Tras el clásico Bolívar – The Strongest los fanáticos se han olvidado los partidos amañados

Ricardo Mikio Obuchi
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Bolivar Stronges fútbol
Foto: Fabian García

Después del clásico de fútbol, Bolívar versus The Strongest me veo bombardeado en el chat con los habituales alardes de victoria y las respuestas defensivas de los perdedores; los amigos son así, no importa quien haya ganado o perdido siempre es lo mismo. Sin embargo, me pongo a pensar: ¿qué sucedió con las polémicas del año pasado? Esas en las cuales se acusaba al futbol nacional de amaños en los partidos y, me doy cuenta que afectó mucho o nada en el fanatismo de los seguidores del futbol nacional. Entonces la pregunta obvia viene a mi mente: ¿Por qué parece que ese hecho no ha afectado en nada? ¿Qué fue del Fair Play?

Fair Play (en español: JUEGO LIMPIO) es un término que se usa con el fin de referirse al comportamiento leal y sincero, además de correcto en el deporte y en otros ámbitos. Obviamente lo ocurrido el año pasado es todo menos que Fair Play quizá, está más cerca de la frase achacada a Maquiavelo (“el fin justifica los medios”). Sin embargo, este año la fuerza emocional que impone el enamoramiento de un pueblo a este “rey de los deportes” parece que ha conseguido hacer borrón y cuenta nueva, cualquier persona (ganadora o perdedora) estaría dudando de la credibilidad de los viejos y nuevos resultados; vivimos en una Matrix futbolística entonces sabemos por lo visto que color de pastilla toman los amantes del fútbol.

Quizás la respuesta radique en el término fanático, (palabra que viene del latín fanáticus que significa santuario o templo y que en el sentido actual está relacionado con el apasionamiento exagerado). Quizás en esa emotividad que ponemos a lo nuestro (gustos, equipos, etc.) radica la pasión por muchas cosas como: el fútbol, Star Wars, el Señor de los Anillos, el rock, un partido político, alguna ideología, etc. Muchas veces lo que aleja a algunas personas de este tipo de productos no son los deportes o las películas, sino aquella enorme energía que capitaliza esta emoción fanática (pasión); esta molestia se encarna en expresiones cómo: “no estoy en contra de Star Wars, en si no me molesta, lo fastidioso son sus fanáticos”. Hay que puntualizar que la emocionalidad no es mala, lo que es incómodo es la ceguera y sordera que produce en forma de ejércitos de personas monotemáticas.

Vemos que muchos de estos fanáticos se ciegan con el enaltecimiento de su objeto de adoración que en elementos tan fuertes como ese “amaño” pierden la razón y se hacen de la vista gorda con tal de ver una victoria, quizá por hacer bulling a los del equipo contrario; los clásicos chascarrillos entre amigos. Creo que esto rompe aquel acuerdo tácito del juego limpio y lo transforma en un juego de egos exaltados por un resultado que les hace decir: “ese es mi equipo”.  Sin embargo, la mancha de grasa está ahí mirando tú única camisa blanca.

Tal vez esta pequeña reflexión esté llena de ausencias de conceptos importantes (hay y hubo mucha gente que se dedicó a analizar a este deporte), pero siempre martillan las dudas: ¿Qué nos asegura el Fair Play? ¿Sin juego limpio hay juego? ¿Qué nos asegura que hemos ganado por esfuerzo propio? ¿Qué de esta actitud fanática se refleja en nuestra vida diaria? ¿Hay una relación entre esta actitud y las injusticias que vemos a diario en las noticias? ¿Hay algún valor en las victorias dudosas? ¿Qué estamos dispuestos a hacer por ganar? ¿Cuánto cuesta una entrada?

 

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EtiquetasFútbolLa Paz