La condena a muerte de pacientes de sida en Venezuela

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Foto: AFP

En diciembre de 2017, Leonard Delgado recibió el diagnóstico de VIH positivo y la receta de antirretrovirales que debe tomar en medio de la peor crisis de abastecimiento de estos fármacos en Venezuela. Con el resultado también le dieron una indicación tácita de que debía irse del país. A los dos meses de iniciar su tratamiento, la medicina que debe de tomar de por vida se acabó. Este mes emigrará a México para poder tratar su enfermedad. Contactó con una ONG en Querétero a través de la cual podrá obtener los medicamentos y realizar de forma gratuita los exámenes de CD4 y de carga viral, que deben hacerse cada seis meses para medir la resistencia del virus en la sangre, pero que hace dos años dejaron de hacerse en el sistema público venezolano.

“Quedarme en Venezuela es morirme de sida. Yo no me quiero ir porque aquí tengo trabajo, todavía gano bien, quiero a mi país, pero ahora solo pienso en mi salud y por eso me voy. Tengo un amigo que se fue en marzo y ya tiene tratamiento y sé de otros que se han ido a Perú y Chile por esta situación y allá están mejor”, cuenta este hombre de 31 años desde la recepción del Servicio de Infectología del Hospital General del Oeste (HGO), una planta de aspecto abandonado en el que se acumulan camas viejas y equipos averiados y donde unos 1.500 pacientes acuden a consulta.

La grave crisis humanitaria que se vive en Venezuela ha potenciado un enorme éxodo que las Naciones Unidas ya ha comparado con el que la guerra de Siria empuja en el Mediterráneo. Según los datos de la agencia un total de 2,3 millones de venezolanos han huido del país desde 2014, dirigiéndose principalmente a Colombia, Ecuador, Perú y Brasil. La grave situación económica y el desabastecimiento de alimentos y de medicinas, que en el caso de los antirretrovirales llegó a ser total en abril pasado, expulsa a los venezolanos a otros países, aunque el Gobierno de Nicolás Maduro ha insistido en negar la situación y el propio mandatario ha dicho que los que emigran se van engañados por los medios de comunicación.

Situación de los ochenta

Carlos Pérez Pérez, jefe del Servicio de Infectología del HGO, señala que se atraviesa la peor crisis en el área y en particular en esta patología. El médico administra un grupo de whatsapp con sus pacientes donde la angustia es un mensaje recurrente. Cada día hay quien pregunta por un fármaco o por la receta de un brebaje del árbol de guasimo -usado por médicos en Brasil para fortalecer el sistema inmunológico de estos pacientes-, un recurso del que se ha valido el especialista como tratamiento complementario. La situación regresa a los pacientes a los años ochenta, cuando comenzó la epidemia los antirretrovirales no se habían establecido en el protocolo contra la enfermedad y los pacientes se trataban el sida con remedios caseros.

“Cada semana se me mueren dos pacientes. Están llegando ya en fase de sida y esos casos de recién diagnosticados están muy inmunosuprimidos. Esto ha incidido en un aumento significativo de las muertes por VIH. Estos meses hemos tratado la crisis, discriminando entre aquellos pacientes que están mejor, repartiendo dosis para una semana de tratamiento, usando los fármacos que van dejando los pacientes fallecen o recetando el esquema incompleto, aunque estamos conscientes de que eso favorece la aparición de VIH resistente. La situación ha sido tan grave que yo he recomendado a los pacientes emigrar o, si tienen la posibilidad de que se los traigan de afuera que lo hagan, pero eso es algo insostenible para muchas familias”, dice Pérez, que desde hace 20 años trata a pacientes con VIH.

Luis Meneses emigró hace siete meses Colombia. Es activista por los derechos de la comunidad LGBTI y desde hace dos meses trabaja con su fundación, Fuvadis, para apoyar a los venezolanos con VIH que han emigrado a ese país, donde es difícil ingresar al sistema de salud. En dos meses ha registrado a 35 seropositivos en Barranquilla, donde está instalado. Les ayuda a insertarse en el sistema sanitario colombiano y les consigue donaciones de medicinas, suplementos alimenticios y atención. El plan es elaborar una base de datos en el resto de los departamentos colombianos. En poco tiempo también han contabilizado muertes. “Esta semana lamentablemente falleció uno de los pacientes que estaba en nuestro registro. Pasó cuatro meses sin antirretrovirales en Venezuela y acá todavía no se los habíamos conseguido. En agosto tengo el reporte de otros cuatro casos de venezolanos con VIH fallecidos en Colombia”.

En el consultorio de Pérez no hay diplomas colgados. Un cartel escrito a mano muestra su mayor preocupación: “Sin medicamentos para el VIH todos mis pacientes tienen sentencia de muerte”, indica el letrero pegado detrás de su escritorio. La falta de reactivos para pruebas de despistaje y de control hacen que solo se pueda brindar una atención presuntiva [aproximada] del paciente. Los diagnósticos se están haciendo muy tarde cuando el paciente ya requiere ingresar a una emergencia, añade. Tratar otras enfermedades en estos pacientes, como tuberculosis, citomegalovirus y neumonía, también es una tarea cuesta arriba en hospitales prácticamente inoperativos. “Y cada vez quedamos menos infectólogos en el país”, remata.

Un año sin comprar fármacos

En Venezuela se calcula que hay 150.000 pacientes con VIH, de los cuales solo 73.000 están inscritos para recibir tratamiento a través del Ministerio de Salud. Esta última cifra se redujo en 10.000 con respecto al año pasado entre los fallecidos y las personas que han emigrado, asegura Eduardo Franco, secretario general de la Red Gente Positiva, que agrupa a las personas con la enfermedad. Se trata de una estimación a ciegas porque el Gobierno no publica información epidemiológica desde hace años y este 2018 el despacho de salud eliminó su portal web.

“Tenemos más de seis meses con una escasez total, el Gobierno no ha comprado nada y tampoco hay noticias de que vaya a comprar. Muchos pacientes con VIH y con otras patologías crónicas se han ido para poder salvarse en países como México, Brasil, Argentina, Chile y Perú, donde los sistemas de salud tienen mayores facilidades de acceso, pero esta carga da problemas a esos Estados y por eso es parte de la emergencia migratoria que hay. Muchos otros se han muerto en el camino”, dice Franco.

La presión de las ONG ha hecho que desde la Organización Panamericana de la Salud se haya enviado un lote de antirretrovirales que sumado a otras donaciones han paliado los tratamientos de algunos, pero no alcanzan para todos. El Gobierno venezolano cumple este septiembre un año sin hacer las compras regulares de antirretrovirales para dotar el Programa Nacional de VIH-Sida.

Con las muertes de pacientes, que Franco calcula en 5.000 en lo que va de año, crece también otra cifra, la de los nuevos infectados, que superan los 11.000 al año y van en aumento, advierte. “Tememos un repunte entre los jóvenes y también en adultos mayores, porque no hay campañas de prevención y en medio de esta crisis es muy costoso adquirir condones”, agrega el activista.

 

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