Diplomacia y coca

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Las relaciones diplomáticas entre Bolivia y EEUU han cambiado de rumbo diametralmente. Antes, para los políticos locales el acceso a una visa a territorio norteamericano era imprescindible en sus aspiraciones políticas. Con Evo en el poder, la visa es lo que menos importa. Cuando el presidente boliviano va de visita oficial a territorio norteamericano se da el lujo de usar palestra y denunciar al “imperialismo” como responsable de los problemas que enfrenta la humanidad. En este marco, las relaciones diplomáticas entre Bolivia y los Estados Unidos deslizaron a un desencuentro que podría considerarse natural. El 13 de septiembre del 2008 el presidente Evo Morales expulsó del país al embajador de los Estados Unidos, Philip Goldberg, acusándolo de instigar las violentas protestas contra su Gobierno en las regiones controladas por la oposición. Morales declaró a Goldberg persona non grata tras atribuirle “encabezar la división de Bolivia”.

A pesar de que el Gobierno boliviano intenta normalizar sus relaciones bilaterales con EEUU para el restablecimiento de relaciones al más alto nivel a través de comisiones que trabajan desde noviembre de 2011, el pasado 13 de marzo el presidente Morales amenazó con expulsar definitivamente a la embajada de los Estados Unidos de Bolivia y días después el ministro de la Presidencia convocó al cuerpo diplomático acreditado en La Paz para denunciar que una movilidad del registro de la legación norteamericana transportaba armas en el departamento del Beni. En tono molesto la autoridad dijo que “Estados Unidos ha violado la Convención de Viena”. Estos dos nuevos episodios, sin embargo, no han afectado el trabajo de la Comisión Conjunta de Alto Nivel de Bolivia y Estados Unidos, establecida por el Convenio Marco suscrito el 7 de noviembre de 2011, que busca un acuerdo para el restablecimiento de las relaciones entre los dos países.

La historia. Antes de la asunción de Evo Morales a la presidencia, la embajada norteamericana era la que dictaba las reglas: desde el nombramiento de autoridades, controles y autorizaciones, todo debía pasar por el filtro y aval de la embajada y sus agencias de cooperación. Con la llegada de Evo Morales las relaciones cambiaron diametralmente. Después de expulsar al embajador Goldberg por alentar a los Departamentos de Santa Cruz, Beni, Pando, Tarija y Chuquisaca, reclamando autogobiernos y de oponerse a la nueva Constitución, con la que Morales pretendía refundar Bolivia; en enero de 2009, el Gobierno expulsó a la agencia antinarcóticos (DEA) que hasta 2002 era un muro infranqueable operando en el territorio nacional. Su expulsión tensó las relaciones diplomáticas. El jefe de Estado es un firme defensor de los cultivos de coca. Morales ha dicho que antes de erradicarse la hoja debe erradicarse la demanda  del consumo en los Estados Unidos.

Según el informe sobre la Estrategia Internacional de Narcóticos, divulgada por EEUU “tras la expulsión de la DEA, se causó un impacto negativo en los programas antinarcóticos, especialmente en el área de operaciones de interdicción y en las investigaciones relacionadas con la lucha contra las drogas. La expulsión redujo la capacidad de Bolivia de identificar, investigar y desmantelar organizaciones dedicadas al narcotráfico y limitó severamente la cantidad de pistas originadas en Bolivia para la implementación de acciones de aplicación de la ley”. En junio de 2009, los Estados Unidos determinaron que Bolivia no cumplía con los requisitos de elegibilidad bajo la Ley de Promoción Comercial Andina y no fueron renovadas las preferencias arancelarias en más de 6.000 productos. El impacto de esa medida fue altamente negativo para la industria nacional que dejó de exportar con arancel cero calzados, manufacturas de cuero, derivados del petróleo, relojes y sus componentes, además de  textiles. Las autoridades de la actual administración calificaron este hecho como injusto. Dijeron que nunca antes se había combatido al narcotráfico con tanta rigurosidad. La prueba, señalaron, son las importantes cantidades de droga decomisadas. De esa manera acertaban dos finas puntadas. Responsabilizaban a los anteriores gobiernos de haber sido permisivos en la lucha contra las drogas y a los EEUU como gendarme de la las acciones antidroga.

El 15 de septiembre de 2010, la administración norteamericana volvió a informar a la comunidad internacional que Bolivia “falló de manera demostrable” para cumplir con sus obligaciones en virtud de los convenios de lucha contra el narcotráfico. Se específico en el informe que los cultivos de coca aumentaron un 36%, hasta 35.000 hectáreas, de 2006 a 2009. De igual manera según el mismo informe, la erradicación de coca en 2010 fue de 8.200 hectáreas, mientras que en 2002 había sido de 11. 839.

