
El desafío de la estabilidad, el ajuste y su postura sobre la competencia sino-estadounidense en la región.
A los 54 años, Rodrigo Paz Pereira ganó la presidencia de Bolivia con una consigna que suena provocadora, pragmática y sirve de síntesis de la ebullición política del país andino en los últimos seis años: “Capitalismo popular”. Considerado un líder “nuevo” y “joven” — a pesar de su extensa carrera política—, el senador de Tarija logró capitalizar el desgaste del espacio político fundado por Evo Morales, quien había intentado competir por un tercer mandato, pero fue inhabilitado por la justicia. Lo hizo con un discurso que él mismo define como “capitalismo para todos”, un concepto que busca diferenciarlo tanto del modelo “estatista” del MAS (autor del milagro económico boliviano) como del liberalismo ortodoxo y pro FMI, una bandera de la opción electoral que los bolivianos descartaron este domingo: el expresidente Jorge “Tuto” Quiroga.
En medio de la caída de legitimidad del gobierno de Luis Arce — por motivos económicos y políticos—, este 19 de octubre la transición política se consolidó en las urnas en una jornada calma, tal como acostumbra el electorado boliviano.
Pasadas las 20, se confirmó que con el 54,5% de los votos, Rodrigo Paz —quien hasta la primera vuelta aspiraba como mucho al tercer puesto— será el próximo inquilino del Palacio Quemado a partir del 8 de noviembre. Su triunfo supone un punto aparte (de mínima) al ciclo político iniciado por Morales, uno de los fundadores de la izquierda latinoamericana de los 2000, en una cronología marcada a fuego por el intento de golpe de estado en 2019, el encarcelamiento de Jeanine Áñez, la asunción del exministro de Economía del MAS y, finalmente, su pelea irreconciliable con su padrino político.
Del ocaso de Evo Morales al “capitalismo popular” de Rodrigo Paz
Rodrigo Paz, un producto de la demanda de un liderazgo político renovado en Bolivia, llega al poder con la promesa de ordenar una economía atravesada por el déficit fiscal, la restricción cambiaria y las colas de hasta diez horas para conseguir combustible. Según explicó, su programa se basa en cuatro ejes: bajar el déficit, sincerar el tipo de cambio, garantizar la autonomía del Banco Central y crear un fondo de estabilización.
Según los datos que manejaban los observadores, previo al conteo final, la tendencia digital previa mostraba a Paz con cerca de un 54% de intención de voto, con un 5% de sufragios nulos. Desde entonces, la euforia del espacio de Paz, abrió espacio al desafío que supondrá su presidencia: la gobernabilidad. Es decir, encontrar un equilibrio entre ajuste económico y diálogo político con los sectores que responden a Morales.
“Paz es alguien que puede dialogar con el sector de Evo”, sostienen varios analistas en relación a las políticas de ajuste que implementará el nuevo gobierno para paliar la crisis económica y cambiaria, graficada en las imágenes cotidianas de los bolivianos haciendo fila para cargar combustible.
El expresidente está recluido en la región del Chapare, en su bastión político Cochabamba, rodeado por simpatizantes que lo “protegen” de una orden de arresto por un presunto abuso sexual de una menor cuando era presidente, acusaciones que negó en varias oportunidades. Ayer se lo vio confundido en un momento en el que no sabe que viene para él y su entorno con un sabor a hiel que encara un ciclo de transición que puede ser dramático para el ex líder cocalero por sus vínculos con el narcotráfico y una élite de allegados corrupta y permisiva. El derrotado tuvo un discurso agresivo, el único camino que le queda como prerrogativa.
La gobernabilidad de Rodrigo Paz y el fantasma de Evo
La apertura al diálogo que se espera de Paz, en tanto, marcó una diferencia sustancial con su contrincante, Tuto Quiroga. En la campaña, el expresidente se mostró abiertamente dispuesto a aplicar las recetas del FMI, una línea de fuego para los bolivianos; pero también se lo asoció al uso de la represión como mecanismo para sostener el ajuste.
“Yo creo que va a ser una transición. Habrá el proceso de estabilización, no lo llamamos ajuste. Es estabilizar. Creo que el pueblo lo va a entender”, afirmó Rodrigo Paz poco después de ganar la primera vuelta, al ser consultado sobre cómo enfrentará la crisis en Bolivia, donde el 85% de la población trabaja en la informalidad.
El senador de Tarija explicó que su programa se basa en cuatro ejes principales: bajar déficit (fiscal); el sinceramiento del dólar, es decir, “ponerlo donde debe estar”; que el banco central “no debe ser la caja chica del gobierno”, sino que “tiene que tener un manejo monetario claro”. Y, por último, la creación de “un fondo, para el cambio del dólar, de estabilización”.
En política exterior, Paz también mostró su posición más de centro, y se diferenció tanto de Morales como de Quiroga de temas divisivos como la condena al gobierno venezolano de Nicolás Maduro o los contratos con Rusia y China, un eje de la política del MAS que prometió “revisar”.
Una vez que asuma la presidencia el 8 de noviembre, consolidar la gobernabilidad será el eje central de los primeros días de la gestión Paz, un líder minoritario que deberá tejer su músculo político a través de concesiones en la Asamblea Nacional dividida en tercios. Una de las tareas más finas que deberá cumplir es sacarse del medio al agresivo líder de los cocaleros, porque eso se le exigirá desde el centro fáctico del poder. Una tarea nada sencilla. Ayer Morales cerró la jornada con un mensaje dirigido a sus seguidores, pero principalmente al flamante presidente electo: “El pueblo otorga a los nuevos gobernantes el mandato para no destruir el Estado Plurinacional”.