
Los medios televisivos han estado en el ojo de la tormenta, una constatación no menos grave tras el visible monopolio de las encuestas y los debates en dos canales cruceños que subió la alarma en el amarre a unos cuantos niveles de adrenalina en La Paz. Detenido en el tiempo, el canal estatal no ha tenido una respuesta certera lo que lleva a pensar que el Gobierno no solo se ha marginado como factor de servicio (la que nunca tuvo) sino que debate su existencia en este agonizante fin de ciclo masista entre conjeturas de invisibilidad por ciertos intereses en pugna: la relación estrecha de algunos canales cruceños con la candidatura de Tuto Quiroga. Más allá de hechos puntuales que no huelen a conjeturas, finalmente la crisis mediática paceña consiguió que el debate de anoche haya tenido que ser en la sede de gobierno casi a gritos. Todo evidentemente lacrado en el debate presidencial en el que ninguno de los candidatos atendió en serio la denuncia del presidente del TSE de un golpe en curso contra la democracia para evitar la segunda vuelta electoral. En su discurso de apertura, la denuncia le tomó varios minutos a Oscar Hassentoufel.
Más allá de este hecho puntual que ninguno de los candidatos tomó en cuenta, los devaneos incorporan un nuevo debate sobre el rol privado en la comunicación: para quién trabaja, qué intereses persigue y el dramático corcheteo de los que tendrán bajo su responsabilidad la conducción de Bolivia TV. Además, del favoritismo de la información privada; estamos lejos de alcanzar la edad madura en permitir que los medios editorialicen (como en los EEUU) su apoyo en la línea de un candidato, sin que esto acabe produciendo tanto ruido.