El valor del arte: El valor de las galerías de arte es trascender el artista

Por Redacción dat0s / Fotos Marcelo Iturriaga
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Galeria de arte Altamira

Altamira, la galería de arte administrada por Ariel Mustafa y Daniela Espinoza ha dado forma a un nuevo concepto que establece sin códigos ni algoritmos que las galerías de arte gozan una muy buena salud.

El solo hecho de visitar Altamira refleja un aire de que valió la pena. Ariel y Daniela o viceversa son dos devotos galeristas de hace más de 13 años que saben que este es un mundo a colores en el que hay que saber esperar. El valor del artista es su trayectoria y de quien presenta sus obras, también, pero, además, conocer el negocio y el circuito en el que intervienen gestores, académicos, intelectuales y marqueteros. “Debemos decir que el nuestro no es un mercado grande, pero sí existe. Mientras un artista logre seducir a un comprador, y reciba a cambio de su trabajo un monto de dinero, el mercado del arte estará saludable para esas dos personas”, afirma Ariel Mustafa.

“Podemos ampliar la respuesta con lo dicho por Marc Glimcher, presidente de Pace Wildstein Gallery: ´El mercado del arte no es realmente un mercado, es demasiado pequeño para llamarlo así. Además, de serlo sería un mercado de piezas únicas, y por tanto no permitiría una comparación de precios adecuada´, y ojo que él está hablando desde Nueva York”.

La pregunta sobre el efecto de la pandemia es inevitable. “Como en todas las grandes crisis mundiales, el arte se convirtió en el eje para sostener nuestra salud emocional y una vez que volvió cierta normalidad vimos algo que suponíamos podía suceder, el rango de edad de los compradores bajó. Si antes era de 40 a 42 años hacia arriba, ahora bajo a 37 a 39 años”. Se trata de una constatación sorprendente para cualquiera, pero no para Ariel ni Daniela que intuyeron que un cambio generacional estaba en curso. Ellos creen en el arte como generador de riqueza. “Lo expresó genialmente el artista Damian Hirst: ´El arte trata de la vida; el mercado del arte, de dinero´”, dice Ariel al que le gusta parafrasear a expertos.

“Pero no olvidamos que al hablar de mercado trascendemos el solo término económico porque la generación de riqueza está más allá de lo contante y sonante, lo expresó mejor Sadie Coles, galerista internacional: ´El arte es una inversión, por supuesto, de ideas y de dinero. Invertimos en cultura para resolver dilemas intelectuales y emocionales´”. Si lo dice un experto habrá que tomar en cuenta.

Daniela y Ariel acaban de inaugurar la nueva construcción de Altamira, especialmente para ser galería. Aquí no cabe la improvisación.

¿Cómo llegar tan lejos en un mercado tan pequeño como el nuestro?, consultamos a la pareja que ha sabido conceptualizar el valor del arte desde una visión más que desde una mera misión. “En Bolivia el mercado del arte es muy variable. Tenemos un registro del movimiento, pero año a año se incrementa la venta de obras de arte”. “Construir una galería específicamente para tal fin, es decir no adaptar un espacio para galería, es nuestra forma de devolverle al arte lo que el arte nos dio a nosotros. Son muchos años que venimos trabajando en arte. Tenemos una gran tradición de pintura y las generaciones actuales mantienen ese listón muy en alto. Pero, si no creyéramos en el público comprador, tengan la certeza que no haríamos una inversión como la que hicimos”.

Su labor además ha podido aglutinar variables en la industria que parece tomar bríos con la edición de una edición en papel de lujo del libro ´Arte Contemporáneo en Bolivia´. La pareja dice que lo publicaron “para suplir la falta de bibliografía referencial de arte en nuestro país. Los libros acompañan el quehacer de todas las áreas de la cultura, y vimos que habían pasado muchos años desde la publicación de un libro de estas características, el anterior ´Pintura boliviana del siglo XX´, de Pedro Querejazu data de 1987”.

Sobre la evolución de nuestros artistas, claro, ellos tienen una opinión hartamente real y se remontan a los hechos para contestar la consulta al respecto. “La tradición de la pintura boliviana es sólida y tenemos presencia de artistas bolivianos en muchos museos del mundo. Probablemente no alcancemos determinados nombres como otros países (Guayasamín en Ecuador, Botero en Colombia, Syzlo en Perú), pero en general el nivel en el que estamos es alto, y artistas nuestros tienen presencia afuera, Rodo Boulanguer, La Placa, Zilveti, por ejemplo, y de las generaciones más recientes Gastón Ugalde, Rosmery Mamani, Marcelo Suaznabar”.

Queda claro entonces que nuestros artistas están en condiciones de ganar mercados y competir a lo grande en cualquier lugar. “El arte es chovinista, aquí y en todas partes del mundo. Los artistas tienen presencia en sus países porque se los conoce, porque su obra circula en ellos. En Europa, por ejemplo, las fronteras son más difusas y la circulación de las obras más abierta, la facilidad de una moneda común los iguala”.

El arte es una escuela que necesita fomento porque la formación académica como en todo requiere una conjunción de factores aleatorios. Conocedores de las aplicaciones en el encantador universo del arte, los dueños de Altamira creen que las academias y las universidades forman cientos de estudiantes de arte. “Técnicamente la mayoría de ellos tiene un trabajo impecable, donde existen los tropiezos es en la propuesta estética, en el proceso creador; los pintores pueden vivir de su arte, de su trabajo, son pocos, sin duda, los que sobresalen, por eso decimos que el arte es un proceso de largo plazo. No lo logrará quien se canse en el camino”.

Altamira se ha ganado un sitial en la dinámica expositora y eso ya no se puede cambiar como parte de una dinámica que le ha dado vida propia.

Este año por ejemplo Altamira inaugurará su exposición número 90. Una exposición cada tres semanas, 16 exposiciones anuales, además 13 subastas de arte, y en los últimos años a razón de dos por año.

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