Lula tropieza y Bolsonaro sorprende

Por Carlos Rodriguez San Martín
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Foto: EFE

Con el 97 por ciento de los votos escrutados la sorpresa ha venido de la mano del candidato Jair Bolsonaro que en ciertos pasajes del recuento llegó a superar a Lula da Silva. Habrá segundo turno el 30 de este mes

El resultado de las elecciones en Brasil, han arrojado un resultado inesperado. Todas las encuestas serias le daban una ventaja a Lula de al menos 14 puntos y se estaban haciendo cálculos de que el candidato por el PT podría alzarse con el triunfo incluso en del primer turno. Una vez más los sondeos se equivocaron. La diferencia entre ambos es de menos de 4 puntos lo que indica que el 30 de octubre habrá un segundo turno. La pregunta es saber el por qué la votación de Lula no reprodujo el éxito que habían señalado las encuestas. Hay un abanico de respuestas posibles. Se me ocurre que la más acertada de todas es aquella que hace sentido de que las instituciones democráticas están en declive. Bolsonaro urgía abiertamente clausurar varias de ellas. Y aliado de los militares incluso llevó la discusión a escenarios inesperados. Propuso cerrar el Congreso lo que desató una ola de críticas alentadas por la media brasileña, más influyente que en otros países de América Latina.

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Convirtió a las FFFAA en su más robusto aliado. En los momentos más difíciles de su gestión miró a los militares y con ellos ocuparon espacios impensados en el Gobierno que hizo temer el retorno de la dictadura inspirada en la lucha contra el comunismo que escribió los manuales de la doctrina de la Seguridad Nacional, justamente en Brasil con Cuoto Silva a la cabeza, un generalísimo anticomunista que regó todos los males de lo que pasaba en la región a los rojos y sus satélites; persiguió, mató y encarceló – como en varias partes  de AL poco después- durante una buena parte de la década de los 60´ y los 70´ hasta que se recuperó la democracia.

En Brasil tardó, pero finalmente llegó en 1982. Los militares se recogieron a sus cuarteles y juraron que nunca más volverían a hacer política.

Pero hay un fenómeno que explica el por qué a los brasileños les cuesta volver al pasado, o sea a Lula. Sin que esto quiera decir que el Gobierno de Bolsonaro fue intachable, que no lo fue, pesó la marea negra de la corrupción que empañó los dos periodos de Lula. Las investigaciones del Lava Jato descubrieron una increíble permisibilidad entre política y empresa. La influencia era tan grande que la constructora Odebrecht –aliada a Lula- gestionó contratos millonarios a encargo de los amigos de las élites populistas con millonarios sobreprecios y sobornos en casi todos los países de América Latina. Varios presidentes cayeron en desgracia, algunos siguen detenidos, otros prófugos y ni que decir de funcionarios de medio rango. De la época viene el famoso concepto torcido de la “delación premiada”: cantas y reduces tu condena.

En Bolivia el Lava Jato afortunadamente no tocó varas altas. Un par de cheques del hijo de un exministro de los gobiernos “neoliberales” –hoy próspero empresario sojero- pagó con cárcel, pero ya pasó el susto y ahora está detenido en casa -el famoso y también torcido derecho que faculta la justicia que se conoce como “arresto domiciliario”-. La máxima perversa orienta y define el robo. Pasas unos años preso y luego sales a disfrutar los millones robados.

Lula también tuvo que bancarse casi dos años de cárcel. Salió por un fallo del Tribunal Supremo Federal (TSF) una de las instituciones más atacadas por Bolsonaro.

Para la segunda vuelta está claro que la campaña de Bolsonaro tendrá como eje el pasado de corrupción de asoló Brasil de Lula. En cambió el líder del PT no tendrá mucho que decir de una materia que el electorado está cada vez más cansado.

 

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