Personajes 2019: Jeanine Añez. El inicio de un nuevo ciclo

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Foto: Revista dat0s 228

La presidenta de Bolivia anunció las elecciones más transparentes de la historia tras el conflictivo escenario que vivió el país luego del proceso electoral del pasado 20 de octubre marcado por una serie de factores adversos.

En la rampa de entrada de un Gobierno transitorio y habiendo salvado la sucesión luego del clima de tensión social que estuvo a punto de explotar a un enfrentamiento mayor, apuntado en las redes sociales al descontrol parecido a una guerra civil, la segunda presidenta de la Cámara de Senadores, asumió la conducción del país la noche del martes 12 de noviembre. La beniana Jeanine Añez se enfrenta a la misión de encaminar al país a lo que ella misma ha denominado “las elecciones más transparentes de la historia de Bolivia”. Ha superado un par de escollos que se habían instalado como fantasmas muy cerca de su despacho presidencial en el antiguo Palacio Quemado -como les gusta llamar a los nuevos inquilinos de esta construcción de la época republicana- cuya historia remonta la escultura de políticos forjados con la sangre y la pasión de luchas estoicas, a veces, aunque otras no; quienes ocuparon por accidente, sucesiones traumáticas, golpes de Estado y una cadena de acontecimientos que al final son juzgados por sus actos.

“Bolivia ya no es la misma”, sentenció la presidenta Añez con la biblia en la mano en los balcones que dan frente a la plaza Murillo, símbolo emblemático de caudillos y tiranos; faroles que alumbran hasta estos días la llama de los libertadores y con la sangre derramada de quienes la historia se ha puesto contra ellos. La sucesión presidencial le correspondió a esta beniana que en pocos días de haber asumido la tremenda responsabilidad de pacificar Bolivia, luego de un mes de disturbios que enfrentaron a los bolivianos entre “traidores” y “vendidos”, ha tenido la capacidad de guiarse con los pies de plomo para que el corto periodo de su mandato de transición no caiga en los excesos que a veces imponen quienes asumen una responsabilidad mayor; dejarse endulzar los oídos atendiendo a unos y olvidándose de quienes en definitiva se constituyen en el primer elemento visibilizador de un Gobierno: el pueblo o una gran parte de él que salió a las calles por un cambio.

Las hegemonías de los esquemas secantes, incluso de los que hacían alarde del Pacto Social, se han roto con el estilete punzante y filoso que abrevia las estadías entre cortas o duraderas y pasen a la historia. Añez se ha mostrado inquebrantable en los primeros días de su mandato transitorio. No se puede entender su presidencia sin tener claro los motivos de la sucesión de un Gobierno que había decidido marchitarse en el poder. La misión de Añez es el recuentro entre los bolivianos atendiendo entre compromisos y utopías sin los que la mujer pierde sus fortalezas.

Por primera vez Bolivia se encuentra amenazada. El país esquivó una guerra civil de milagro. La situación recuerda otro momento de nuestra historia. En 1980 Lidia Gueiler, tuvo que abandonar su Gobierno también transitorio primero con una carta que la invitaba a irse, luego con el sangriento golpe paramilitar encabezado por Garcia Meza. Añez goza de simpatía y popularidad. Para muchos su experiencia política de 10 años en la sede de Gobierno le abre la visión de entender Bolivia en su verdadera dimensión. Es su gran ventaja, la misión histórica de unir a los bolivianos.

 

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