Al mar por la razón del mercado

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Bolivia busca obtener un fallo que en términos legales le permitaentablar una negociación con Chile sobre la base de la buena fe y con la perspectiva de alcanzar el éxito que se traduzca en acceso soberano al Pacífico. Una de las premisas parte por recomponer episodios de naturaleza histórica que dieron cuenta de la actitud beligerante chilena al haber ocupado territorio ajeno a través de la fuerza, hecho que desde el plano moral e internacional genera una obligación ineludible “de reparación” y una “Cuestión de Cumplimiento” a la luz del Derecho.

Lo dije en este mismo espacio a tiempo de la entrega de la edición anterior, y es que nada más gravoso para Chile que verse desenmascarado en pleno siglo XXI como un país avasallador y a pesar de ello seguir insistiendo en mantener una postura en la que nada tiene que negociar porque todo está dicho, cuando los acontecimientos que dieron curso a la reyerta fueron propiciados por su beligerancia usurpadora.

La otra premisa parte por establecer si es posible alcanzar una negociación de buena fe antes a que el Tribunal de La Haya emita su fallo. El Presidente Morales a poco de conocerse la declaratoria de su competencia y con buen tino, hizo una invitación al diálogo quizá en el entendimiento de que aun cuando la sentencia del Tribunal nos sea favorable, no está asegurado   el éxito de una negociación, lo que nos podría colocar a fojas cero nuevamente.

Una tercera premisa pasa por aquilatar adecuadamente qué se busca con un acceso al mar. Más allá de remediar de alguna manera una justa reivindicación fruto de la artera invasión, lo que menos debería considerar el ciudadano boliviano es que el propósito por la pugna judicial tiende a alcanzar un lugar de veraneo en playas que precisamente no son las mejores para ello. El interés nuestro, amén a lo histórico y reivindicacionista, indudablemente debe ser y es económico. No tener un acceso soberano al mar nos ha impedido contar con mejores herramientas para hacer frente a agresivas políticas de expansión y exportación de nuestros productos y cumplimiento de programas de desarrollo. La paradoja es que del total de la carga que mueve el Puerto de Arica, entre un 80 a 90% proviene de Bolivia, lo que en buen romance significa que la zona no solo por el trazado geográfico sino por componentes económicos, está altamente ligada a nuestro país.

Nadie mejor que nosotros para hacernos cargo del manejo de ese puerto y a partir de ahí, generar una estrategia tanto empresarial, de inversión, migratoria, etc que sienta soberanía en términos comerciales y que nos permita ser los artífices y rectores del movimiento de mercadería del lugar por doble razón: la histórica y económica.

En ese sentido, más allá de los fundamentos de orden histórico y jurídico que hayamos podido esbozar en nuestro planteamiento, serán razones de mercado las que probablemente  terminen por apuntalar nuestro retorno al Pacífico, es decir, será esa la causa para que finalmente Chile negocie de buena fe y con resultados concretos. Pesarán sin duda los acercamientos que se produjeron en los gobierno de Gonzáles Videla y Hertzog, y Banzer con Pinochet, que dieron curso a derechos expectaticios que después aterrizaron en lo que hoy conocemos por Actos Unilaterales de los Estados, sin embargo, al final de todo este periplo, si acaso logramos sentar a Chile a  negociar de buena fe, serán las razones del mercado las que darán luz para arribar a una solución definitiva, lo que evidentemente no dejará de ser histórico, legal y reivindicatorio. Por esa causa, nada más prudente en este momento que buscar un acercamiento que permita el inicio de   negociaciones sobre la base de esta premisa habida cuenta que, no tiene sentido aguardar el resultado del fallo sin que antes no hayamos abierto la posibilidad de volver al mar por las razones expuestas.