Gerontocracia y revolución: De Roger Waters a la estatización de YPF

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La especulación, hace unos meses, sostenía que los Rolling Stones iban a festejar sus cincuenta años de exitosa trayectoria en 2012 con una gran gira mundial, que casi con seguridad no llegara a Bolivia. Pero Keith Richards se encargó de desestimarla aduciendo que aún no estaban preparados para afrontar tal desgaste.

Hubiese sido el corolario para una temporada musical que tomó color y temperatura con la monumental puesta en escena de The Wall Live de Roger Waters. El músico inglés se ganó las tapas de las principales revistas en su gira por Chile y Argentina porque además tuvo encuentros con jefes de Estado y con los eternos defensores de los derechos humanos. Para efectos de imagen una de cal y otra de arena. Si bien hay muchos nuevos artistas bajo del sol, sin dudas los más longevos continúan siendo los de mayor convocatoria, al menos en esta parte del planeta.

Casi cuatrocientos mil espectadores y una recaudación que rondó por los treinta millones de dólares, hablan a las claras del imán que resulta aún hoy, a treinta años de su creación, la obra de Pink Floyd. Pero Roger Waters no es el único que despierta tamaña devoción. Joe Cocker llenó el Luna Park, Bob Dylan se aseguró agotar las localidades del teatro Gran Rex. Los eternos Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina tocaron catorce shows en el Luna Park y siguen más firmas. ¿La edad promedio de las estrellas? 68 años. Tal vez ni ellos, en sus mejores años creativos, hubiesen imaginado que tendrían tanto protagonismo e igual repercusión en la curva descendente de sus carreras.

En general, la crítica especializada ha venerado la puesta de The Wall Live, colocándola por encima de lo que es un neto concierto de rock. Claramente lo excedía, por su teatralidad, recursos visuales y tratamiento. Pero también otras voces sostuvieron que la performance de Roger Waters (68 años) quedaba un tanto reducida ante tamaña propuesta, no sólo vocalmente (siempre secundado por una excelente banda) sino también en cuanto a dominio del escenario.

Pero sigue siendo un hecho por demás curioso que semejante puesta en escena en la que las ganancias oscilan cifras millonarias estén consagradas a una especie de redención de la izquierda revolucionaria en América latina. En Santiago, el músico inglés retumbó el mortífero escenario donde hace más de 30 años era fusilado una de las expresiones de protesta más firmes en la época de la dictadura, en el sangriento golpe de estado de la dictadura militar que en septiembre de 1973 derrocó al Gobierno del presidente Salvador Allende. El músico exigió un homenaje a la figura del gran compositor y músico chileño Víctor Jara. “Primero quiero felicitar a los niños de Santiago con un gran aplauso Y quiero dedicar este show a la memoria de Víctor Jara y a todos los otros desaparecidos del régimen militar. Los recordaremos siempre”. De inmediato interpretó una canción dedicada a Jean Charles Menezes, el electricista brasileño asesinado por la Policía Metropolitana inglesa en la estación de metro de Stockwell (Londres), el 22 de julio de 2005, al ser confundido con un terrorista islámico.

No parece extraño, en esa misma efervescencia de onda revolucionaria, las reuniones que Waters sostuvo en Santiago con la joven dirigente estudiantil Camila Vallejo. Luego de esa reunión que se llevó de manera informal en uno d los ensayos de la banda en el estadio nacional de Santiago el músico declaró que “el derecho a tener una educación decente es algo a lo que todo niño debería poder aspirar, pero es un sueño  que está muy lejos. Por eso me da esperanzas a fortaleza que este movimiento nacido entre los jóvenes y las universidades ha conseguido, porque la gente los está escuchando. Veremos qué pasa en el futuro…”  En la Argentina donde Waters ofreció nueve conciertos no faltaron las exclamaciones políticas. Se reunió con la presidenta Cristina Fernández. Y lo que dijo en el país está en sintonía con lo que ya había declarado años atrás con relación a la guerra de las Malvinas. “Observando la historia Argentina tiene fundamentos razonables para reclamar la soberanía sobre estos puntitos del Atlántico sur”.