Una nueva evaluación del mundo

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El mundo se ha desestabilizado de manera creciente y es necesario procurar establecer de la manera más clara posible, qué pasó y por qué y no se trata de que el mundo sea un lugar particularmente desordenado, sino que el desorden toma cada vez formas diferentes y siempre complejas.

Para ponerlo fácil, una vasta franja del territorio euroasiático -entendiendo que hablamos de Europa y Asia juntos- se encuentra en desorden militar y económico. Europa y China se encuentran luchando con las consecuencias de la crisis económica del 2008, que dejó no sólo desafíos económicos sino también institucionales. Rusia se encuentra atravesando una crisis geopolítica en Ucrania y un serio problema económico en casa. El mundo árabe desde el Levante a Irán, desde Turquía a las fronteras de la península arábiga, está ensartado en una desestabilizadora guerra política.

El hemisferio occidental se encuentra relativamente estable al igual que el archipiélago asiático, pero la Eurasia se está desestabilizando en múltiples dimensiones y podríamos ejercitar una larga regresión para tratar de entender las causas; comencemos entonces por el último cambio sistémico que el mundo experimentó desde la finalización de la Guerra Fría.

Las repercusiones del colapso soviético.

La Guerra Fría fue un conflicto congelado en un sentido. La Unión Soviética fue contenida en una línea que corría desde el norte del cabo de Noruega hasta Pakistán, donde existía cierto suave movimiento; cuando la Unión Soviética cayó, dos cosas importantes ocurrieron: primero tuvo lugar un masivo movimiento de liberación del yugo soviético de algunos países formalmente independientes, creándose así varios estados libres de esa dominación; como consecuencia, emergió un inestable cinturón entre el Báltico y el Mar Negro, desapareciendo a lo largo de la frontera sudoccidental de la antigua Unión Soviética, la línea demarcatoria que durante la Guerra Fría cortaba el mundo Islámico. Los países encerrados por la Guerra Fría, súbitamente se encontraron en condiciones de desplazarse, liberando fuerzas internas cuyos movimientos a su debido tiempo, desafiaron a las naciones/estado creadas después de la Segunda Guerra Mundial y a la caída del Imperio Otomano que quedó congelado por efectos de la Guerra Fría.

Inmediatamente después, en 1990 se produjeron dos emblemáticos eventos aún antes de completarse el colapso de la Unión Soviética: Irak invadió Kuwait y pareció amenazar también a Arabia Saudita. Se produjo a continuación una extendida guerra entre Irán e Irak de la cual Bagdad emergió mejor posicionado que Teherán, reclamando a Kuwait como su premio. Para revertir esta situación, los Estados Unidos movilizó no sólo su coalición Guerra Fría, sino que también a ciertos países de la ex Unión Soviética y del mundo árabe; la consecuencia no deseada, fue la de al menos concentrar a los Suníes con intenciones de crear al epílogo de la Guerra Fría y sobre la base del papel hegemónico de los americanos -que posteriormente derivó en el 11/9- una línea divisoria al norte y sur de los territorios de la antigua Guerra Fría, intento que hoy en día,    aún sigue siendo perseguido.

El segundo evento fue el de quebrar a Yugoeslavia y la guerra Serbia-Croata-Bosnia, dejó no menos de 100.000 muertos; una guerra de viejos rencores y temores nuevos que pareció representar una singular situación inaplicable al resto de la región que en los hechos, definió el nuevo sistema mundial en dos partes: Yugoeslavia constituía la extensión austral de la frontera entre la Unión Soviética y el occidente de Europa y lo que ocurrió allí, levantó cuestionamientos que mucha gente ignoraba respecto a lo que sería la realidad a largo plazo de esta frontera y asimismo, que la guerra se concentró en el cisma entre cristianos y musulmanes y la mayoría de la sangría tuvo lugar dentro de ese contexto. Pese a las protestas rusas, los Estado Unidos y la OTAN intercedieron por Kosovo contra Serbia y Moscú fue finalmente desplazado de su misión de guardián de la paz, a difusor de la guerra; la explosión en los Balcanes, presagió gran parte de lo que vendría después.

