Muhammad Ali, el más grande de todos los tiempos

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Uno de los deportistas más grandes de todos los tiempos por sus ideales que contagiaron al mundo entero

 

En 1968, Checoslovaquia hizo su Primavera de Praga, los estudiantes franceses se rebelaron en el histórico mes de mayo, los Beatles fueron a la India para encontrar al gurú Maharishi Yogi, Led Zeppelin presentó su primer concierto, los astronautas del Apolo 8 serían los primeros en orbitar la Luna, el pastor Martin Luther King fue asesinado en los Estados Unidos, el musical Hair consagró la estética hippie, las Panteras Negras levantaron los puños cerrados en las Olimpíadas de México, la activista Robin Morgan quemó sus sostenes en Nueva York y millares de jóvenes protestaron contra la guerra del Vietnam. El mundo vivía entonces lo que un sociólogo llamó el “éxtasis de la historia”. En los extraordinarios años 60´ ninguno de los citados arriba fue tan icónico como un sujeto bonito e inteligente que se ganaba la vida mandando a la lona a sus adversarios, muchos de ellos más fuertes que él. Muerto el sábado 4 de junio a los 74 años, Muhammad Ali consiguió la hazaña de ser el mayor de los acontecimientos que cambiaron para siempre la forma como encaramos la vida. Ali no fue solamente un hijo pródigo de un momento único, sino también el símbolo máximo de un período que, por sus excesos, marcó la historia de la humanidad.

Ningún atleta tuvo un papel histórico tan importante como este tricampeón mundial de los pesos pesados de raíces negras y medallista del oro olímpico. Ali moldeó su tiempo. Él podría haber sido apenas un luchador brillante pero no se contentó con el guión que la sociedad reserva para personajes como él.  “Ali entró para el mundo del boxeo profesional en un periodo en el que se esperaba que un luchador de color se comportara con total deferencia con la sensibilidad de los blancos”, escribió el periodista David Remnick en “El Rey del Mundo”, libro que relata la ascensión del mayor héroe norteamericano. “Como atleta, debería mantenerse distante de la conmoción racial que sacudía a su alrededor, Pero él no solamente fue tocado por su rebeldía, reaccionó  de un modo que escandalizó a todo el mundo”. En el mismo libro, Remnick, decía de Ali: “es la persona más famosa del mundo, un atleta supremo, una combinación extraña de poder, improvisación y velocidad; un maestro del escarnio; un ejemplo y un símbolo de orgullo racial: un luchador, un desertor, un acólito, un predicador, un separatista, un integracionista, un humorista, un actor, un danzarín, una mariposa, una abeja, una figura de enorme coraje”.

Nacido como Cassius Marcellus Clay (“el nombre del blanco que daba su nombre a los esclavos”, como explicaría) se convirtió al Islam en los años 60´ y pasó a llamarse Muhammad Ali. Después de ganar el oro olímpico en Roma, arrojó la medalla en el rio Ohio porque el dueño de una lancha no atendía a personas de color. Se hizo amigo de Martin Luther King y Malcom X, principales líderes del movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos y llevó ese mensaje a millones de norteamericanos. En 1967, se manifestó contra la estupidez de la Guerra de Vietnam, antes que cualquier otro. Se negó a ir al frente de batalla  (“ningún vietnamita jamás me llamó criollo”, dijo) y pagó un precio muy alto por eso.  Como desertor, perdió los títulos que había conquistado y fue suspendido del boxeo por 4 años.

Ali transcendió el deporte

Si habría que escoger el mayor evento  deportivo de todos los tiempos, sería injusto no apuntar “La pelea en la Selva”, realizada el 30 de octubre de 1974, en la antigua Zaire (hoy República Democrática del Congo), contra George Foreman. Precedida de tres días de shows de negros como James Brown y BB King, “La pelea en la Selva” presentó al mundo la mayor estrategia diseñada por un pugilista. Ali recibió en las cuerdas durante 7 rounds, hasta cansar a Foreman, más fuerte y siete años más joven que él. Pero en el octavo asalto, lo mandó  a la lona. Ni la enfermedad de Parkinson fue capaz de silenciarlo. Poco antes de morir, le preguntaron por enésima vez sobre su aclamada autoconfianza. Ali respondió con una de sus frases más verdaderas: “Es difícil ser modesto cuando se es tan bueno como yo”.

