Rusia ha colocado a Siria al principio de la lista de prioridades, y lo ha hecho con el signo más evidente que un país puede tener a la hora de mostrar interés por lo que pueda pasar en un territorio: mover su ejército allí. El presidente ruso, Vladimir Putin, aspira a ser el árbitro en una transición siria que espera sea más exitosa que el proceso de paz ucraniano, encallado a día de hoy.
Latakia, el bastión del presidente sirio, Bachar al Asad, ha cuadruplicado su población en cuatro años de guerra: cristianos, chiíes y otras minorías han encontrado refugio allí. También hay suníes, aunque han encontrado más difícil acomodo porque los alauíes no quieren perder su predominio en la zona. El país en general está controlado en dos terceras partes por los rebeldes, en buena medida islamistas.
Con este marcador tan adverso, es difícil que Rusia pueda recuperar el terreno que su aliado ha perdido en estos cuatro años de atroz guerra civil. De momento, el plan es dar oxígeno a Asad, evitar que los acontecimientos se deslicen a un ‘escenario rumano’ con el líder y su familia asesinados en medio del caos. Moscú considera a Asad un presidente legítimo, y los medios rusos venden estos días su figura como una garantía, el freno más fiable que impide que el Estado Islámico y otros radicales financiados en la sombra por Arabia Saudí trepen por el Cáucaso hacia las ciudades rusas.
De las pantallas de televisión ha desaparecido Ucrania. El enemigo ya no es el supuesto “fascismo” que anida en Kiev. La amenaza es el Estado Islámico, que por cierto se nutre -en un porcentaje llamativo- de combatientes que proceden del interior de la Federación rusa. Es uno de los motivos que, al menos de puertas para afuera, fundamentan el siguiente movimiento audaz de Moscú:tras llevar soldados a suelo sirio, ha forjado una alianza con Irán, Siria e Irakpara compartir información sobre el Estado Islámico. Irak es en teoría un aliado de EEUU en el acoso a Asad, pero ahora incluso se sentará en la misma mesa que funcionarios del Gobierno sirio. La gran coalición que busca Putin, una fuerza de choque que integre a Damasco, ya tiene un embrión. Y la alianza de EEUU ha encontrado una nueva grieta.
Rusos contra ‘rebeldes de EEUU’
En Nueva York, el jefe del Kremlin ha sido claro. “Proponemos guiarnos por valores e intereses comunes, en vez de por las ambiciones, aunar los esfuerzos sobre la base del derecho internacional para resolver nuevos problemas y crear una coalición internacional antiterrorista realmente amplia”, ha dicho Putin en el debate de la Asamblea General de la ONU. Según el mandatario ruso, “como la coalición contra Hitler”, la nueva alianza “podría unir en sus filas a distintas fuerzas que están dispuestas a contrarrestar decisivamente a los que, como los nazis, siembran el mal”.
Moscú tiene un buen aliado en Damasco desde los tiempos de la URSS. Putin decidió actuar cuando los enemigos de Asad empezaron a acosar Latakia, donde Rusia usa el puerto de Tartus. Ese puede ser el mejor refugio para el presidente sirio si es expulsado de Damasco: caerá la capital, pero Asad seguirá.
Para atacar al Estado Islámico hay que estar en Damasco; Latakia es para defender a Asad y allí es donde están volando ya los drones rusos. Los soldados rusos en Latakia se encontrarán tarde o temprano con los rebeldes impulsados por EEUU. Por eso muchos analistas creen que ahora es más importante que nunca que Vladimir Putin y Barak Obama hablen cara a cara.
La misteriosa unidad Zaslon
El objetivo de los movimientos rusos es reforzar al presidente sirio y ayudarle a proteger su bastión en la costa. De este modo, pueden darse por muertas lasesperanzas de deponer a Asad por la fuerza. Como su ejército se está desmoronando, puede romperse el país, que se convertiría en un botín más fácil de repartir tanto para las fuerzas que operan dentro como para las que presionan desde fuera. En esa coyuntura, y de cara al futuro, será fundamental la presencia rusa en Siria.
Los servicios norteamericanos han detectado que es la embajada de Rusia en Damasco la que coordina el trabajo de los rusos sobre el terreno. Eso hace pensar que sería la misteriosa unidad Zaslon, perteneciente al servicio de espionaje exterior ruso, SVR, la que estaría trabajando allí. Y para expertos como Mark Galeotti, analista de la revista ‘IHS Jane’, puede ser un indicio de que Moscú contempla la caída del presidente sirio: “La última vez que escuché confidencias que apuntaban a la presencia de unidades de Zaslon desplegadas sobre el terreno, más allá de algún dispositivo puntual, fue en Bagdad en los últimos días de Sadam Husein”. La misión de Zaslon es muchas veces borrar -huellas, información, indicios, pruebas- cualquier cosa que no se quiera que acabe en poder de EEUU. Una labor importante si cae Asad. O si cae Damasco y Asad huye.
Es difícil que todo suceda rápido. Como dice Ayham Kamal, analista del Grupo Eurasia, “la intervención rusa hace muy difícil llevar a cabo un cambio de régimen, porque Asad tiene futuro, al menos como presidente de transición”. Lo que ocurra después dependerá en buena medida del compromiso de Occidente, pero esta vez contando con Rusia.