, y 1.000 de ellos quedaron discapacitados de por vida.

El informe detalla también la destrucción de escuelas, los problemas de salud mental que afrontan los jóvenes después del conflicto y el encarcelamiento de niños. Según Ban, el número de niños palestinos muertos en 2014 fue mayor que el de los muertos en Siria y Darfur y sólo se superó en el Afganistán y el Iraq. El número de escuelas destruidas en zonas palestinas fue el mayor registrado en parte alguna.

No es de extrañar que la Representante Especial para la Cuestión de los Niños y los Conflictos Armados de las NN.UU., Leila Zerrougui, recomendara que se incluyera a Israel y a su adversario en Gaza, Hamás (que tiene también un historial desolador) en la lista de Estados y grupos que violan gravemente los derechos de los niños, pero los Estados Unidos presionaron al Secretario General para que dejara fuera de la lista a Israel; Ban accedió y decidió dejar también a Hamás fuera de ella.

Israel, frecuentemente alabado en el Congreso de los Estados Unidos como aliado más fiable de este país en esa región, es signatario de la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas. Resulta difícil imaginar que la Embajadora de los EE.UU. ante las NN.UU., Samantha Power, que tiene un historial excelente en materia de protección de los derechos humanos, pusiera todo su corazón al presionar para que se blanqueara a Israel.

Muchos europeos concluirán que se trata de una prueba más (si fuera necesaria) de que los EE.UU. protegerán siempre -y desastrosamente- a Israel de las consecuencias de sus acciones para su reputación internacional, pero no es eso todo. Israel y Palestina están atrapados en un callejón sin salida, catastrófico para los palestinos y cada vez más peligroso para las perspectivas de Israel. Como observó recientemente un grupo de políticos europeos eminentes, se podría perder un acuerdo de paz con dos Estados, con lo que Israel habría de afrontar una disyuntiva ardua: pasar a ser una democracia no judía o una no democracia judía.

Dicho grupo, del que formaban parte ex presidentes, primeros ministros, ministros de Asuntos Exteriores, comisarios de la Unión Europea y diplomáticos de alto nivel, envió el pasado mes de mayo un conjunto de propuestas a los dirigentes de la UE. Según ese grupo, Europa, debe compensar la evidente retirada de los Estados Unidos del proceso diplomático desempeñando un papel serio para reavivar las perspectivas de paz.

Un elemento esencial de la propuesta es el apoyo de la UE en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de una resolución que “o bien 1) pida nuevas negociaciones y fije un plazo obligatorio para la conclusión de un acuerdo con miras al establecimiento de una solución con dos Estados, o bien 2) cree una mayor equivalencia entre las partes israelí y palestina, mediante, entre cosas, el reconocimiento de un Estado palestino y un apoyo mayor a la adhesión de Palestina a los tratados y las organizaciones internacionales”.

La petición de semejante resolución refleja las repercusiones del repugnante comportamiento del Primer Ministro Benjamín Netanyahu y las opiniones extremistas de  varios de sus ministros, que han incrementado la solidaridad de los países europeos para con el reconocimiento de la condición de Estado de Palestina. También en los EE.UU. hay un clamor cada vez mayor para que se imponga un etiquetado correcto de los productos hechos en los asentamientos de Israel en la Ribera Occidental. La exportación de esos productos a Europa es conforme con los acuerdos comerciales bilaterales entre la UE e Israel., pero los asentamientos no forman parte de Israel conforme al derecho internacional. Tarde o temprano, alguien llevará a la UE a los tribunales al respecto.

La reacción del Gobierno de Israel ante esa clase de propuestas ha sido deprimentemente previsible. En primer lugar, los portavoces israelíes acusan a los europeos de antisemitismo, esa odiosa mácula de la historia de Europa, pero equiparar las críticas a la intransigencia y al extremismo israelíes con el antisemitismo constituye un peligro real. Decir que constituye antisemitismo la condena de las muertes y la discapacitación de niños en Gaza es burlarse de los actos que de verdad son antisemitas y merecen la condena de toda persona civilizada.

En segundo lugar, Israel repite su afirmación de que no tiene un posible socio para la paz. En realidad, Israel niega la realidad, como lo refleja el despreciativo rechazo por parte de Netanyahu de una solución con dos Estados en su victoriosa campaña en pro de la reelección. La realidad es que, en todas las situaciones en que una potencia dominante se enfronta con aquellos a quienes condena como terroristas tarde o temprano, acaba negociando. En Argelia, Sudáfrica e Irlanda del Norte, los que ocupaban el poder afirmaban sin falta que no tenían un socio para la paz… hasta que hicieron la paz con los propios “terroristas” a los que habían pasado decenios vilipendiando.

Con el aplazamiento de las negociaciones resulta cada vez más difícil poner fin a la violencia, con lo que cada vez es más arduo cambiar los sentimientos que ésta engendra. Para conseguir la paz, Israel tendrá que hablar algún día en serio con Hamás, además de con Al Fatah y la OLP. No hay otra opción.

Hasta que así sea, los niños -la abrumadora mayoría de ellos palestinos- seguirán sufriendo. ¿Hasta cuándo seguirá mirando el mundo para otro lado?

*Chris Patten, último gobernador británico de Hong Kong, ex comisario de la Unión Europea (UE) para Asuntos Externos, es rector de la Universidad de Oxford. Este artículo fue publicado en el portal de Project Syndicate el 25 de junio de 2015 y se encuentra disponible en el sitio web: http://www.project-syndicate.org/