“El box no significa nada, no tiene importancia. Me ha servido para introducirme al mundo”. Las palabras de Cassius Marcellus Clay parecían un eco en los  homenajes prestados en el grandioso cortejo fúnebre del viernes 10 de junio pasado que recorrió las calles de Louisville, en el Estado de Kentucky, y terminó en el cementerio de Cave Hill con emocionados elogios proferidos por el expresidente Bill Clinton. Ali no fue apenas un pugilista, el mayor, el más completo, tal vez el más extraordinario deportista de todos los tiempos. Clay y el siglo XX, o al menos las décadas 60´ y los 70´ fueron una sola cosa: plenas de contradicciones, errores y vaivenes, de certezas cambiadas por arrepentimientos. Si Ali no hubiera existido sería preciso inventarlo.

En el mismo libro “El rey del Mundo”, Remnick, decía de Ali: “es la persona más famosa del mundo, un atleta supremo, una combinación extraña de poder, improvisación y velocidad; un maestro del escarnio; un ejemplo y un símbolo de orgullo racial: un luchador, un desertor, un acólito, un predicador, un separatista, un integracionista, un humorista, un actor, un danzarín, una mariposa, una abeja, una figura de enorme coraje”.

Cassius Clay dejó de ser un pugilista para tornarse un nombre decisivo en la historia americana. Un año después de subirse al podio en las Olimpiadas de Roma  en 1960, con apenas 19 años, presentado por un amigo a Elijah Muhammad, líder de un movimiento conocido como Nación del Islam, fue atraído por la causa, que incluía el odio racial. En aquel tiempo, el grupo de Elijah tenía sobradas razones para protestar, dada la violencia de los blancos contra los negros en EEUU. Los segregacionistas blancos, que lo admiraban entre las cuerdas, comenzaron a condenarlo. Su aproximación con Elijah y posteriormente con Malcolm X, a quien abandonaría después, ganó los titulares de la prensa sin ser todavía campeón del mundo. Un día después de vencer a Sonny Liston y finalmente conquistar el título, en febrero de 1964, anunció su adhesión al islamismo.

Si se hubiera quedado simplemente en la militancia islámica, y si incluso así hubiera continuado ganando en el ring, no llenaría la dimensión política que alcanzó -dio un salto al relacionar por primera vez en la historia de EEUU, el grito contra la guerra y el segregacionismo contra los negros. En Febrero de 1966, el campeón mundial de los pesos pesados estaba aptó para ir para a Guerra del Vietnam. Cuando se enteró de la noticia por los periodistas que fueron a buscarlo, Ali disparó la frase que se volvería célebre: “No tengo nada contra los vietnamitas”. Su negativa al alistamiento que fue llevada a los tribunales, le costó el  título mundial, una multa de 10 000 dólares y una sanción de cuatro años para volver a subir al ring.

 

 

Sus relaciones con el poder

 

Ali fue la primera figura pública americana en asociar el Vietnam a la lucha por el fin de la segregación y por los derechos civiles; en aquellos cuatro años alejado del pugilismo discursó en universidades por todo el país sobre la idea de que también el orden político mundial – no sólo en EEUU – escondía la raíz del racismo de un mundo dominado por el hombre blanco. El proceso de Ali llegó hasta la Corte Suprema, que le dio la razón y lo confirmó como objetor de consciencia, argumento que le fue denegado en las instancias inferiores de la Justicia. El objetor de consciencia es la persona que alega convicciones éticas, morales y religiosas para no ingresar a las Fuerzas Armadas. Según la Corte en el caso “Clay, aka Ali, vs. Estados Unidos”, magistralmente explicado en un corto veredicto; “lo que la alegación de Clay deja claro es que cree apenas en las guerras sancionadas por el Corán, o sea, una guerra religiosa contra infieles. Todas las otras guerras le son injustas (…) eso es una cuestión de creencia, de conciencia (…) esa creencia es cuestión de conciencia que está protegida por la Primera Enmienda”.

El senador Edward Kennedy dice: “Las acciones de Ali contribuyeron para el debate sobre a presencia de los Estados Unidos en el Vietnam”. Cuando regresó al cuadrilátero al inicio de los años 70´ ya era una figura emblemática en la lucha por los derechos civiles de los negros “La marcha de Washington en dos puños”, dijo la prensa al respecto.

Ali miraba críticamente hasta al propio boxeo. “Somos como dos esclavos en el ring. Los patrones agarran dos grandes esclavos negros y los dejan luchar en cuanto ellos apuestan: ´Mi esclavo consiguió desancar a su  esclavo’. Es eso lo que siento cuando veo dos hombres negros luchando”, dijo en 1970.

