Patrimonio arqueológico paceño quedó reducido
Arrasar un sitio arqueológico con miles de piezas y fragmentos de cerámica tiwanakota y chullpas de los antiguos aymaras, que nunca más serán vistas tras ser destruidas por eventuales mercaderes de terrenos ancestrales, puede costar en la ciudad de La Paz la modesta suma de poco más dos mil dólares.
De hecho, eso es lo que en moneda nacional, 16.800 bolivianos, decidió cobrar el gobierno municipal de La Paz hace seis años, y prometieron pagar cuatro vecinos de Chijipata-Kellumani, uno de los barrios de Achumani, Macro distrito Sur, en cumplimiento de un acuerdo conciliatorio con las autoridades locales, en 59 y 132 cuotas mensuales, a cinco y 11 once años plazo.
“Ese es un mensaje oficial inaceptable, pero penosamente cierto”, lamentó estos días la arqueóloga Karina Aranda, en torno a la transacción, incluida en última documentación oficial, que puede todavía sentar precedente, dijo, para otros atentados al patrimonio arqueológico.
“La chullpa es invaluable. Pero no se solucionará nada pagando. Hubo los que se llevaron piezas a sus casas. Se ha dejado que se destruya el sitio arqueológico”, agregó la experta.
Favorable a una diversidad de loteadores al acecho, la inversión resulta por demás óptima, si se tiene en cuenta que el predio es posible de ser vendido en 45 veces más, de acuerdo a la monetización actual de los lotes que promedia un mínimo actual de unos 90 mil dólares por 500 metros cuadrados, cotización incentivada por el reciente aumento de la base imponible para los inmuebles y su valor catastral.
En julio 2008, según los antecedentes que rodearon al caso, el arqueólogo Carlos Lemuz denunció al municipio la destrucción de cistas (entierros suberráneos de piedra) aledañas a la chullpa aymara pacaje de Chijipata, que se sumaban a la devastación de otras piezas de arquitectura funeraria y contextos arqueológicos
Ni bien se intentó recuperar el material arqueológico -“no existía normativa para realizar procesos en áreas arqueológicas”, se dijo entonces-, una semana después “los vecinos del lugar destruyeron una torre funeraria con maquinaria pesada”, señala una memoria técnica incluida en la documentación base de la ley.
La Subalcaldía de la zona sur (SASZ) inició debido a esa causa procesos a los sindicados por razones de “movimiento de tierras y construcciones ilegales” (un galpón es aún visible ahora, pero de cistas y chullpas no queda nada salvo la que subsiste por cuenta propia), “marco donde se habría efectuado la destrucción de patrimonio arqueológico”.
Sin embargo, todo agonizó en el mencionado acuerdo transaccional de 2010.
Un año antes, en vista de la “falta de políticas municipales sobre preservación y ejecución de proyectos arqueológicos en el municipio” se había programado un “salvataje” que naufragó ante la resistencia comunal, que por lo demás recurría al auxilio de Palca, el municipio adyacente a Chijipata.
¿CÓMO SE REDUJO EL ENTORNO ARQUEOLÓGICO?
El 18 de noviembre del 2011, tuvo lugar uno de los sucesos más contradictorios y de retroceso para la preservación de lo que queda de un área de entierros prehispánicos anteriores al siglo XII, el de Chijipata-Kellumani, un sector de Achumani, Macrodistrito Sur de la ciudad de La Paz.
De acuerdo a recientes informes oficiales, ese día los ejecutivos de Catastro (GAMLP) pidieron a sus homólogos de Patrimonio revisar la recomendación de no construir en un radio de 90 metros (25.000 m2 aproximadamente) alrededor de la chullpa sobreviviente.
Tan sólo cuatro días después, un técnico de Patrimonio se “constituyó” en el lugar para delimitar un “nuevo polígono de protección” concluyendo con la reducción del área a un espacio restringido “al barranco calle y muros actuales”, sin edificaciones y posible de expropiación.
Un nuevo técnico que sustituyó al anterior, aconsejó en febrero del 2013 que el resguardo y la expropiación del lugar se realizaran “tomando en cuenta el polígono recomendado” en 2011.
Los siguientes cuatro años fueron claves: dos resoluciones administrativas, la 048/2012 Plan Integral Alto Achumani, y la 037/2015, consolidaron el recorte comprimiendo el área del sitio arqueológico a un polígono de 1.907 metros cuadrados, corroborando la Planimetría Validada que el Municipio aprobó en febrero de 2014.
Hoy, ni siquiera esa enorme mengua parece ser suficiente para el GAMLP. Un tercer técnico que sustituyó a sus colegas anteriores, advirtió en febrero y mayo de este 2016 que la aprobación de una vía de acceso por el barranco sur “mermaría significativamente la superficie donde se encuentra la torre funeraria”
Los detalles forman parte de la documentación adjunta a la Ley N° 196 de Declaratoria, como patrimonio arqueológico, histórico y cultural, de la última torre funeraria (chullpa) de los señoríos Aymaras Pacajes.