Mientras Rusia se despertaba y declinaba, dos extremos de Eurasia florecían; la década posterior al colapso de la Unión Soviética y la reunificación de Alemania, acompañó un período de significativa prosperidad que generó dos resultados, la Unión Europea creada a través del Tratado de Maastricht el mismo año que la Unión Soviética se desintegraba, expandiendo su influencia al este de la anterior esfera soviética y al sur por la vía de la integración de estados dispares cuyas diferencias yacían escondidas detrás de cierta prosperidad. China, luego del milagro económico japonés, se convirtió en un país de bajos salarios y alto crecimiento, impulsado por el apetito exportador a la próspera Europa y Norteamérica.

Las fuerzas que operaban Eurasia, quedaron escondidas y la fragilidad de las naciones europeas con relación al poder económico alemán, tampoco era visible. La naturaleza cíclica del crecimiento chino -muy similar a la dinámica japonesa de la anterior generación- quedó asimismo invisible. Las consecuencias del fin de la Guerra Fría en las subterráneas fuerzas del mundo islámico y la fragilidad de los estados que las contenían, quedaron asimismo escondidas tras la ilusión del poder norteamericano posterior a la victoria de Kuwait. Sólo la debilidad rusa quedó visible y una o dos conclusiones equivocadas se tomaron al respecto: o Rusia era permanentemente impotente o su miseria la obligaría a convertirse en una democracia liberal; por su parte, todo parecía bien en Eurasia.

Las señales de la desestabilización

La primera señal de conflicto fue por supuesto, el crítico ataque del 9/11 a los americanos y la idea emergente de que la Guerra Tormenta del Desierto presagiaba la presunción de que el poder Norteamericano podía rediseñar el mundo islámico a voluntad.

Todo poder tiene un límite, pero el límite del poder norteamericano no fue visible hasta fines del año 2000, punto en el que intervinieron otros dos eventos: el resurgimiento de Rusia como un poder regional tras la invasión de Georgia en 2008 y cuando no, la crisis financiera que combinadas definen la situación actual.

La crisis financiera transformó el comportamiento chino y no obstante que ya estaba cerca de alcanzar su ciclo económico, la declinación por las exportaciones chinas cambió la dinámica de su economía, no sólo debido a que detuvo el crecimiento, sino que en su afán de volcar su producción al consumo interno, China creó una inflación que tornó sus exportaciones aún menos competitivas; el resultado fue una crisis política en la medida que el gobierno chino empezó a preocuparse acerca de la inestabilidad interna y por consecuencia, a la creciente opresión utilizada para controlar esta situación.

Al otro extremo de Eurasia, las diferencias entre los intereses de Alemania -el mayor exportador europeo- y aquellas de los países australes europeos con economías en vías de desarrollo, develaron las contradicciones internas en la Unión Europea.

Alemania tenía que exportar y los países más débiles tenían que desarrollar sus economías; los extremos colisionaron, originalmente en lo relativo a la crisis de las deudas soberanas y nuevamente lo hicieron a consecuencia de las políticas de austeridad que se impuso a la Europa austral y a las crisis emergentes en sus economías, resultando esta vez, en una Europa crecientemente fragmentada.

En la reversión de los papeles, Rusia tomó ventaja de la fragmentación europea, utilizando su estatus como proveedor de gas natural para diseñar las políticas europeas en su favor. Rusia ya no era más el lisiado de Europa, sino un significativo poder regional que influenciaba los eventos no sólo en el continente, sino también en el Medio Oriente.

Sucedió en este punto, que Rusia se confrontó con los Estados Unidos, teniendo este último, una electiva relación con el resto del mundo, excepto cuando una hegemonía regional trató de dominar Europa, limitando la exposición global de los Estados Unidos con exportaciones rusas relativamente insignificantes, dirigidas a Canadá y México por casi la mitad de su producción. En la medida que Rusia se volvía más perentoria y particularmente en la medida en la que trataba de recuperar sus pérdidas luego de la caída del gobierno ucraniano y de la posterior instalación de un régimen pro occidental, los Estados Unidos comenzaron a incrementar su atención a Ucrania  y a las fronteras entre Europa y Rusia.

