No hay tregua: Roboré batalla contra el fuego con baldes y palas

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Foto: RRSS

El fuego no da tregua.   La población de Roboré; efectivos de la Policía, de la Gobernación, de la Alcaldía cruceña y decenas de voluntarios trabajan a contrarreloj para “enfriar el territorio”. Con bidones, baldes, picos  y palas,  cientos se internan en el bosque para evitar que  los  intensos vientos anunciados para hoy reaviven las llamas.

“Hay un anuncio de vientos y todo  depende de las próximas horas. O se subsana  la situación hasta esta  noche  o se complica con los vientos del norte que pueden extender  los incendios”, señala con pesar el secretario general de la Alcaldía de Roboré, Carlos Ragone.

En Roboré reina la incertidumbre desde hace  días. Si bien hay horas de calma,  la tensión vuelve con las columnas de humo que indican que en algún punto del bosque  las llamas avanzan.

Los niños no van a clases y, como los adultos, no paran de toser mientras se frotan los ojos rojos por  las cenizas que arrastra el aire. Algunas vertientes, antes cristalinas,  ahora están llenas de hollín.

Todo el municipio trabaja sin bajar los brazos. Hombres y mujeres han dejado sus actividades para  ponerse en apronte. Pero pese a todo el esfuerzo, el fuego se rehúsa a extinguirse.

Con prisa, helicópteros, cisternas y vehículos con vituallas y herramientas vienen y van sin parar. Cada día los bomberos y voluntarios  son más, pero ni aún así consiguen ganar la batalla.

Las cuadrillas  apagan un foco de incendio y en cuestión de horas éste se vuelve a reavivar. Y es que el bosque seco es combustible y una sola chispa  puede convertir  kilómetros en un infierno.

“Uno cree se han apagado los incendios pero no es posible hacerlo. Esto sobrepasa cualquier capacidad, necesitamos ayuda internacional”, dice el alcalde de Róboré, Iván Quezada.

Parado sobre la carretera Bioceánica, a la altura de San Lorenzo, mira con preocupación el bosque chiquitano, donde el fuego sigiloso da muestra de su presencia con densas humaredas que de pronto se vuelven llamas.

El martes, todo el personal desplegado trabajó en una extensión aproximada de 30 kilómetros. No obstante, al concluir la jornada las comunidades de San Lorenzo, Quitunuquiña y Paquió (Aguas Calientes) nuevamente reportaron  fuego.

Hay  cisternas, pero en el bosque no hay caminos. Los bomberos llenan  decenas de bidones con agua y con ellos al hombro  se internan en la masa de humo.

Pero aún a pie, hay serranías inaccesibles como  San Luis. “Ahí sólo se puede llegar vía aérea, solo con helicóptero o avioneta”, explica Ragone.

Hasta el martes, tres helicópteros trabajaron en la zona y ayer el Ministerio de Gobierno envió una avioneta  adicional.

El tiempo para la Chiquitania se acaba y sólo queda rogar para  que los vientos anunciados para hoy no lleguen.

“Nuestra capacidad está sobrepasada”

“Como voluntarios decidimos salir por cuenta propia para colaborar. Faltan manos”, señala Gerson Bravo, uno de los voluntarios que llegó la madrugada del miércoles a Roboré.

Apenas su grupo bajó del bus empezó a trabajar. Es sólo uno de los  varios  bomberos voluntarios que arriban a la zona de desastre y desde y que    no se han detenido para nada.

“Necesitamos ayuda internacional. Nuestros voluntarios no paran y ya están cansados. Ya no dan las fuerzas”, señala uno de los pobladores que también ayuda a apagar el fuego.

Otro afirma que la magnitud del evento ya sobrepasó la capacidad del país. “El Presidente dijo que no es necesaria la ayuda, pero  el humo y el fuego sigue”.

El alcalde del municipio de San José, Germaín Caballero, señala que en su territorio, como en Charagua, la situación se agrava y es  necesario asumir medidas urgentes. “La situación es grave, necesitamos ayuda internacional. Nuestra capacidad esta sobrepasada”, dice.