Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll) | Decimanovena entrega

Un Mercedes Benz recorre a toda velocidad la autopista de Belgrado a Zagreb. La desintegración de la ex Yugoslavia. Las glorias de su seleccionado nacional de básquet. ¡Campeones del Mundo!
Un Mercedes Benz 180 D negro con placas diplomáticas viajaba a toda velocidad de Belgrado a Zagreb, la capital de Croacia que tomó su rumbo independentista después de los incidentes que dieron curso al desmembramiento territorial con la declaratoria separatista y la posterior guerra en Bosnia que dividió la ex Yugoslavia en seis repúblicas. El Mercedes Benz recorría el asfalto a gran velocidad por la premura de los acontecimientos.
El calor parecía detenerse al paso de los campos extensos sembrados de trigo por dónde años después se extendería el éxodo de miles de serbios tras el conflicto armado que el mundo conoció como la “Guerra de los Balcanes” en 1991. Un conflicto fratricida que despojó a las familias de sus tierras indistintamente sí el padre era serbio, bosnio y la madre croata o viceversa. La aniquilación desintegró todo cuanto se movía por los trigales con la cizaña de las balas y el sonido agraviante del cañón.
La velocidad que el coche imprimía pasaba los 180 kilómetros, conducido por el chófer del embajador panameño, un experto en el manejo al volante que apoyaba discretamente su brazo contra la ventanilla, pegando largas bocanadas a un cigarrillo Drina con la ventana entreabierta por donde soltaba el humo de sus pulmones.
Maldox Williams y JK Montgomery viajaban en el compartimento posterior del Mercedes Benz modelo 80´ con dirección al psiquiátrico en Zagreb. A los dos pasajeros les resultaba lo mismo haber nacido en cualquier lugar ocupado en un conflicto armado. En su manera intuitiva de ver las cosas, algo estaba por suceder, la ex Yugoslavia olía a pólvora mojada, algo similar con lo que ocurre en un país cuando los iones no se acomodan al rumbo de los acontecimientos. La gente en su mayoría tenía algo particular en su manera de expresar sus ideas, el uso del lenguaje muy peculiar para referirse al socialismo, dejaba traslucir advertencias propias de síntomas de cansancio. Esto no tenía nada que ver con el desenfreno consumista, pero de alguna manera el viaje a Zagreb era una respuesta a ciertas libertades que viajan a mil por hora hasta que de pronto lo detiene un mecanismo de choque impensado e impredecible.
A casi a tres horas de viaje, el chofer que hablaba unas cuentas palabras de español, paró en una estación de servicio para recargar combustible y luego encostó el coche en un restaurante para merendarse. A ninguno se le hubiera ocurrido lo que presenciaron en aquel local ataviado de un sinfín de adornos alusivos al seleccionado nacional de básquet de la ex Yugoslavia. En el local se exponían emblemas de los deportistas que habían ganado el Campeonato Mundial de Básquet disputado en la Argentina de 1990. Las paredes estaban plagadas de banderines, medallas doradas de imitación, camisetas; en sus vitrinas y mostradores decorados de llaveros, trofeos, botones adherentes, adhesivos y recuerdos del seleccionado ganador de aquel torneo mundialista.
Se observaban recortes enmarcados de periódicos y tapas de revistas con los rostros de los integrantes de la selección campeona. Al otro lado del local la foto del Mariscal Josep Broz Tito, presidente de la República Federativa Socialista de Yugoslava (RFSY) y al otro extremo también enmarcada la fotografía de Ante Pavelic, fundador de la ustacha, (la milicia croata que luchó al lado del nacismo contra los partisanos serbios en la Segunda Guerra Mundial). Ya entonces habían surgido los primeros síntomas de un probable malestar étnico alentado por divergencias ideológicas que afloraron poco a poco después de la muerte de Tito en 1980. Pero este era apenas el principio de una ruta en dos direcciones. La otra, que no era política, tenía que ver con los emblemas del deporte.
Los propietarios del local, una pareja serbocroata, se mostraba muy interesada en los visitantes queriendo conocer detalles de dónde venían y dónde se dirigían, y que si eran turistas debían comprar al menos un recuerdo de los poderosos basquetbolistas yugoslavos. El resto de las personas que se encontraban en el local, todos hombres de mediana edad, asomaban sus ojos celestes buscando un punto de encuentro con los extranjeros haciendo preguntas al chofer que los conducía diligentemente a Zagreb.
Los recortes enmarcados de los diarios de la época aludían la proeza: “Yugoslavia campeón mundial de Básquet”, a grandes titulares. Hablaron de Tito como un malabarista indómito sin compromisos con la URSS comunista ni con EEUU capitalista. Uno de ellos uso la palabra luego de tomar un par de rakjias dijo: “El Mariscal Tito, tuvo la habilidad de manejar el país sin la intervención directa de la Unión Soviética ni entregado a los norteamericanos. Tito se convirtió en cabeza del grupo de los No Alineados, sin compromisos ideológicos ni con los capitalistas de los Estados Unidos ni con los comunistas de la Unión Soviética”.
Cuando estalló la “Guerra de los Balcanes”, miles de serbios que vivían en Croacia tuvieron que abandonar sus tierras. Las balas de metralletas les arrebató todo lo que habían atesorado desde 1947 (cuando se fundó Yugoslavia con el Mariscal Tito como guía y conductor). Los daños colaterales de la guerra, acabó llevándose a la tumba a unas 250.000 personas, entre hombres, mujeres, ancianos y niños. Ya nadie osaría levantar la bandera tricolor para celebrar un triplete de Drazen Petrovic, el mejor lanzador del mundial del 90´.