Al tiempo que Washington sentía que tenía que responder a los rusos, los Estados Unidos procuraron minimizar su exposición en el Medio Oriente; reconociendo los límites de su poder, volcaron su mirada a las cuatro potencias nativas de la región: Turquía, Irán, Arabia Saudita e Israel, llevando la responsabilidad primaria de la estabilidad del territorio y de los contrapesos al poder de cada quién.

El estado actual del juego

Lo anterior nos transporta al mundo contemporáneo que presenta un generalizado malestar económico alrededor del globo, malestar que forzó a la China a controlar las fuerzas sociales por la vía de la represión, creando una crisis existencial en Europa que se extiende más allá de Grecia y que repercute en las relaciones greco/alemanas. Los rusos alcanzaron el poder en la región, pero fallaron por el momento, en sus alcances. Las naciones/estado del Oriente Medio están deshilachándose y los cuatro poderes maniobran en varios sentidos para contener la situación.

Los Estados Unidos, continúan siendo la potencia líder del mundo, pero al mismo tiempo, las instituciones que utilizó durante la Guerra Fría, se han vuelto inefectivas; aunque la OTAN ha incrementado sus desplazamientos y entrenamiento en Europa del este, se trata de una alianza que carece de substancia militar. El Fondo Monetario Internacional se ha vuelto en muchos casos, el problema antes que la solución a las dificultades económicas y los Estados Unidos, han evitado complicarse en los problemas económicos de Europa y China, limitando su exposición al Medio Oriente y aún así, están involucrándose más directamente con Rusia debido a su temor creciente de que aparezca una hegemonía europea, por muy inverosímil que resulte tal posibilidad.

Después de cada guerra sistémica, existe la ilusión de que la coalición vencedora continuará siendo coherente y que gobernará tan efectivamente como combatió. Luego de las guerras napoleónicas, el Congreso de Viena procuró declarar a la alianza contra Francia, como una entidad capaz de administrar la paz. Después de la Primera Guerra Mundial, los Aliados con la ausencia de los Estados Unidos, crearon la Liga de las Naciones. Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, se trató de las Naciones Unidas y cuando terminó la Guerra Fría, se asumió que las Naciones Unidas, la OTAN, el FMI, el Banco Mundial y otras instituciones multinacionales, podrían administrar el sistema mundial. En cada caso, los poderes victoriosos buscaron utilizar sus alianzas en tiempo de guerra, como estructuras para administrar el mundo post-guerra y asimismo en cada caso, fallaron en hacerlo debido a que el elemento que los aglutinaba -el enemigo- ya no existía y por lo tanto, esas instituciones dejaron de tener poder, disolviéndose la ilusión de unidad.

Esto es lo que aquí sucedió. El colapso de la Unión Soviética, puso en movimiento procesos que las instituciones de la Guerra Fría, no pudieron manejar. Por consiguiente, el aserto neto es que la Guerra Fría postergó la emergencia de las realidades que se encontraban enterradas bajo su propio peso y que la prosperidad de los noventas, escondió totalmente los límites de la Eurasia. Lo que observamos ahora, son las re-emergencias fundamentales de las realidades que ya estaban ahí. Europa es una alta colección de naciones/estado fragmentadas. China contiene sus fuerzas centrífugas a través de un poderoso gobierno represivo. Rusia no es un igual a los Estados Unidos ni es tampoco el tullido desprotegido que pueda ser ignorado o que necesite tutoría. El mapa del Medio Oriente creado por los Otomanos y europeos, ha escondido fuerzas subyacentes que han empezado a sacar la cabeza.

Los Estados Unidos es de lejos la nación más poderosa del mundo, lo que no significa que pueda -ni que tenga interés en hacerlo-  solucionar los problemas del mundo ni que pueda contener las fuerzas que se plantan al frente para obligarlas a detenerse.

Ni el más fornido y robusto  puede habérselas con todos los parroquianos del bar y salir victorioso.