Derechos de las mujeres: Solicitan autorización del marido para ligadura de trompas

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El consentimiento de la pareja  es un factor limitante para el acceso de la mujer a la  anticoncepción quirúrgica voluntaria (AQVF). Los protocolos de anticoncepción vigentes establecen que ella -a partir de los 18 años- tiene derecho a decidir sobre este procedimiento. No obstante, algunos centros médicos no  practican la  ligadura de trompas a quienes no encajan en los estándares de edad y número de hijos.

“Esta situación de que en los centros públicos todavía piden  el consentimiento de la pareja es algo real. En Bolivia  no hay una ley que trace específicamente cuáles son los derechos sexuales y reproductivos. Directamente el tema se desprende  de  algunas prestaciones que se brindan como Estado en el ámbito de la salud”, señaló  la directora de Católicas por el Derecho  a Decidir, Tania Nava.

La AQVF es un método de  anticoncepción permanente en  el  que por medio de una cirugía cortan o bloquean las trompas de Falopio para evitar  la unión del óvulo con el espermatozoide. Aunque este procedimiento es invasivo, las nuevas técnicas quirúrgicas hacen que sea  ambulatorio. Es 99,5% efectivo.

Los datos del Sistema Nacional de Información en Salud (SNIS)  indican que durante  el primer semestre de 2018 en el país se realizaron 2.133 ligaduras de trompa identificadas como AQVF. De ellas 1.909 fueron realizadas en el sistema público y sólo 63 por los entes gestores.

En La Paz y Cochabamba, la Caja Nacional  de Salud -la institución más grande de la seguridad social a corto plazo del país- no practicó ninguno. Tampoco  lo hizo durante  2017. En ambas gestiones  el seguro universitario  cubrió a las mujeres de ambos departamentos, pero con cifras que apenas pasaban los 40.

Lo reportes nacionales también muestran que después del sistema público son los Organismos No Gubernamentales los cuales ocupan el segundo lugar en la prestación del servicio. La mayor cantidad de casos se da entre las mujeres de 20 a 34 y de 35 a 49 años.

“Nuestros datos  nos muestran que   los métodos tradicionales  de anticoncepción (calendario, ritmo, retiro, etc.) son los más altos con 21% de utilización, siguen las inyecciones un 12% y la esterilización femenina ocupa el tercer lugar con un 9%”, detalló el director ejecutivo  del Instituto Nacional de Estadística (INE) Santiago Farjat.

En la encuesta hecha a  mujeres  de todo el país  los otros métodos utilizados son: el condón masculino con un 7%, los implantes con un 4% y  las pastillas y hormonas con un 3,9%.

¿Tu pareja  sabe?

¿Cuántos años tienes?,   ¿tu pareja sabe que te quieres ligar las trompas? son las preguntas que hace -en un tono dulce- una de las funcionarias  del Hospital de la Mujer. “¿Tienes hijos? si no los tienes te puedes arrepentir. La vida da vueltas ¿y si un día conoces a otro hombre?  Va a querer tener hijos,  ¿qué le vas a decir?”, cuestiona amablemente.

Este tipo de preguntas se repiten en otros centros de salud. Como dada por vencida, la funcionaria señala que el procedimiento es pedir una ficha para salud sexual y reproductiva. “Ahí te  atenderán y te darán más información sobre otros métodos que serían mejores para ti. Si insistes en la ligadura hay un formulario de consentimiento informado…  debe estar firmado por tu pareja”.

La semana pasada Página Siete estuvo en  algunos centros  de salud. En conversación con las pacientes identificó que la firma del esposo aún es necesario.

“Cuando me hicieron la cesárea pedí que me liguen las trompas y mi esposo fue el que firmó. No lo vi raro porque él dio consentimiento para la operación y como era  por  emergencia pensé que así debía ser. No sabía que esa era una decisión sólo mía”, señaló  una de las mujeres.

“A mí no me han pedido nada y mi esposo ni se enteró. Tampoco quiero que se entere”, dice otra.

En Bolivia el único registro emblemático sobre una denuncia referida a la esterilización es la de I.V. contra el Estado boliviano. En 2017 la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) condenó al país a pagar la suma de 50.000 dólares como  indemnización a una súbdita peruana a quien, en 2010, el Hospital de la Mujer le realizó una ligadura de trompas sin su  consentimiento.

“El que  los centros de salud públicos aún  pidan el consentimiento de la pareja es algo real. Pero al momento no hay un estudio sobre la cantidad de casos en los que se restringe  este derecho de las mujeres. Hay una ausencia de un sistema de denuncias, es un tema pendiente”, dijo Nava.

¿Y si te arrepientes?

“Es que parece que nuestro cuerpo le pertenece al marido, al Estado o a los doctores. A todos menos    a nosotras”, afirma Gabriela.

En 2010 durante la cesárea de su segunda hija pidió que le realicen la ligadura de trompas porque ya no quería tener más. Tenía 25 años. “Era joven y ya era la segunda wawa. Estaba y estoy segura de que no quiero volver a ser madre”, relata.