El beneficio comercial, conocido como ATPDEA (Andean Trade Promotion And Drug Erradication Act) fue suspendido ya en diciembre de 2008 bajo el argumento de que el país no había cooperado en la lucha contra el narcotráfico. Es un hecho que las relaciones diplomáticas entre Bolivia y EEUU están fuertemente ligadas a los resultados de la lucha contra el narcotráfico y al cumplimiento de las metas de erradicación. Si es así, habrá que preguntarse ¿por qué el esfuerzo de reanudar relaciones diplomáticas?

El interés boliviano. De acuerdo a fuentes oficiales consultadas al respecto “es de interés del Gobierno de Evo ´despolitizar´ sus relaciones con los Estados Unidos para reponer una mejor imagen internacional de su administración sobre todo en materia de lucha contra las drogas, así como contribuir fehacientemente a que las fronteras permisivas del narcotráfico no afecten las relaciones intrarregionales, en particular con el Brasil”. Empero, esta opinión no parece contar con mucho respaldo oficial. En 2011 este el Gobierno de Bolivia decidió retirarse de la Convención Única de las Naciones Unidas sobre Estupefacientes que califica la hoja de coca en la lista de estupefacientes. En ese ámbito, la imagen internacional del Gobierno del presidente Morales debe hacer frente a una enorme y desventajosa batalla multilateral para ser readmitida en la Convención de 1961. Bolivia tiene plazo hasta el enero de 2013 para convencer a 2/3 de los 184 Estados signatarios de la Convención de que la hoja de coca en su estado natural no es un alcaloide. “Una batalla casi imposible de ganar”, de acuerdo a fuentes diplomáticas consultadas en La Paz.

Relaciones al más alto nivel. El 28 de febrero de 2012, la Cancillería del Estado Plurinacional fue escenario de un primer intento de recomposición de las relaciones bilaterales con los Estados Unidos. Delegaciones del más alto nivel celebraron una reunión oficial “sobre la base del respeto mutuo y la responsabilidad compartida”, como cuidadosamente estipula el comunicado de esta reunión.  La Comisión Conjunta de Alto Nivel de Bolivia y Estados Unidos, establecida por el Convenio Marco suscrito el 7 de noviembre de 2011, abordó temas referidos a la cooperación judicial, cooperación al desarrollo (programas en salud, desarrollo económico, medio ambiente, fortalecimiento municipal, desarrollo integral y seguridad alimentaria), cooperación  comercial, cooperación en la lucha contra el narcotráfico y cooperación multilateral, así como otros temas de interés común. Este escenario fue propenso para que el Gobierno del presidente Morales vuelva a poner en carpeta la extradición de Sánchez de Lozada y sus ministros para que respondan en la justicia por varios delitos.

Las relaciones boliviano norteamericana se reforzaron mediante la firma de un acuerdo tripartito. El 20 de enero del presente año Bolivia, Brasil y EEUU suscribieron el Proyecto Piloto de Sistema de Control de la Reducción de Cultivos Excedentarios de Coca, bajo el principio de la responsabilidad compartida. El proyecto promoverá la coordinación técnica y científica entre los países firmantes con el fin de tener un mejor control y mayor precisión en las áreas de cultivo excedentario de coca. El proyecto además le permite al Brasil el uso de aviones no tripulados para vigilar la extensa frontera binacional por donde transita el narcotráfico, así como la instalación de radares en la extensa frontera que separa a ambos países. Sin bien el componente central de estos acuerdos está avanzado faltan definirse detalles técnicos para su implementación. En ese escenario, uno de los hombres más influyentes  del Gobierno brasileño, el actual ministro de Defensa Celso Amorín, estuvo en La Paz en octubre de 2011 para impulsar acuerdos de cooperación y financiamiento en el tema neurálgico de la seguridad fronteriza. De esta manera, el gobierno de Evo Morales reconoce implícitamente que las relaciones entre Bolivia y EEUU y terceros países obedece a la lucha contra el narcotráfico.

Se puede observar que en los últimos meses, la intención del Gobierno es restablecer el marco de sus relaciones internacionales, basado en parte en la lucha contra el narcotráfico. Esto se puede interpretar de la siguiente manera: Bolivia pretende reingresar a la Convención de Viena sobre Estupefacientes de 1961. Es todavía prematuro esperar algún resultado concreto de la reciente visita del Presidente Morales a la Comisión de Estupefacientes de la ONU, en Viena, donde defendió la despenalización de la hoja de coca para usos tradicionales. Habrá que estar atento para ver los frutos concretos que pueda cosechar la diplomacia boliviana en lo que se refiere a la estrategia para  que la demanda boliviana obtenga el apoyo suficiente de la comunidad de naciones.

Queda claro que el destino que las relaciones diplomáticas de Bolivia con la comunidad internacional están signadas por los resultados que obtenga la actual administración en materia de lucha contra el narcotráfico. Para muchos analistas el Talón de Aquiles de la actual administración.

Nicolás Rodríguez Gandarillas es Máster en Relaciones Internacionales y Diplomacia