La política marítima de bipolaridad: Si pero no

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Una encuesta de la Consultora CIES Internacional publicada el domingo 21 de marzo del pasado año, señala que el 46% de los bolivianos opina que no tenemos ningún conflicto con Chile, además la misma encuesta dice que ven a los chilenos como gente amistosa. El increíble resultado de una encuestadora que no tiene respaldo ni en la página web.

Un día después de la encuesta publicada por CIES Internacional en el periódico La Razón, DATOS procuró conocer el modus operandi del sondeo hablando con alguno de los responsables de la empresa, pero fue imposible comunicarse con ellos. La página web de CIES Internacional no está disponible y apenas aparece una llamada que dice de manera textual: “nuestra pasión por la investigación nos hace diferentes”. Resulta extraño que una empresa responsable por difundir una encuesta tan sensible no tenga respaldo en su página web, más aún por las características de la investigación y las repercusiones posteriores que se conocieron al difundirse la misma. Varios parlamentarios del oficialismo validaron el resultado de la encuesta y aseguraron que obedece a la política de acercamiento propuesta por la actual administración. Ésa fue la opinión del senador Bersati que fue cónsul de Bolivia en Chile y del también senador y dirigente campesino Fidel Surco.

En base a los resultados de la encuesta, analistas del vecino país manifestaron que el acercamiento de los presidentes Morales y Bachelet “hizo que los bolivianos mejoren su opinión sobre los chilenos”. La única voz crítica -pero sin referirse a la encuesta-, fue expresada por el ex presidente Carlos Mesa que reprochó la actitud de sumisión de la diplomacia boliviana respecto a Chile y tachó la estrategia de la diplomacia boliviana de “nefasta”.

CIES Internacional vino a regalarnos una encuesta que mínimamente merece explicaciones serias por parte de sus ejecutivos. Esa misma encuesta observa que el 12% de los consultados mayores de 13 años no saben qué tipo de conflicto subsiste con ese país.

Menos mal que la consultora no califica el coeficiente mental de los encuestados. Veamos por qué: “desde primaria se enseña en los colegios privados, escuelas públicas y en el servicio militar obligatorio que Bolivia fue despojada de su salida al mar en una injusta guerra el 23 de marzo de 1879. Bolivia perdió 120.000 kilómetros cuadrados de territorio y 400 kilómetros de costa en los territorios de Calama, Antofagasta, Tocopilla, Mejillones y Cobija; además de importantes reservas de salitre, guano y sus minas de cobre. Es increíble, por lo tanto, que la mayoría de los bolivianos desconozcamos esa situación”, opinó un profesor que ejerce la materia de historia en el colegio “Germán Bush” de la ciudad de La Paz. “El resultado de la encuesta, de la manera como está expresada, pretende borrar la memoria histórica de los bolivianos”, concluyó el educador.

La historia

Desde 1879 mucha agua ha corrido en la historia de nuestro enclaustramiento marítimo. Para no ir lejos, en las últimas tres décadas se han destacado importantes aproximaciones entre Bolivia y Chile, pero la respuesta de los sucesivos gobiernos chilenos ha sido un claro y rotundo “no” cada vez que Bolivia reclamó por una salida soberana a las costas del Pacífico. En retrospectiva, es posible que la postura más firme estuvo reservada al ex presidente Carlos Mesa que en su intervención en la Cumbre de Las Américas, celebrada en Monterrey en 2004, puso en jaque a su homólogo, el por entonces presidente Ricardo Lagos, señalando que

Chile se niega sistemáticamente a discutir el tema del mar y que no se puede hablar de integración sin resolver la justa causa boliviana. Carlos Mesa pidió, en la misma Cumbre, la solidaridad del conjunto de los mandatarios que se encontraban allí presentes para interceder y sensibilizar la intransigente posición chilena. La intervención del ex presidente incomodó visiblemente al jefe de Estado de Chile que sorprendido por la intervención del mandatario boliviano apenas atinó a decir que la Cumbre no era el lugar indicado para hablar sobre el mar. Su Gobierno, al que lo sucedió el de Michelle Bachelet, proviene de sectores progresistas de la política chilena de los que se podía esperar mayor comprensión al enclaustramiento marítimo boliviano. Pero como lo ha expresado no hace poco el presidente Piñera, no se puede ir contra la voluntad popular cediendo espacios de un territorio que Chile lo considera propio. “Debemos evitar generar más expectativas que sabemos son incumplibles”, afirmó hace poco elmandatario chileno.

