Allá vamos otra vez: España vive una segunda ola de coronavirus

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Foto: Brais Lorenzo-EPA vía Shutterstock

El coronavirus se extiende mucho más rápido en ese país que en cualquier otro de Europa. Después de una relativa pausa durante el verano, los expertos temen que sea la señal de un rebrote en todo el continente.El domingo a mediodía había 31 pacientes dentro del principal centro de tratamiento de coronavirus en Málaga, la ciudad con la tasa de infección de más rápido crecimiento del sur de España. A las 12:15 p.m., el paciente 32 llegó en una ambulancia. Media hora después llegó el número 33.

El cubo de basura de la puerta se desbordó con cubrebocas y guantes quirúrgicos azules. Afuera, los parientes rondaban en silencio, uno de ellos lloraba, otra sentía una punzada de déjà-vu.

“Mi cuñado tuvo el virus en primavera”, dijo Julia Bautista, una administradora de oficina jubilada de 58 años que el domingo esperaba noticias de su padre, de 91 años.

“Allá vamos otra vez”, añadió.

Si en febrero Italia fue el heraldo de la primera ola de la pandemia de coronavirus en Europa, España es el presagio de la segunda.

Francia también crece, al igual que algunas partes de Europa del Este, y los casos también aumentan en Alemania, Grecia, Italia y Bélgica. Pero en la última semana, España ha registrado con diferencia el mayor número de nuevos casos en el continente, más de 53.000. Con 114 nuevas infecciones por cada 100.000 personas en ese tiempo, el virus se propaga más rápidamente en España que en Estados Unidos, más del doble de rápido que en Francia, alrededor de ocho veces la tasa en Italia y Gran Bretaña, y diez veces la tasa en Alemania.

España ya era uno de los países más afectados de Europa, y ahora tiene alrededor de 440.000 casos y más de 29.000 muertes. Pero después de uno de los cierres más estrictos del mundo, que frenó la propagación del virus, disfrutó de una de las reaperturas más rápidas. El regreso de la vida nocturna y las actividades de grupo -mucho más veloz que en la mayoría de sus vecinos europeos- ha contribuido al resurgimiento de la epidemia.

Ahora, mientras otros europeos reflexionan sobre cómo reiniciar sus economías mientras siguen protegiendo la vida humana, los españoles se han convertido en los primeros en prever cómo podría ocurrir una segunda ola, cuán fuerte podría golpear y cómo podría ser contenida.

“Tal vez España sea el canario en la mina de carbón”, dijo Antoni Trilla, un epidemiólogo del grupo de investigación del Instituto de Salud Global de Barcelona. “Muchos países pueden seguirnos, pero esperemos que no a la misma velocidad o con el mismo número de casos que estamos enfrentando”.

Los médicos y los políticos no están tan aterrorizados por la segunda ola de España como lo estaban por la primera. La tasa de mortalidad es aproximadamente la mitad de la tasa en el punto álgido de la crisis: del 12 por ciento del pico de mayo, ha caído al 6,6 por ciento.

La edad promedio de los enfermos ha bajado de 60 a 37 años. Los casos asintomáticos representan más del 50 por ciento de los resultados positivos, lo que se debe en parte a que las pruebas se han cuadruplicado. Y las instituciones sanitarias se sienten mucho más preparadas ahora.

“Ahora sí tenemos experiencia”, dijo María del Mar Vázquez, directora médica del hospital de Málaga donde el padre de Bautista es tratado.

“Ahora tenemos mucho más equipamiento disponible, hemos puesto en marcha protocolos, estamos más preparados”, dijo Vázquez. “Los hospitales se llenarán, pero estaremos preparados”.

Sin embargo, parte del hospital sigue siendo una obra en construcción, los contratistas aún no han terminado la renovación del ala que se ocupa de los pacientes con coronavirus. Nadie esperaba la segunda oleada por lo menos hasta dentro de un mes más.

Y los epidemiólogos no están seguros de por qué llegó tan pronto.

Las explicaciones incluyen el aumento de las reuniones familiares numerosas; el regreso del turismo en ciudades como Málaga; la decisión de devolver la responsabilidad de la lucha contra el virus a las autoridades locales al final del confinamiento nacional, y la falta de viviendas adecuadas y atención sanitaria para los migrantes.

También se ha culpado al resurgimiento de la vida nocturna, que se reinstauró antes y con menos restricciones que en muchas otras partes de Europa.

“Tenemos este factor cultural relacionado con nuestra rica vida social”, dijo Ildefonso Hernández Aguado, exdirector general de salud pública del gobierno español. “La gente es cercana. Les gusta reunirse”.

Durante varias semanas, en lugares como Málaga se permitió que los clubes nocturnos y discotecas abrieran hasta las 5:00 a.m., mientras los políticos regionales intentaban revivir una economía dependiente de los turistas y los amantes de la vida nocturna. A los juerguistas solo se les permitía bailar alrededor de una mesa con amigos, en lugar de mezclarse con desconocidos, pero las reglas no siempre se cumplían.

En un notorio incidente a principios de agosto, un DJ fue capturado en vídeo mientras escupía al público en una concurrida pista de baile de un club de playa en las afueras de Málaga.

El lugar fue clausurado rápidamente y dos semanas después se ordenó que todos los clubes nocturnos cerraran, y ahora los bares deben cerrar a la 1:00 a.m. Pero los críticos temen que las restricciones sean todavía demasiado laxas.