Como la incoherencia  era una de sus especialidades, al enfrentar Joe Frazier – en una trilogía de peleas que representa, sin duda, una obra prima del boxeo, llamó al adversario de “gorila”, tratándolo por “Tío Tom”, o padre Tomás de la cabaña servicial a los blancos, la grande esperanza blanca al servicio de una elite capitalista malvada. Ali se arrepentiría de las provocaciones de cuño racista. Frazier, ofendido, nunca tragó lo que siempre consideró una abominable injusticia.

Si Ali hubiera mantenido su postura innegociable de los 60´ y 70´, no habría sido invitado por Barack Obama a ocupar una de las filas del frente en la ceremonia de posesión del presidente negro, en 2009. En una entrevista a la revista Playboy, Ali sugirió en el auge de su griterío que “un hombre negro debería ser asesinado en caso de meterse con una mujer blanca”. La leyenda invitada por Obama a su ceremonia de pose era una fiera mansa. Y, sin embargo, sin las diatribas de Ali, Obama tal vez no hubiera llegado a la Casa Blanca.

A su destreza con los puños (61 peleas, 56 victorias, 37 por nocauts) al que hace hablando, vociferando, insultando, que solo él antes que el  Parkinson lo callase, y tenemos un raro caso de personalidad de quien definió un tiempo; a su imagen e imperfecciones, amado y odiado -como fueron aquellos años decisivos en los Estados Unidos-,  figuras como Martin Luther King y John Kennedy asesinados, los Beatles importados de Inglaterra, Bob Dylan y muy pocos otros, el impávido Muhammad Ali fue una figura necesaria, el “mayor de todos los tiempos”

 

Lo que dicen de él

 

Mike Tyson

“Dios vino a buscar a su campeón. Hasta luego, mayor de todos”.

Floyd Mayweather

“Usted me ha inspirado mucho a lo largo de mi jornada en el boxeo y las palabras no pueden expresar cuán grande era usted como persona”.

Manny Pacquiao

“Perdimos un gigante. Siempre será el más grande de todos los tiempos”.

Lebron James

“La razón por la que él fue el más grande de todsos loos tiempos, no es por lo que hizo en el ring, que fue increíble. Lo que hizo fuiera del ring, lo que creía y representaba”

Michael Phelps

“Perdimos al mayor de todos… Una grande inspiración para muchos…inclusive para mí”.

George Foreman

“Una parte de mi sé fue. ´La mayor parte de todas´, Muhammad Ali”

Martin Luther King

“Como Muhammad Ali dijo, somos todos negros y pardos y pobres víctimas del mismo sistema de represión”.

 

El parkinson

 

El mal de Parkinson, trastornó neurológico responsable por la muerte del boxeador Muhammad Ali, fue el resultado de una carrera de más de tres décadas en el deporte, según especialistas. “Hoy sabemos que los golpes repetidos alteran las células nerviosas, especialmente en un cerebro que no descanso”, dice Andre Monroche, jefe de la Comisión médica de la Federación Francesa de Deportes.

Ali fue diagnosticado con Parkinson en 1984, a los 42 años, tres años después de haberse jubilado. En esa época, especialistas dijeron que se trataba del mal de la “demencia pugilística”, también conocida como “síndrome del pugilista”, para describir los daños cerebrales  observados en deportistas que acumulan múltiplos impactos violentos a lo largo de sus carreras.

Diversos estudios médicos alertan sobre las consecuencias del boxeo y de otros deportes en los que la cabeza recibe impactos frecuentes. Un estudio de la Universidad de Heidelberg,  Alemania, por ejemplo, escaneo los cerebros de 42 boxeadores y de 37 no-boxeadores.

Fueron encontradas “micro-hemorragias” en los cerebros de tres pugilistas probablemente resultado del impacto de los golpes durante las peleas. “Esas alteraciones son probables  precursoras de daños cerebrales más graves, como la enfermedad de Parkinson o de demencia”,  dicen los autores del estudio.

Los nocauts son apenas la punta del iceberg cuando se trata de lesiones en la cabeza sufridos en una gama de deportes, como o rugby, hokey en hielo, sky,  yudo y el hipismo. En 2013, una pesquisa publicada en la revista Scientific Reports revelo “anormalidades profundas” en la actividad  cerebral de jugadores de fútbol americano retirados.