Quizá, por única vez, los bolivianos creyeron de verdad que el Gobierno de Chile concedería a Bolivia una salida al mar a través de un corredor en Arica. Fue durante el Gobierno de facto del general Hugo Banzer Suárez. En febrero 1975 el mandatario boliviano y su colega el dictador Augusto Pinochet Ugarte celebraron una reunión en la región fronteriza de Charaña para restablecer relaciones diplomáticas. El compromiso del dictador chileno era encontrar una salida definitiva al problema marítimo. En ese mismo periodo, el representante boliviano acreditado en Chile dijo tácitamente, bajando de un avión que lo retornaba de Chile, que “traía en su maletín el mar para Bolivia”. Esa reacción fue una penosa constatación de que la diplomacia del Mapocho no atendería la reivindicación boliviana. De acuerdo a disposiciones del tratado de límites con Perú de 1929, cualquier cesión de tierras en aquella zona a un tercer país, debía contar con el visto bueno de la otra parte involucrada. Perú objetó la propuesta y propuso un estatuto tri-nacional, situación que no fue aceptada por el gobierno de Pinochet. En 1978, sin lograr un acuerdo Banzer rompió relaciones con Chile.

Los permanentes pedidos de Bolivia ante los organismos internacionales para superar este centenario problema no han cesado. De acuerdo a publicaciones especializadas y a expertos económicos como Jeffrey Sachs, un país sin salida al mar pierde 0.7 puntos porcentuales en su tasa de crecimiento a causa de los costos que implica el movimiento de mercaderías de exportación e importación. Las cifras crecen imparables cuando se ajustan en dólares. En 131 años de enclaustramiento, según ese mismo análisis, el país ha perdido US $52.400 millones por no contar con su propia infraestructura portuaria.

La nueva percepción

En la rebelión popular de octubre de 2003, conocida como “la guerra del gas”, se identificó al gobierno de Sánchez de Lozada como traidor a la patria por negociar con Chile la construcción de un puerto desde donde se exportaría el gas boliviano a EEUU. La poblada de octubre incorporó el lema “muera Chile/fuera Goni” que sirvió de pretexto para generar un clima de convulsión interna, que días más tarde derivó en la caída de su Gobierno. Rompiendo esa lógica, el sucesor de Sánchez de Lozada sostuvo la tesis “ni una molécula de gas a Chile”, como una forma de congraciarse con los sectores sociales empoderados por la movilización emergente que depuso al “neoliberalismo”.

El Gobierno de Carlos Mesa fue más allá de esa tesis y planteó otro argumento que consistió en “gas a cambio de una salida al mar con soberanía”. Esta posición molestó a la dirigencia chilena que, al concluir el período de Carlos Mesa, buscó la oportunidad de recomponer sus relaciones con la nueva administración boliviana. Por primera vez en mucho tiempo un presidente chileno asistió a la posesión de un jefe de Estado en Bolivia. El presidente Lagos llegó a La Paz para la transmisión del mando de Evo Morales en enero de 2006. Lagos visitó a Morales en una humilde vivienda alquilada por el actual presidente en el barrio de Miraflores. Al cabo de la prolongada reunión que sostuvieron, el mandatario chileno afirmó que se iniciaba un nuevo ciclo en las relaciones bilaterales en la que se discutirían todos los temas pendientes, incluso el del mar. Ya entonces se habló de elaborar una agenda bilateral.

Una vez posesionado, el presidente Morales designó a un alto funcionario de su Gobierno para elaborar el contenido de la agenda bilateral. Morales recomendó que las negociaciones se mantuvieran en estricta reserva, seguro de alcanzar resultados exitosos por la desinteresada actitud de Lagos. En los últimos cuatro años la política de acercamiento a La Moneda consistió en buscar aproximaciones de amistad recíprocas. Evo fue a Santiago a la posesión de Michelle Bachelet y ella siempre estuvo dispuesta a atender a su colega boliviano.

La mandataria usó la popularidad que gozaba entre sus colegas sudamericanos para proponer a Bolivia como sede del Parlamento de UNASUR. Llegó a Cochabamba y junto a Morales descubrieron la plaqueta en los terrenos donde se construirá la sede del organismo regional. Uno de los principales operadores del presidente Morales fue el ex ministro de Defensa Nacional, Walker San Miguel, que propuso reuniones al más alto nivel entre los mandos castrenses de ambos países.