Acudió a una clínica privada donde le informaron que el cordón umbilical estaba envuelto en  el cuello  de su bebé por lo que debía someterse a una cesárea. “Como me iban a hacer la cirugía pedí que  me liguen las trompas de Falopio pero el ginecólogo se negó”.

“¿Y si te arrepientes?, si algo les pasa a tus hijas ya no vas  a poder tener otra”, fue el argumento.

“Cuando mi pareja dijo que estaba de acuerdo, el médico argumentó que la ley  prohibía el procedimiento  en  mujeres menores de 40 años. Quisiera saber dónde dice eso porque no es el único doctor que lo dice. No peleé más porque mi wawa estaba en peligro”, dice Gabriela. Afirma que nunca hizo una denuncia.

Si bien la disposición viene de varios años atrás, desde  2010 la Norma, Reglas, Protocolos y Procedimientos en Anticoncepción (documento que se actualiza cada cierto tiempo) pone énfasis en que “la decisión sobre la esterilización corresponde sólo a las mujeres”. Aclara  que cualquier mujer mayor de edad puede acceder al método con su solo consentimiento.

“En el último parto pedí que me liguen las trompas porque ya era mi séptimo hijo. Tenía 40 años y no quería que mi esposo se entere. Le  rogué al doctor y al último ha accedido pero me dijo que eso era prohibido, que lo hacía por ayudarme al verme con tantas wawas”, cuenta doña Elvira sin  querer dar a conocer el nombre del doctor o el centro de salud  que le “hizo el favor”.

Pero no sólo es por el permiso del marido. La edad es otro factor que observan los galenos.

“Me ligué las trompas a los 21 años. Trabajo como consultora en temas de derechos sexuales y reproductivos, así que me conocía todo el tema y sabía que lo único que necesitaba para decidir era ser mayor de 18 años”, manifiesta  Isabel Olivera.

Al tener contactos sobre el tema acudió a Marie Stopes de Santa Cruz, una organización especializada en salud sexual y reproductiva. Lastimosamente su experiencia no fue la que esperaba.

“Consideré que era el mejor centro por las campañas que realizaba sobre la maternidad por decisión, pero la ginecóloga que me atendió no tenía la misma visión. Cuando la doctora vio en mi expediente que tenía 21 años, no tenía hijos me salió con que mi pareja debía firmar el consentimiento”, relata Isabel.

La intervención se retrasó porque la cirujana insistía en convencerla de desistir, incluso ofreciendo el reembolso. “El problema era que ella no concebía que una mujer joven no quiera ser madre. Tuve que llamar a la institución para que su jefe le ordene la operación. No sé si así son las cirugías, pero se negó a taparme con una sábana porque me moría de frío y temblaba. Me gritaba porque no podía   cerrarme las incisiones y yo renegaba. Me pidieron que haga la denuncia pero no lo hice”, afirma.

Pidiendo una segunda opinión

En 2014 Lidia T. pidió en su ente gestor ser sometida a una ligadura de trompas. Iba a cumplir 28 años en unos meses y no tenía ni quería -como ahora- tener hijos.

La negativa, por su juventud,  llegó de la mano de una receta de píldoras anticonceptivas y consejo de que primero pruebe otros métodos. Además, según le dijeron, el que le prescribían    ayudaría con los quistes que tenía.

“De alguna forma el médico se  tomó la atribución de decidir por mí qué era lo que  me convenía. Ya en una anterior consulta -por un líquido que me brotaba del pecho- me mandó a hacer, sin mi consentimiento, una prueba de embarazo en lugar de pedir ecografías o una mamografía”, dice.

Por evitar problemas, pasado un tiempo decidió realizarse la AQVF en un centro público. “Primero me dijeron que debía pensarlo, que por lo menos debía tener unito (hijo), que envejecer sola sin que nadie me vea sería  triste. Cuando les conté lo que pasó antes,     me dijeron   que si tenía seguro debía pedir ahí la AQVF”.

“El sistema de salud público da este servicio y de forma gratuita. Sin embargo, la  mayoría de las mujeres que  llegan hasta nuestra organización es porque en  los nosocomios públicos o en su seguro  les han negado el servicio, sobretodo en el área urbana. A veces por ser muy jóvenes o por no tener el consentimiento del marido. Si no tuvieron hijos les dicen que se van  a arrepentir y si los tuvieron  les dicen que no son suficientes”, explica la directora de País de Marie Stopes Bolivia, Ana  Velásquez.

Bajo la premisa “hijos por elección, no por azar”, al mes, realizan 150 procedimientos. En el área rural la  mayoría son mujeres de  entre 30 y 35 años -en promedio- y  que ya han tenido varios hijos.

“En el área rural hemos tenido casos en los que los esposos al enterarse de la ligadura vinieron a reclamar. En todos los casos les mostramos y explicamos la ley que respalda a las mujeres su libre elección informada”, afirma.

 

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