Pocas veces un presidente tuvo el camino tan despejado para asumir medidas de cambio. Pero lo que dejó 2011 ha enseñado que la construcción de un Estado no depende exclusivamente de la voluntad de una persona, sino del conjunto de acciones que se tomen en equipo para no dejar pasar la gran oportunidad.
Un país no es sólo amenazas, es la forma de construir los principios para trazar y definir la ruta de los que vienen detrás de nosotros, el de las futuras generaciones. Un país no es un espacio de conflagración y de impulsos cada vez que se debe demoler al adversario; es más allá, la construcción de espacios de convivencia respetando y aceptando las opiniones ajenas. Gobernar es también generar condiciones para seguir gobernando. Las elecciones ganadas por el candidato del MAS en 2005 y 2010 son una prueba efectiva de que el presidente Morales tiene tiempo para pensar que no es un ser supremo e infalible. La gente se pregunta por qué teniendo todo a su favor se ha dedicado a apabullar con un poder desmedido obstruyendo la construcción de una voluntad nacional en conjunto. En esencia, el presidente se comporta como si su mandato se le iría a terminar mañana. Actúa a un ritmo impresionante. No sólo en sus extenuantes jornadas de triple turno, sino calcinando su cerebro para determinar y definir quién está con él y quién debe ser juzgado con la vara que cae implacable desde lo alto, una especie de Dios supremo.
Es cierto que nadie antes que él había encaminado semejante actitud de solvencia electoral, pero esa ventaja ha comenzado a jugar en contra del mandatario; virulencia extrema, roses, explosión y desgarramiento descomunal en lo técnico y físico. A quien se le habría imaginado que en un partido de fútbol aparezca el temperamental presidente aplicando un golpe en la parte baja del contrincante. Qué se puede pensar de él. Aunque no quiera, la última cámara de filmación que se enciende está detrás de sus acciones. Nadie a estas alturas duda que el poder del mandatario ha sobrepasado los límites imponibles y exigidos ante cualquier gesto de simulación.
En 2012 nos preparamos para vivir un nuevo año bajo el vertiginoso ritmo que ha impreso en su accionar nuestro presidente. El escenario político como en los años anteriores se presenta despejado. No hay atisbo de una oposición elocuente que fulmine como rayo el sueño de una nación Multiétnica. Ingresamos en un año en el que aparentemente deberían primar las actitudes meditadas, profundas; las ideas de persuasión para entender que el acto de gobernar no es simplemente a primera vista, la cruel fijación del adversario. Es un año en el que si de verdad queremos avizorar país, de deben corregir los errores de 2011 que sumados todos no alcanzan a contar con los dedos de ambas manos. Muy pocos de los colaboradores del presidente estuvieron inmersos en la lucha contra la dictadura en la década de los años ´70 y ´80. Y a pasar de ganar en todas las justas electorales incluidos los plebiscitos y otras elecciones correspondientes bien sucedidas, se siguen desatando contraataques mortíferos contra la minoría que luchó por restablecer las condiciones plenas en un marco de legalidad y respeto democrático.
Un país ya no se puede construir de forma unilateral a través de discursos épicos de nuestros gobernantes, en medio de un despliegue de supremacías en las que el ciudadano importa poco. Hay razones para impacientarse y sentirse insatisfechos. Protesta la gente que ayudó militantemente a construir este espejismo que aturde porque no llega a todos. Estamos frente a la visión de una división funesta. Hay minorías descolocadas que siguen peleando por sus derechos, por la agenda de Octubre de 2003 que el presidente juró atender y que seis años después se ha convertido en una absolución cargada de pesadillas y remordimientos dilatorios. DATOS se anima a plantear seis cuestiones claves a resolver en el 2012, año crucial para la gestión del presidente Juan Evo Morales Ayma.
Lucha contra el narcotráfico y crimen organizado
Si algo se ha entrecruzado como un hueso en la garganta en la administración del presidente Morales es la inusual relación de condescendencia que tiene por los cocaleros del Chapare. De acuerdo a cálculos reconocidos por organizaciones internacionales que estudian la problemática de la coca, las plantaciones del arbusto han crecido hasta alcanzar la impresionante cifra de 35.000 hectáreas cuando 8.000 son suficientes para atender el mercado interno. La producción de droga ha aumentado de forma alarmante y plantea en enorme desafío para que el Gobierno actúe y evite así una explosión de violencia. Los inmediatos socios antinarcóticos del país, los Estados Unidos y Brasil un acuerdo macro de lucha contra el narcotráfico para apoyar a Bolivia en el combate contra las bandas delincuenciales que además de tráfico de droga, operan en otro tipo de actividades criminales como el lavado de dinero.