El grado de empatías llegó al paroxismo con el intercambio de visitas de los comandantes de Chile y Bolivia a La Paz y Santiago, respectivamente. Por otra parte, una delegación de militares chilenos entregó ofrendas en Calama al monumento de don Eduardo Abaroa, el único héroe boliviano en la Guerra del Pacífico. La presidenta Michelle Bachelet llegó a afirmar que “Chile debe estar disponible para aumentar el acceso al mar de Bolivia”.

Este conjunto de acciones mantuvieron en alto las expectativas del presidente Morales de alcanzar un arreglo al enclaustramiento boliviano. Estos últimos cuatro años los encuentros fueron dinámicos, furtivos y muy amistosos, pero entendidos en política internacional han señalado que no sirvieron para mover un solo milímetro la postura que sostiene Chile respecto al problema marítimo boliviano que se limita, en pocas palabras, a no ceder ni un centímetro de soberanía a Bolivia. Los diplomáticos opinan que las negociaciones con Chile no han servido ni siquiera para resolver la disputa por las aguas del Silala. Cuando el Gobierno anunció que había conseguido una indemnización retroactiva de 50 años, varias organizaciones criticaron el acuerdo y el Gobierno tuvo que retroceder.

Partido de fútbol

El 10 de marzo de 2010, pocos días después del terrible terremoto que sacudió el 80% de territorio chileno y a un día de la posesión de Sebastián Piñera como nuevo presidente de Chile, Evo

Morales llegó a Santiago para participar en la transmisión del mando presidencial. Fiel a su espíritu y al encantamiento que tiene por las canchas de fútbol y los acontecimientos de carácter deportivo, el presidente Morales fue incluido en el equipo titular de Sebastián Piñera para disputar un partido que incluía a destacadas figuras del balompié chileno.

En ese encuentro deportivo, los mandatarios intercambiaron un par de abrazos, compartieron fotos para los medios y hablaron rápidamente sobre la necesidad de profundizar las relaciones bilaterales. Pero ajeno al sentimiento boliviano, un par de días después de haber compartido cancha con su colega Morales, Sebastián Piñera nombró cónsul general en Bolivia a Jorge Canelas, destacado diplomático de raíces bolivianas, pero muy conocido en los círculos diplomáticos del Mapocho por su carácter bipolar respecto a las relaciones con Bolivia.

El presidente Morales ha señalado que por el momento se dará una tregua en sus negociaciones con Chile. Mientras tanto, recurrirá a una fórmula que no le garantiza éxito en su amistosa política de acercamiento a las élites chilenas. Ha manifestado que convocará a expertos nacionales en política internacional para reorientar su estrategia bilateral. Como se verá, la encuesta de CIES Internacional es el resultado de una conducta que va en sentido contrario de la memoria colectiva y la propia historia.

La Haya y la OEA

El 23 de marzo del 2011, el Presidente Morales dio un golpe de timón en la política marítima y anunció que llevará este asunto a los tribunales internacionales. Inmediatamente, Chile ratificó su postura que este es un asunto bilateral y que en el plano del derecho internacional existe un Tratado, el de 1904, que zanja cualquier disputa territorial, al estar el mismo ratificado por el Estado boliviano.

El Presidente Morales anunció que haría una “visita protocolar” a la Corte Internacional de Justicia en este año, intención que ha sido desmentida o, por lo menos, diferida. Al parecer no existe una estrategia clara sobre este respecto.

El otro asunto, la ciudad de Cochabamba será sede, el próximo mes de junio, de la Asamblea General de la OEA. No debe olvidarse que la última vez que Bolivia fue anfitriona de esta reunión fue en 1979, ocasión en que este organismo renonoció en una resolución expresa que el problema marítimo es un asunto de interés hemisférico permanente y, por ende, compete a todo el hemisferio su solución, en tanto tema de seguridad y resolución pacífica de controversias. Sin duda se trató de una victoria diplomática del gobierno de entonces, presidido por Walter Guevara. La pregunta ahora es si la diplomacia del Presidente Morales podrá lograr que el conjunto de Cancilleres americanos reunidos próximamente en Cochabamba adopten una nueva resolución del mismo calado y envergadura, a fin de fortalecer y dar nuevos horizontes a nuestra política exterior marítima. De otra forma, también en la diplomacia multilateral las olas parecerán alejarse de las aspiraciones bolivianas.

 

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