Titicaca, un paso clave para la cocaina peruana

0
199

La droga peruana llega a pequeñas comunidades de Bolivia. Luego atraviesa siete municipios para llegar a las ciudades capitales, desde donde se la reparte hacia Brasil y Europa. Los narcos pagan hasta 250 dólares a los balseros para que trasladen su mercadería

Es un secreto a voces. La pasta base de cocaína recorre las estrechas calles del poblado de Puerto Acosta (La Paz) como cualquier otro producto. Llega desde la Amazonia peruana y atraviesa gran parte del lago Titicaca hasta llegar a la ciudad de El Alto, desde donde se la distribuye generalmente hacia Brasil. En todo el trayecto, que dura casi cinco horas, hay poco patrullaje antidroga. Los narcos tienen casi la vía libre para comercializar los estupefacientes. 

Puerto Acosta está a 200 kilómetros de la sede de Gobierno. 

La localidad, cercana al lago Titicaca y fronteriza con Perú, despierta recién por la noche. El negocio de la cocaína en esa región no es un secreto, hay pobladores que están conscientes de que la droga pasa por sus empedradas calles durante tres noches a la semana. Prefieren callar, por temor, y así dejan que la sustancia controlada llegue al país desde Perú. 
“Son tres noches a la semana, llega gente peruana a las comunidades de Janko Janko y Villa Puni (ambas en Puerto Acosta) y desembarcan droga”, relata a EL DEBER un habitante de Puerto Acosta. 

Otra pobladora comenta que los narcos pagan entre 200 y 250 dólares a los balseros del lugar para que la pasta base de cocaína ingrese a territorio nacional. 

La ruta
Ya en el suelo boliviano, la droga recorre siete municipios paceños antes de llegar a El Alto. De Puerto Acosta pasa a Escoma, Puerto Carabuco, Ancoraimes, Achacachi, Huarina y Batallas. 

Antes de esa travesía terrestre, según la gente, los narcos utilizan las rutas lacustres de Pasuja, isla Parajachi y Villa Puni. En territorio peruano, la sustancia llega a las municipalidades de Tilali, Conima, Moho y Vilquechico, que están en el departamento de Puno.

La información de la ruta fue concedida a este medio por un poblador que en una ocasión transportó droga vía lacustre desde la isla Soto, en Perú, hasta la comunidad boliviana de Villa Puni. En un principio, dice el poblador de no más de 30 años, no conocía qué producto iba a trasladar. “Me dijeron gasolina y garrafas. Luego me di cuenta de que era droga. Me callé, no dije nada. Me pagaron 200 dólares por la lancha y me pidieron que me vaya. Da miedo, porque son peruanos, pero también hay bolivianos”, denuncia. 

El viceministro de Defensa Social, Felipe Cáceres, admite que es “humanamente imposible” controlar la frontera lacustre, pero añade que se logrará disminuir el tráfico de drogas con la instalación de radares. 
“Los narcos aprovechan las barcazas para trasladar la droga de Perú, cruzando el lago sagrado del lado boliviano (…) en tierra transportan la droga hasta en burros por rutas inaccesibles para la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (Felcn)”, detalla Cáceres. 

¿Hay una ruta definida en el lago Titicaca por los narcos? Cáceres prefiere callar. Es por estrategia y por seguridad, dice. 

Este medio se comunicó con el Departamento de Relaciones Públicas de la Dirección Antidrogas (Dirandro) de Perú. Desde esa oficina se confirma que la pasta base de cocaína pasa por el lago Titicaca y llega a Bolivia, pero prefieren evitar mencionar los poblados por los que recorre la sustancia controlada, esto por razones de estrategia y de seguridad. 

Los puertos de la droga
En la comunidad de Janko Janko habitan no más de 20 familias. Es pequeña, sin una plaza central, pero sí con una unidad educativa. 

Está a orillas del lago Titicaca, tiene pocas casas, casi todas construidas con ladrillo. No hay un muelle, menos un puerto, por donde llegue la droga. Las barcazas se asientan a la orilla tres noches a la semana. Sacan la pasta base de cocaína sin apuros y de ahí la trasladan por senderos hacia Puerto Acosta. Ese viaje en vehículo dura una hora. 

En el municipio, la sustancia pasa a vehículos para trasladarla hacia El Alto. 
Solo hay un puesto policial en Puerto Acosta. Un solo policía, que poco, o casi nada, puede hacer para evitar el tráfico de sustancias controladas. Más allá, en Achacachi y Puerto Chaguaya, existen puestos militares, pero los efectivos no realizan un control al interior de los vehículos pequeños. Ese trabajo se lo hace solamente al transporte pesado, según confirmó este medio en el recorrido. 

En la ruta no existe ningún puesto de la Felcn. Cáceres reconoce que eso ayuda a los narcotraficantes, pero que se analiza la instalación de un control en alguno de los siete municipios por donde pasa la droga. 
Villa Puni es otra comunidad donde llega la cocaína. 

Es también pequeña, pero creció con apoyo externo, como el de la cooperación alemana en temas de agua potable. La gente es amable, pero calla cuando se les menciona la palabra narco. No hay muelles. El beneficio de este poblado es que está cerca del camino hacia el municipio de Escoma. No se necesitan burros para hacer trasbordo. 

Según el acta de la reunión de coordinación y planificación fronteriza de instituciones peruanas y bolivianas competentes en la lucha contra las drogas, que se desarrolló en julio de 2013 en Puno (Perú) se confirma que el tráfico de cocaína por el lago Titicaca se lo realiza por las noches. Aunque no se mencionan las poblaciones, el texto dice que se “tienen identificados lugares de embarque y desembarque”. 

El representante de la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (Unodc), Antonino de Leo, no tiene datos del tráfico de cocaína por el lago Titicaca y aplaude los esfuerzos de Bolivia y Perú por el trabajo en la lucha antidroga.