El campeón mundial de básquetbol llenaba de orgullo a todos los ex yugoslavos por su eterna rivalidad con norteamericanos y soviéticos que en el mundial de 1990 quedaron en el camino por el título. El chofer del Mercedes Benz halló una excelente oportunidad para que los amigos que llevaba a Zagreb quedarán prendados con los muchachos basquetbolistas de su país como el mayor reconocimiento al orgullo nacional.
Unas cuantas monedas depositadas en una alforja dieron lugar al siguiente relato de uno de los presentes: “Este es nuestro Drazen Petrovic, croata tiene 23 años. Y él (lo señaló) su mejor amigo Vlade Divac, serbio, nuestra estrella y capitán. Él es Goran Dragic (siguió apuntándolo con el índice), el mejor de Europa. En la NBA, Divac fue su confesor cuando Petrovic no jugaba en Portland y estaba deprimido. Este es Stefan Mitrovic y este Milos Teodosic, nuestro mejor base. Él es Bojan Bogdanovic, alero, una amenaza cuando lanza la bola fuera del área, se le caen los puntos de los bolsillos desde cualquier posición y Nemanja Bjelica, una clase y visión de juego especial. Nuestro comodín Doncic, escolta y alero de los Dallas Mavericks nuestra principal referencia del equipo y una amenaza constante”.
Y así Maldox Williams y JK Montgomery recorrieron el local, mientras la explicación seguía su curso: “Esta es la mejor tripleta del mundo: Milos Teodosic, Vasilje Micic y nuestro viejo Goran Dragic, referente en el último Eurobasket, son más que una garantía para cualquier equipo del mundo. Nuestra batería ofensiva inagotable los hace temblar a los norteamericanos y a los soviéticos. Él es Bogdan Bogdanovic que juega en los Kings uno de los mayores talentos de Europa; este Bojan Nemanja. Son los mejores del mundo. Nuestro arsenal es infinito. Y este es Nikola Jokic gran talento por su visión de juego. Dario Saric, Boban Marjanovic y Nikola Milutinov, referencias europeas. Para completar, el poder y la fuerza, nuestro gladiador Bojan Dubljevic. Podrían poner en aprietos a cualquier selección del mundo”.
Los héroes del último gran combinado “plavi”, demostraron que su poderío seguía intacto, hasta este título, el último del fin de una época dorada. Los relatos de la historia a veces son tan simples como un soplido al viento. Ocurrió en medio de la euforia por la celebración del campeonato. Un fanático argentino de padres croatas se acercó provocativamente portando la bandera arlequinada de Croacia, haciéndola flamear por lo alto en medio de la concurrencia. El capitán del equipo, el serbio Vlade Divac se lanzó sobre el aficionado tratando de arrebatarle la bandera para ocultar cualquier fricción entre los integrantes del cuadro campeón. El croata Drazen Petrovic, con quien conformaban la mejor dupla del básquet mundial, saltó sobre su compañero de equipo evitando la escena que dio lugar a una ola de protestas que se desataron en Croacia por la actitud de Divac.
Los medios occidentales alimentaron la pugna y comenzaron a hablar de “una limpieza étnica”, en el básquet yugoslavo. Los ánimos caldeados llevaron a una irreconciliable relación entre sus integrantes quienes dejaron de hablarse y jugar juntos. Las cadenas internacionales de la televisión no dejaron de reproducir las imágenes en las que el serbio Divac arrebataba la bandera croata a un espectador en los festejos por el título mundial.
La ex Yugoslavia comenzó a cobrar desde entonces una pesada factura de debilitamiento. Afloraron disputas y sentimientos de odio racial condenando la actitud de un jugador de básquet a intereses que se mezclaron con la furia de un huracán por las disputas entre serbios y croatas. En 1991 los eslovenos declararon su independencia y pocos meses después Croacia siguió el mismo camino provocando un efecto domino que cundió al resto de las seis repúblicas que componían la República.
Para entonces, los jugadores de la selección nacional de basquetbol ya habían firmado millonarios contratos con la NBA de EEUU, mientras en las calles de Zagreb y en otras ciudades de la ex Yugoslavia se comenzó a vivir en permanente tensión. Cada país de la Europa del Este encontró sus motivos a la desintegración. En Polonia fue el sindicalista Lech Walesa que se hizo fuerte exacerbando las demandas de sus sindicatos. Mijael Gorvachov, amenizó con la Perestroika declarando que “el comunismo necesitaba reformas”.
Cuando el Mercedes Benz estacionó finalmente en el psiquiátrico de Zagreb debieron ser las seis. El sol aun brillaba con intensidad sobre las claraboyas del edificio.
Cada lunes una nueva entrega de la obra Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´Roll)
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Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Primera entrega
Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Segunda entrega
Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Tercera entrega
Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´Roll) | Cuarta entrega
Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Quinta entrega
Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Sexta entrega
Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Séptima entrega
Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Octava entrega
Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Novena entrega
Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Décima entrega
Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Onceava entrega
Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Duodécima entrega
Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Decimotercera entrega
Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Decimocuarta entrega
Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Decimoquinta entrega
Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Decimosexta entrega
Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Decimoséptima entrega
Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Decimoctava entrega