Bolivia destina apenas el 0,2% del presupuesto en Salud para Salud Mental

Por Iratxe Nina
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Salud Mental

Los efectos de la pandemia del nuevo coronavirus impactaron el comportamiento de niños y jóvenes adolescentes. La educación virtual para la que el país no está preparada, ha sido un factor desencadenante de trastornos emocionales por la exigencia de la conectividad y el uso de celulares.

Para muchos bolivianos el 10 de marzo del 2020 fue una fecha fatal. Ese día las autoridades en Salud declararon oficialmente el ingreso del coronavirus a Bolivia. Y días después, exactamente el 21 de marzo, se declaró el inicio del primer periodo de confinamiento. Desde entonces uno de los grupos más afectados ha sido el de los niños y jóvenes adolescentes que asistían regularmente a sus centros de enseñanza. La psicóloga Jacqueline Albarracín dijo a dat0s que la pandemia llegó para acentuar problemas que ya existían en el entorno familiar que nunca fueron atendidos en su momento.

Según la Organización Panamericana de Salud (OPS), en Bolivia no existe una política específica de salud mental ni leyes particulares referentes a esta materia. Con datos de esta organización, apenas el 0,2% del presupuesto en Salud se destina a esta área. La salud mental incluye el bienestar emocional, psicológico y social de una persona. También determina cómo un ser humano maneja el estrés, se relaciona con otros y toma decisiones. La pandemia del Covid-19 profundizó los problemas emocionales porque al dejar los niños y jóvenes adolescentes de asistir a clases, se cortó el ciclo natural de relacionamiento, agravado por el confinamiento. Hace algunos meses la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó por el aumento de este problema y advirtió que la población mundial se debía preparar para varios años de traumas colectivos.

¿Por qué es importante cuidar de nuestra salud mental?

La Psicóloga, Jacqueline Albarracín, que trabajó con niños y adolescentes durante la pandemia y post-pandemia afirmó que “los problemas estaban ahí pero no sabías porque solo te reunías con tu familia los fines de semana; los chicos tenían muchas libertades y los padres no conocían a sus hijos”.

El 28 de junio se incorporó en Bolivia la modalidad de clases virtuales, pese a que la educación no estaba lista para ese cambio, situación que generó niveles de estrés emocional en las familias. Según Albarracín, “a los niños que estaban en etapa de aprendizaje se les rompió su interacción social, porque con la virtualidad dejaron de desarrollar su motricidad de manera normal”. El efecto desencadenante fue modelado por una visión desconocida. “En muchos hogares los padres asumieron ese rol sin estar preparados”, dijo la psicóloga.

Fue una transición difícil ya que los primogénitos no suplían la forma como sus hijos aprendían en sus colegios. “Si hasta hace un año y medio atrás se luchaba para que los niños se desliguen del celular, ahora con la pandemia han hecho que se apeguen más a estos aparatos y esto causa que sus habilidades sociales se atrofien; cuando se trata de interactuar se les dificulta más y esto es un problema” explica la especialista.

Por otro lado, un punto que Albarracín considera traumático en los niños y jóvenes adolescentes, es el vacío que deja la pérdida de un familiar. A causa del coronavirus muchas familias quedaron separadas a la hora de internar a un miembro de la familia en los hospitales y, por protocolos de bioseguridad, el despedirse se convirtió en un nuevo problema. Cuando esto ocurre los más pequeños y jóvenes experimentan miedo y ansiedad. “Los procesos de duelo eran nuevos para los niños – no se pudo hacer ceremonias de despedida que muchas veces ayudan en estos procesos, tienes un niño que no estaba preparado y los cambios que eso generaba en su vida”, comenta Jacqueline.

Según el observatorio de Covid-19 del Gobierno Autónomo de La Paz, en Bolivia se registran hasta la fecha 18.770 fallecidos a causa del coronavirus. Esta cifra es el registro de la pérdida de un integrante de alguna familia, una situación difícil de asimilar para cualquier persona y más complicado aún para los más jóvenes de las familias.

Sin embargo, la psicóloga valora que muchas familias salieron fortalecidas de este acontecimiento. “Las familias aprendieron a comunicarse, aprendieron a tener autoridad sobre los niños porque la relación entre ellos es completaría, son guías y eso ayudó a cumplir su rol”.

En lo que se refiere a los más pequeños del hogar, aprendieron más rápido la importancia del uso del barbijo y los cuidados de bioseguridad. “Los niños tienen mayor apertura mental por lo que se adaptaron rápido al uso del barbijo, muchos de mis pacientes saben que no tienen que quitárselo” comenta la especialista.

Para fortalecer la relación y vinculo de la familia, Jacqueline Albarracín recomienda a las familias comunicarse adecuadamente. “El respeto tiene que ser reciproco, el adulto tiene que explicarse frente al pequeño”. Aconseja realizar una actividad familiar mínimamente una hora al día donde todos los integrantes participen. “Es importante que todos tengan una responsabilidad y fomentar actividades sanas”, expresa la terapeuta.

De acuerdo a información de la Organización Mundial de la Salud (OMS) entre el 10 y el 20% de los adolescentes experimentaron trastornos mentales que empeoraron con la pandemia.

La familia es el primer canal para detectar esta enfermedad. “En la salud mental al igual que ocurre con la salud física y las enfermedades orgánicas, la prevención es esencial, así como la detección precoz, pues cuanto antes detectemos síntomas de depresión, ansiedad, estrés, o relacionados con cualquier otra patología, mayor será la probabilidad de éxito de la intervención, y menor será el impacto de los síntomas”, explica María García Salinas, psicóloga de BluaU.

 

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