Aprobada el mes pasado en el Concejo, la nueva legislación edil ha sido puesta en vigencia sin que, al parecer, la acción reductora desde 2011 haya conmovido a diferentes autoridades de todos estos años, entre ellas las de Administración Territorial y Catastro, Patrimonio Cultural, el secretario de Culturas, el Alcalde y el Concejo quienes, finalmente, decidieron incorporar como “parte indisoluble” de la novísima legislación los informe Técnico y Legal que prácticamente “blindan” la severa merma que sufre el área circundante a la chullpa.
Diez meses después de recomendación concejil para protegerla de inmediato y pese a la ley municipal promulgada en agosto pasado para conservarla y difundirla como patrimonio arqueológico, esta casi milenaria torre funeraria de Chijipata-Kellumani, carece de un techo o resguardos laterales que al menos la cubran de la intemperie y la acción humana, desperdigadas como están algunas de sus lajas (piedras planas de arenisca o pizarra) y otros restos, todavía, a su alrededor, sin intervención oficial que las rescate.
Resistiendo al tiempo y la sociedad, la chullpa de Chijipataes la última y únicasubsistente en el municipiopaceño. Carga encima al menos ocho siglos de antigüedad.
Otras pertenecen a municipios aledaños como Achocalla o el Alto, pero en el municipio paceño es la única.
DIEZ MESES SIN RESPUESTA EFICIENTE
Además deque los loteamientos privados y el retroceso municipal en sus propias recomendaciones patrimoniales hayan encogido hasta en 97 % el área circundante a la que perteneció la última chullpa de los antiguos aymaras, en esa zona del municipio local gran parte de las construcciones circundantes, si no todas,se alzan sobre cerámica y artefactos tiwanaku y pacaje.
La preservación inmediata recomendada porel Concejo al Ejecutivo en diciembre pasado se hace esperar también por una expropiación en curso pero sin concreción a la vista, una vez que se sugirió crear una Comisión del Ejecutivo que analice “la factibilidad” de tal procedimiento.
Una última Minuta de comunicación del Concejo pide al alcalde Luis Revilla “pueda acelerar el trámite de expropiación” y “acordar con los propietarios (por ahora) de ese predio, algunas acciones inmediatas para precautelar este importantísimo monumento histórico de referencia a un pasado entraña a la cultura” prehispánica.
No obstante esa solicitud de intervención preventiva en tanto el predio pasa a la Alcaldía, los vecinos dicen que nadie se ha acercado a ellos, aunque hay el registro formal de dos notificaciones “pegadas en puerta” en dos terrenos baldíos sin muros perimetrales ni muchos menos portones o ingreso principal.
En la zona, en un espacio de unos 30 metros de frente por 63 de fondo repartidos en dos lotes, el área circundante a la tumba ha quedado reducida 1.907 metros cuadrados, respecto de los 60.000 que tuviera hace nueve años abarcando varias manzanas en una meseta de 28 hectáreas de antigua ocupación predominantemente tiwanakota y después pacaje, uno de los señoríos aymaras en que devino Tiwanacu.
El mayor daño visible afecta a su bóveda falsa, ahora más grande que un barril, y a las piedras lajas (planas) que soportan sus paredes y que algún despistado visitante termina utilizando como gradas.
“De chico, cuando jugaba cerca de las chullpas, el agujero sólo era como mi palma, del tamaño de un platillo” rememoró, Francisco Choque Casillo (28), vecino colindante y heredero de los comunarios ancestrales de Chijipata.
Alertado de su existencia, el arqueólogo José Capriles fue de los primeros en examinarla en 2001. En los siguientes años lo acompañaron en el reconocimiento sus colegas Carlos Lemuz, Karina Aranda y José Paz.
“Cuando la ví, estaba transformada en corral y baño; es un verdadero milagro que se haya conservado”, dice Aranda una década después.
“Se salvó porque no hubo los 200 bolivianos que quería cobrar el tractorista para aplastarla y nivelar el terreno”, recordó la arqueóloga. Aun hoy el cerdo atado al matorral que rodea la pared norte intenta ingresar al recinto por el ingreso orientado hacia el nacimiento del sol, una constante de la arquitectura ancestral.
MESETA ARQUEOLOGICA INVALUABLE
La prospección inicial de evidencia y rasgos arqueológicos se produjo en 2005 y los resultados se vaciaron en un Mapa de Areas Arqueológicas Potenciales del Valle de La Paz (2008) que la administración Del Granado alcanzó a difundir en 2010.
Ese informe abarca los más antiguos asentamientos de Miraflores, Pampajasi y Chullpani-“Ciudadela estronguista” y Chijipata-Kellumani, una de las cuatro mesetas que bordean Achumani. En esta última el equipo detectó cinco entidades o sectores de ocupación que los arqueólogos denominan también también “rasgos”.