Reivindicación marítima y reforma diplomática
Desde la visita del ex presidente de Chile Ricardo Lagos en enero de 2006 y las excelentes relaciones que construyó posteriormente con la también ex presidenta Michael Bachelet, nunca un Gobierno boliviano había armado entre bastidores una relación tan intensa a nivel personal y diplomática con la administración chilena. Los resultados de los acercamientos sin embargo no han prosperado positivamente. ¿Qué se espera de esa relación? El desafío de Evo es doblemente difícil, no ha logrado establecer bases sólidas con la que el Estado Plurinacional encause una demanda jurídica internacional con funcionarios idóneos para tal cometido. Se ha perdido la esencia de una estrategia diplomática por la falta de equipos que actúen con capacidad y profesionalismo para resolver este y otros temas de las relaciones multilaterales que mantiene Bolivia con el mundo.
Inversiones externas y lavado de dinero
Llegó el momento de que las inversiones se expandan de manera sostenible en nuevas direcciones, fomentando la actividad económica y la inclusión financiera. La crisis económica que está atravesando el mundo entero no excluye a Bolivia. Se hace necesario y a la vez urgente que el Estado conduzca el proceso de desarrollo por carriles seguros, y sin socavar la disciplina del mercado.
El desafío de la actual administración es encontrar un equilibrio adecuado entre la regulación de las inversiones financieras, por un lado, y dejar que los inversores asuman los riesgos, por el otro; mejorar los derechos de los prestatarios y su cumplimiento para fomentar el otorgamiento de créditos; y promover el desarrollo de mercados con financiación a largo plazo. El Gobierno del presidente Morales ha cerrado la gestión 2011 considerando la futura reforma financiera que negoció con la Asociación de Bancos Privados de Bolivia (Asoban). El desafío es utilizar los 19 millones de bolivianos que el Estado pretende recaudar con el nuevo tributo para sustentar planes de desarrollo. Además un tema que será de vital importancia será cómo se manejan las reservas internacionales y los anuncios de que unos US $1.200 millones servirán para impulsar tareas productivas.
Economía y relaciones con los medios
La economía se rebela al orden del discurso. Es más fácil pelearse con los medios críticos que con el mercado. Los sectores más radicales del Gobierno no están peleados con un medio de comunicación sino con el periodismo en su conjunto. Un medio de comunicación que recibe amenazas es sólo el flanco más atacable, la excusa. Podría inferirse lo mismo sobre el neoliberalismo; los funcionarios más radicalizados no están peleados con el neoliberalismo pero este sigue siendo su flanco más atacable. El presidente deberá actuar de cara sin cortapisas en un año en el que de acuerdo a todos los informes económicos la crisis financiara será global. Los precios de los minerales y de otros productos de exportación oscilan entre subidas y bajadas. Esos saltos deberán ser advertidos como una señal de que los años dorados se podrían estar acabando. El presidente tiene el enorme desafío de abrir nuevos mercados y atraer inversiones para diversificar la economía, sin acusar a la prensa de los resultados de su gestión.
Crisis interna y las organizaciones sociales
Las pugnas internas en el partido de Gobierno seguirán siendo un dolor de cabeza para el jefe de Estado en tanto no reconozca que hay sectores tan o igual importantes que aquellos con los que tiene asegurada su relación. El conflicto con el TIPNIS está planteado. La división que ha propiciado el Ejecutivo entre las comunidades y colonos de tierras bajas y otras organizaciones campesinas se muestra como síntoma de una problemática más amplia, compleja y estructural. Los desafíos se plantean con las siguientes preguntas que el propio Estado deberá responder: ¿Es sincero el Gobierno en su relación con todas las organizaciones sociales? ¿Por qué se enfrenta sistemáticamente con los pueblos indígenas al punto de dividirlos y enfrentarlos? ¿Por qué se aleja del cumplimiento de la Constitución y la perspectiva del Vivir Bien? ¿Por qué no se construye el Estado plurinacional comunitario y autonómico? ¿Por qué no se hacen las transformaciones institucionales y estructurales que requiere esta construcción? ¿Por qué no se efectúa la transición transformadora que el Gobierno alienta en el discurso y se recurre a peores métodos que no han sido aplicados ni en los anteriores gobiernos?
Seguridad y reforma judicial
La visión de que Bolivia es un país seguro forma parte del pasado. Las cifras que se manejan sobre los elevados índices de violencia asustan a cualquiera. Se calcula que se registran en el país poco más de 80 homicidios por semana; ajuste de cuentas que implican transacciones dudosas, secuestros; la ilegalidad promovida por el crimen organizado, proxenetismo, trata de personas, prostitución; el narcotráfico no va a dejar de existir por una simple reforma de las fuerzas del orden público. Se requiere descolonizar a la Policía Nacional y avanzar en tareas concretas para abandonar el populismo penal. El Gobierno deberá establecer una agenda amplia que comprometa a todos los factores involucrados. La inseguridad ha llegado a un punto en que el gran desafío del presidente es aplicar una reforma sería en la que los ciudadanos recuperen la confianza en la justicia y en las fuerzas de seguridad.