Mientras las camas seguían llenándose en los hospitales de Málaga este fin de semana, los residentes siguen abarrotando los bares a lo largo de la playa hasta bien pasada la medianoche. En algunos bares, las mesas estaban muy cercanas, mucho más de lo que permiten las normas actuales de dos metros.

A la hora de cerrar, los bebedores se desparramaron por las playas y los pontones, la mayoría sin cubrebocas. Allí se congregaron en grupos de más de 20, lo normal durante cualquier otro verano español, pero mucho más grande que las reuniones de diez o menos ahora permitidas por la ley.

Algunos eran adolescentes que decían haberse recuperado recientemente de una forma leve del virus, y que por lo tanto se consideran inmunes. Otros sentían que las restricciones de la pandemia eran una exageración.

“No creo que el coronavirus sea de verdad”, dijo Victor Bermúdez, el dependiente de una tienda de 23 años en una reunión matutina en un pontón que se adentra en el Mediterráneo. “Bueno, sí, es real, pero no es tan serio como lo pintan. Es todo un plan para matar a los pobres y reforzar a los ricos”.

Durante el confinamiento, el gobierno central estableció una clara agenda desde Madrid. Pero al levantar el estado de emergencia a finales de junio, se devolvieron ciertos poderes a cada uno de los 17 gobiernos regionales de España, lo que llevó a un enfoque desarticulado y confuso.

Cuando las regiones intentaron imponer restricciones a la vida local, algunas de sus decisiones fueron anuladas por los jueces locales, que argumentaron que solo el congreso central tenía el poder de imponer tales medidas.

“Seguimos sin instrumentos jurídicos que nos den garantía para tomar decisiones sin que un juez nos las pueda levantar a las 24 horas”, dijo Juan Manuel Moreno, presidente de la junta regional de Andalucía, la región en la que se encuentra Málaga.

El debate también se ha convertido en el último ejemplo de un amargo conflicto sobre la Constitución de España que se viene gestando desde hace más de cuatro décadas. Para los federalistas y los separatistas catalanes, por ejemplo, la debacle revela cómo el poder nunca fue debidamente delegado tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975. Para los nacionalistas españoles, en cambio, muestra cómo el proceso de descentralización ya ha ido demasiado lejos.

“Se está librando una especie de guerra por mostrar qué tipo de sistema político es mejor”, dijo Nacho Calle, editor de Maldita, un destacado servicio de verificación de hechos. El enfoque descentralizado ha dado lugar a un régimen poco sistemático de seguimiento y localización de las posibles víctimas de coronavirus. En algunas regiones se emplean varios miles de rastreadores para localizar a las personas que podrían haber estado en contacto con personas infectadas, mientras que en otras solo se contratan unas pocas decenas, lo que reduce el ritmo al que se dice a los posibles pacientes que entren en cuarentena.

E incluso en regiones con un gran número de rastreadores, como Andalucía, los trabajadores sanitarios sobre el terreno informan de que el proceso es todavía demasiado lento y con poco personal en ciertos lugares.

Francisca Morente, enfermera en una clínica al oeste de Málaga, fue una de los cientos de enfermeros locales que fueron habilitadas temporalmente este verano para trabajar como rastreadores debido a la escasez de personal en la unidad oficial de rastreo de su distrito.

Pero incluso ahora, Morente es una de solo cinco rastreadores que trabajan en su clínica, no lo suficiente para hacer los cientos de llamadas diarias que requiere un servicio de rastreo adecuado. E incluso una vez que logra rastrear a los pacientes con coronavirus, esos pacientes todavía tienen que esperar una semana hasta que se procesen sus pruebas, debido a los cuellos de botella en los laboratorios locales.

“Necesitamos más rastreadores y más recursos”, dijo. “Necesitamos una unidad de rastreadores especializados en cada centro sanitario, en vez de este sistema temporal que tenemos ahora”.

Según algunos expertos, la falta de apoyo institucional a los migrantes indocumentados también ha contribuido a la segunda ola. Algunos brotes recientes comenzaron entre agricultores extranjeros que vivían en alojamientos comunales atestados.

Al estar impedidos de buscar beneficios de desempleo y carecer de contratos de trabajo formales, los migrantes indocumentados no pueden fácilmente tomar tiempo libre del trabajo si están enfermos. Tampoco pueden pagar por el tipo de hogares que les permitirían aislarse fácilmente.

“Si tengo que ponerme en cuarentena, entonces no podré trabajar”, dijo María Perea, una trabajadora de limpieza colombiana de 50 años a la espera de los resultados de una prueba de coronavirus. “Y si no puedo trabajar, no tengo dinero”.

Pero en general, los médicos dicen que España está en una posición mucho más fuerte para luchar contra el virus de lo que estaba en marzo.

La coordinación nacional ha mejorado. El gobierno central acordó la semana pasada desplegar 2000 soldados como rastreadores de contacto. La velocidad de las pruebas se ha acelerado; en Málaga el hospital más grande puede procesar las pruebas en una sola mañana, gracias a la reciente compra de una serie de robots. Al otro lado de la carretera, un hospital improvisado construido con prisa en abril está vacío, listo para un aumento de casos.

“No es como la primera ola”, dijo Carmen Cerezo, de 38 años, asistente en un tren que esperaba fuera del hospital de Málaga mientras en el interior su padre era examinado por coronavirus.

“Esta vez estamos más tranquilos”, dijo.

 

 

Patrick Kingsley es un corresponsal internacional que se enfoca en proyectos de reportaje de largo aliento. Ha reportado desde más de 40 países, escrito dos libros y antes cubrió migración y Medio Oriente para The Guardian. @PatrickKingsley