El primero ubicado al sur, al borde del barranco que da al río Umapalca, albergaba según los vestigios a cuatro torres funerarias, tres de ellas ya colapsadas, y otras tantas cistas o entierros subterráneos con tapa de piedra; en torno al conjunto se halló hace ocho años material cerámico y lítico concentrado en un ancho 78 y 195 metros de la chullpa que aún se mantiene en pie.
El segundo sector correspondió 2.7 hectáreas comprendidas entre la avenida y la cancha zonal de fútbol, distante hasta 160 metros de la vía principal. Las restantes tres, rodeaban a las anteriores, incluido el sitio de las antenas de Radio Fides.
Los expertos encontraron evidencia de que Chijipata comenzó a ser ocupada en algún momento de los años 1000 y 100 antes de Cristo, y que hasta el año 550 de la era actual se asentó una población distinta incluso de la cultura pretiwanakota de Chiripa (en su época tardía), sucediéndose desde entonces y hasta el 1200 la presencia Tiwanaku, hasta 1430 la Pacajes, a la cual corresponde la chullpa sobreviviente, y después la Inca que finalizó en 1538.
AVANZAN LOS TRACTORES
Uno de los resultados importantes de esa prospección inicial fue valorar posibles impactos que podría tener el crecimiento urbano sobre rasgos arqueológicos de la zona.
También, “proponer estrategias de mitigación o rescate a partir de excavaciones y sugerir acciones de protección física y legal”, destacó Lemuz en su reporte académico, recordando que las cistas a 40 metros al este de las chullpas se hallaban en regular estado de conservación hasta el 2005.
La destrucción de la última en 2008, poco después de su denuncia, expuso restos óseos humanos y material cerámico y lítico, “parte del cual fue relleno de cimiento de una vivienda aledaña”, remarcó el experto.
“Se encontraron bajo las casas huesos y restos de dos chullpas junto a un galpón que todavía se puede ver; las piedras de las cistas fueron convertidas en cimientos de una construcción a 40 metros al sueste de la torre”, coincide hoy Aranda.
Para la arqueóloga, las autoridades desvirtuaron el concepto de área arqueológica, excluyéndolo y reemplazándolo por el término de polígono.
“No es el adecuado, no se soluciona nada con polígonos: son parciales, no integrales; eso sólo deja una cáscara porque no se tiene formación. Se destruyó lo que quedaba, lo más grande no está protegido, lo dejaron fuera.”, dijo.
“No hay nada que hayan hecho para proteger el concepto de área arqueológica, es un antecedente nefasto para el resto de los sitios, para que puedan ser destruidos más fácilmente, pese a que tienen el Mapa de riesgos elaborado el 2008”.
La subsistente torre funeraria tiene una planta cuadrangular de 4.27 por 3.35 metros y altura de 2.17, con puerta de de forma ojival y dintel de piedra laja (0.90 por 1.09), dijo Lemuz en su reporte hace ocho años.
Pero “la erosión ha deteriorado ostensiblemente la parte norte de la estructura, cuya planta original pudo haber tenido cerca de 5 metros en sus caras este y oeste y 4 en sus caras norte y sur; su altura probablemente superaba los 4 metros” (el doble del nivel actual), señaló también.
RUTA DE INTERCAMBIOS PREHISPANICOS
Chijipata-Kellumani fue un complejo doméstico, funerario y agrícola, vinculado a los intercambios que unían, desde el periodo formativo (hasta mil años antes de Cristo), al valle de Chuquiabo-La Paz con el lago Titicaca y el altiplano, por un lado, y los Yungas y los valles menores de Río Abajo.
Los pobladores de Chuquiabo “resistieron tenazmente el avance inca en la región y su presencia estuvo bajo la sombra de la inestabilidad y la tensión, debido a lo cual el Inca debió acrecentar la diversidad étnica”, según el estudio de Lemuz, reubicando mitimaes o indígenas trasladados desde diferentes lugares del imperio para controlar la producción y tránsito de coca y otros bienes.
Pocos kilómetros arriba, se encuentran Piskullo y Pantini (con una fábrica de la mezcladora de cemento “Ready Mix” en medio), dos caseríos de las inmediaciones con sendas y rutas caravaneras de llamas y alpacas que vinculan Achumani con Ovejuyo, Chuquiaguillo, Achachicala y Hampaturi.
“Son parte del entramado de caminos prehispánicos que vinculaban cultural y económicamente a La Paz con la Amazonia”, refirió el arqueólogo.
A partir de la disminución del área circundante, el Concejo podría admitir una reconsideración de la ley, cuidando que esta acción no afecte sin embargo la intervención preventiva inmediata para proteger la tumba prehispánica.
Esa misma legislación l parecer no fue coordinada con el gobierno central (Folio 67 del legajo sobre la ley y su promulgación), explicaron algunos concejalesseñalando que rige además la iniciativa ciudadana para una reconsideración, que podría ser complementada por una auditoría administrativa, técnica y legal al conjunto de disposiciones que permitieron la reducción del sitio arqueológico.