El PumaKatari descubre Siete Lagunas
“¡Siete Lagunas, última parada!”, anuncia el anfitrión del bus BA-095 mientras el motor del vehículo se detiene. Cuando se abre la puerta, una gran nube de polvo envuelve a los pasajeros que descienden curiosos a una alfombra de cascajo desde la que se divisan montañas cubiertas de pajonales.
Decenas de personas aprovecharon el buen clima del domingo para conocer la nueva ruta del PumaKatari que llega con sus flamantes motorizados hasta la zona Siete Lagunas en la ladera noroeste de la urbe. Los habitantes del sector piden que el servicio edil se amplíe a más zonas.
En la última parada del Puma, Juan Quisberth se acerca lentamente al borde del barranco que en los últimos días se convirtió en el mirador natural más popular de la parte norte de la ciudad. A su lado se encuentra su esposa con quien disfruta la vista, el aire limpio y el silencio.
“Hemos venido con mi esposa para conocer y pasear porque en la tele hemos escuchado que había una nueva ruta”, dice don Juan mientras acomoda entre las piedras la base de su bastón. “Antes ella trabajaba en la avenida Vázquez, por eso queríamos ver cómo está el lugar”, señala.
Él tiene 80 años y su esposa unos cuantos menos. Hace 30 años que no visitaban el lugar y entonces las casas apenas llegaban a la autopista. “Habían crecido mucho las zonas. Cuánto más crecerán y yo no podré verlo. Hasta Pumas ya llegan”, expresa entre risas roncas.
A pocos metros, familias enteras se sacan fotografías con el paisaje de fondo. Los niños, acostumbrados al ruido de la ciudad, se asombran con el silbido del viento, el balido de unas cuantas ovejas y el vuelo de una especie de águila o “maría”, como le dicen los vecinos del lugar.
“Hay harta gente que quiere conocer la ruta del Puma para ir a Siete Lagunas, que está a unos 20 minutos de acá”, dice el funcionario de control de parada.
De otro de los Pumas -que cerca al mediodía llegan cada 10 minutos- desembarca Amalia Mamani junto a su pequeño hijo Jhon. Son vecinos de la zona. “La llegada del Puma es muy beneficiosa, sobre todo los sábados y domingos porque los minibuses desaparecen. Pero como ya hay en que volver, nos hemos animado a salir”, asegura Amalia.
Para ella el único problema es que si tienen “atados” grandes no pueden ingresar al bus. “El otro día no me han dejado subir, pero hoy no me han dicho nada. Mi bulto es pequeño, entra sobre mi falda o bajo el asiento”, explica demostrando lo que ha aprendido sobre las normas del bus.
Margarita Quispe y sus dos hijos llegan en el siguiente bus. Ella vive en San Lorenzo, a unas ocho cuadras de Siete Lagunas. “Desde aquí ya es laderita y no es tan cansador. Hay taxis que van desde San Martín (antes de Siete Lagunas) pero ya es otro pasaje y es mucha subida para ir a pie. Quisiéramos que el Alcalde lleve la parada del Puma hasta más arriba, para que beneficie hasta la última casita”, solicita.
“Es hora de irnos” dice don Juan mientras se aproxima a la parada de salida. “Ya sé dónde esperar, el Puma también pasa cerca de mi casa, en Pampahasi. Es un transporte para nosotros los viejitos y los niños porque es más barato y somos los preferidos en la atención”, asegura.
En 30 minutos el BA-095 retorna a la Plaza Alonso de Mendoza. “Hasta pronto. Gracias por usar el PumaKatari” se despide el anfitrión mientras ayuda a descender a don Juan.