Plata para tener plata

Mikio Obuchi
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alasitas, plata, tradiciones

Estaba pensando en la Alasita como es hábito en esta época, como aquel otro espacio donde si eres niño (ojo que todos llevamos un niño dentro) te llama la atención la reducción del mundo a la palma de la mano, en el que todo se ve tan pequeño y frágil, de esta forma remueve los sentimientos. Quizás, el tiempo se detenga, algunos (como yo) volverán a vivir la feria cuando se entronizaba en la Tejada Sorzano, otros recordarán cuando llegó al zoológico y otros en los puestos que se van poniendo el 24 de enero a las 12 hrs. en lugares tan cercanos como “la esquina de tu casa”. Hay que reconocerlo: es una fiesta adorable por muchas razones, importante por otras más.

¿Es esa reducción del mundo y en cierta forma ese atisbo de identidad lo que nos llama la atención? Ese atisbo de amor propio nos indica lo que somos (los paceños). Y es que en esa fecha y a esa hora se abre el portal a la tierra de la esperanza, con esos claroscuros que conlleva tan celestial sentimiento: el deseo de poseer una pequeña casa que como una semilla se volverá un enorme edificio, esa movilidad de juego que es el germen de un trufi, un camión o un auto familiar. Quizá, esta feria sea lo que nos permita visualizar eso que buscamos para nuestro futuro. Encamina de forma material nuestro deseo, algo así como un ensayo de obtener lo que queremos.

Obtener ese objeto en miniatura funciona como una especie de dispositivo de enfoque (en muchos casos mejor que un coach, por todo el entramado ritual que conlleva); sin embargo, al igual que sucede en la feria de navidad, estamos frente a dos mundos (comprador y vendedor) negándonos un tercero; el mundo infantil (sin importar la edad) que está sin querer buscando una realidad; algunos venden dulcecitos para ayudar a la familia. Otros están ahí ante la clase magistral de vender sus productitos al interesado. Es en ese momento que pienso en el que necesita el dinero para vivir; caigo en cuenta que en la feria “el dinero cuesta dinero”. Una grosera simplificación de un sistema más complejo. Hay que tomar en cuenta que son muchas fuerzas las que intervienen en esta imagen.

La creación de deseos es quizás la cosa más “democrática” del mundo, llega a todos (hablo de deseos creados por que no conozco adulto que quiera un oso de lentejuelas azules y ojos rosas, boca de dragón y que emita facturas para su futuro, los deseos parecen hechos en serie: autos, casas, dinero, viajes, dinero), y es que, quizá, sea ese deseo sumado a la esperanza el que obra de muchas maneras pero ante el “niño” que por alguna razón no puede, trabaja de manera injusta mientras mira como otros compran su deseo para obtener su realidad; el también desea lo que ve que los demás desean.

Este es un mundo complejo, porque mis recuerdos y sonrisas conviven con mis dudas: ¿Será que el banco de la fortuna ampliará sus puertas para los que se conforman con desear un deseo?  ¿Por qué la vida debe ser tan dura incluso en nuestro pequeño mundo paralelo? ¿Es necesario intervenir? ¿En qué cosas nos fijamos cuando vamos a la Alasita? ¿Por qué necesito plata para tener plata?