Los efectos de Instagram en las adolescentes muestran un problema mayor
Los investigadores tienen bastante tiempo tratando de descifrar el daño que las redes sociales pueden causar a las personas vulnerables, no solo con respecto a trastornos alimenticios sino también a la depresión, ansiedad, dismorfia corporal e incluso soledad, a pesar de que la razón de ser de estas plataformas sea generar conexiones más cercanas.
Los resultados son diversos, como ya Facebook ha repetido hasta el cansancio. La compañía menciona estudios externos que muestran una frágil correlación entre el tiempo frente a la pantalla y el daño a la salud mental, o cita a científicos que afirman que no tenemos la información necesaria para llegar a conclusiones.
Sin embargo, uno de esos mismos científicos le dijo a The Wall Street Journal que las propias empresas de tecnología son responsables de la escasez de evidencia: “La gente habla de Instagram como si fuera una droga. Pero no podemos estudiar el ingrediente activo”.
Estudio de salud mental
Pero ahora parece que el propio Facebook ha estado estudiando el ingrediente activo de lo que produce, y aunque la compañía insiste en que ha encontrado resultados positivos junto con otros negativos, hay muchísimos aspectos negativos por todos lados.
Un equipo encargado de realizar una “inmersión profunda en la salud mental de adolescentes” durante 18 meses examinó la llamada “comparación social”: la acción de evaluar el valor propio en relación con el valor percibido de los demás. El equipo descubrió que el fenómeno es un problema en particular grave en Instagram, en parte debido a la manera en que el diseño del producto alienta a las personas a mostrar solo las mejores versiones de sí mismas y sus vidas.
Una interfaz adictiva que proporciona más de lo que las y los usuarios ya consumen también puede exacerbar condiciones existentes. Pese a todo esto, Facebook tiene previsto seguir adelante con su plan de una versión de Instagram diseñada para niños.
¿Qué opina Zuckerberg?
Según The Wall Street Journal, el director ejecutivo Mark Zuckerberg fue informado de estos hallazgos. Sin embargo, cuando se le preguntó durante una audiencia en el Congreso estadounidense si su compañía estaba estudiando los efectos de Instagram en los niños, su respuesta fue vaga: “Creo que la respuesta es ‘sí’”. Facebook también le envió al Senado una carta de seis páginas que no incluyó nada de la información que la compañía había recogido.
Un profesor de psicología hizo una comparación certera: “Si crees que R. J. Reynolds debió haber sido más sincero sobre el vínculo entre fumar y el cáncer de pulmón, entonces probablemente debas creer que Facebook debería ser más honesto sobre el vínculo con la depresión entre las adolescentes”.
Esta analogía se dilucida de otra manera. Si el gobierno de Estados Unidos hubiera hecho algo con R. J. Reynolds, pero no hubiera hecho nada con respecto a los cigarrillos en general, todavía habría un problema. Lo mismo ocurre con las redes sociales, ya que tener una vida en línea se está convirtiendo en algo inevitable para las generaciones emergentes.
Quizás las características esenciales de Instagram se prestan más a este tipo de daño que las de TikTok o Snapchat, como descubrió el equipo de Facebook. Pero arrastrar a Zuckerberg al Capitolio para que sea acusado no es suficiente. Estas plataformas que han cambiado al mundo también están alterando nuestras mentes. Los funcionarios electos y la población deben saber cómo está sucediendo eso. De lo contrario, nunca descifraremos qué hacer al respecto.