Las promesas del rey
Un antiguo dicho indio sostiene que “las promesas de un rey, son como palabras escritas en el agua”. Los países en desarrollo que trabajan contra reloj intentando producir un “paquete de resultados” para la Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio en Bali, del 3 al 6 de diciembre próximos, deberían recordar este refrán para no repetir viejos errores.
En la Conferencia Ministerial de Marrakech (abril de 1994), para que concluyera la Ronda Uruguay y se convirtiera al GATT (un acuerdo provisorio, sin base institucional) en una organización formal (la OMC), los países en desarrollo pagaron un precio por adelantado. Aceptaron nuevas obligaciones en inversiones, servicios y propiedad intelectual, creyendo en la palabra ambiguamente formulada por los países desarrollados de que, a su debido tiempo, implementarían sus compromisos de reforma de su agricultura y otros acuerdos comerciales beneficiosos para el Sur.
Con estas promesas todavía incumplidas, en la Conferencia Ministerial de Doha, poco después de los ataques del 11 de setiembre de 2001, los países en desarrollo acordaron iniciar una nueva ronda de negociaciones comerciales a cambio de la promesa de incluir en ella correcciones de las injusticias del sistema. En ambos casos recibieron gato por liebre y ahora la historia se puede repetir una tercera vez.
La posibilidad de concluir la Ronda de Doha con beneficios para el Sur la dejó sin efecto en 2006 el entonces director general de la OMC, el francés Pascal Lamy, cuando anunció que había suspendido indefinidamente las conversaciones de Doha para salvar a Estados Unidos de ser condenado por su subsidio ilegal al algodón y otros temas claves de la agricultura, en vísperas de las elecciones legislativas en ese país.
Estados Unidos y la Unión Europea están tratando desde entonces de encontrar una manera de cerrar la Ronda de Doha, culpando a los países en desarrollo, olvidando sus compromisos de Marrakech 1994 y Doha 2001, y socavando aún más el espacio nacional de decisión de los países del Sur.
Con un nuevo director general procedente de un país en desarrollo, Roberto Azevedo de Brasil, y una Conferencia Ministerial en un país en desarrollo clave, Indonesia, que tiene previsto celebrar elecciones a principios del próximo año y, por lo tanto, tiene un interés en mostrar éxitos, los países en desarrollo se enfrentan a nuevas demandas y dilemas.
A cambio de un acuerdo definitivo sobre la facilitación del comercio favorable al Norte, con compromisos exigibles mediante un mecanismo de solución de diferencias, los países en desarrollo obtendrían:
1. Una denominada Cláusula de Paz de cuatro años (sin garantía de paz ni tampoco de que se encuentre una solución permanente) sobre la formación de stockspúblicos para la seguridad alimentaria.
2. Un “mejor esfuerzo posible” por limitar los subsidios agrícolas de las economías avanzadas (una formulación no exigible).
3. Algunos esfuerzos sobre tarifas agrícolas (presentados hace ya mucho por Azevedo cuando era embajador de Brasil ante la OMC).
4. Algunos movimientos sobre cuestiones de interés para los países menos adelantados (PMA), con muchos peros y salvedades.
A los países en desarrollo se les dice que Estados Unidos y la Unión Europea han perdido la confianza en el sistema de la OMC y su competencia como foro de negociación, y que ellos deben actuar para recuperar la confianza. Esta narrativa parece haber sido aceptada por la Dirección de la OMC, o al menos parte de ella, y algunas élites del Sur.
Noruega ha propuesto que la Conferencia Ministerial de Bali “recupere la confianza” obviando el mecanismo de unanimidad del Consejo General de la OMC y adoptando el acuerdo de facilitación del comercio como “decisión política”. Se establecería una fecha para su entrada en vigor, al cabo de la cual los miembros discrepantes serían “invitados” a abandonar la OMC.
Tal vez Estados Unidos y la Unión Europea deberían recordar la postura similar de pérdida de confianza en que se encontraban los dirigentes de la entonces República Democrática Alemana durante el levantamiento de 1953. En ese momento, Bertolt Brecht, poeta alemán, dramaturgo, director de teatro y marxista, formuló una propuesta similar a la de Noruega en su poema La Solución: ¡que el gobierno disolviera al pueblo y eligiera a otro que le tuviera confianza! Como es sabido, en vez de adoptar esta sugerencia sarcástica, Walter Ulbricht y los soviéticos levantaron un muro en Berlín para evitar que la gente se fuera.
Si Estados Unidos y la Unión Europea avanzan en el curso propuesto por Noruega pueden encontrarse que, en lugar de invitar a irse a quienes no acepten un acuerdo sobre “facilitación del comercio”, tal vez tengan que levantar un muro alrededor de la OMC para impedir que los países en desarrollo que no puede conseguir en ella equidad y justicia, encuentren una salida, con sus propias alternativas a las normas inicuas e injustas.
Después de todo, los líderes de los países en desarrollo se dan cuenta de que en el mundo de hoy las grandes potencias necesitan el sistema multilateral de la OMC tanto o más que los demás miembros de la comunidad internacional.
Chakravarthi Raghavan, editor emérito de South-North Development Monitor (SUNS), boletín diario sobre negociaciones internacionales publicado en Ginebra por Third World Network (TWN).