Mientras avanza el coronavirus, otras enfermedades resurgen

0
270
Foto: Aaron Favila/Associated Press

Numerosos esfuerzos de vacunación se detuvieron en todo el mundo para evitar la propagación de la COVID-19. Las consecuencias han sido alarmantes: han aumentado los casos de difteria, cólera, poliomielitis y sarampión.

Mientras los países pobres de todo el mundo buscan detener el coronavirus, también están contribuyendo de manera involuntaria a que surjan nuevos brotes de enfermedades y fallecimientos a causa de otros padecimientos que las vacunas previenen con facilidad.

Esta primavera, después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la UNICEF advirtieron que la pandemia podría propagarse con rapidez cuando los niños se reunieran para recibir vacunas, muchos países suspendieron sus programas de vacunación. Incluso en los países que intentaron que siguieran vigentes, los vuelos que transportaban el suministro de vacunas fueron detenidos por la pandemia y los trabajadores de la salud se dedicaron a combatirla.

Ahora está resurgiendo la difteria en Pakistán, Bangladés y Nepal.

Hay cólera en Sudán del Sur, Camerún, Mozambique, Yemen y Bangladés.

Se ha informado de la aparición de una cepa mutada del poliovirus en más de 30 países.

Además, el sarampión está aumentando por todo el mundo, incluyendo países como Bangladés, Brasil, Camboya, la República Centroafricana, Irak, Kazajistán, Nepal, Nigeria y Uzbekistán.

De 29 países que han suspendido las campañas de vacunación contra el sarampión debido a la pandemia, 18 han reportado brotes. Otros 13 países están considerando posponerlas. De acuerdo con la Iniciativa contra el Sarampión y la Rubéola, 178 millones de personas están en riesgo de no ser vacunadas contra el sarampión este año.

Ahora se presenta el riesgo de que “dentro de algunos meses haya una epidemia que provoque la muerte de más niños que la COVID-19”, señaló Chibuzo Okonta, presidente de Médicos sin Fronteras en África Central y África Occidental.

Debido a que la pandemia continúa, la OMS y otros organismos internacionales de salud están exhortando a los países a reiniciar con cautela la vacunación, al mismo tiempo que combaten el coronavirus.

Según un estudio de 2019 realizado por Vaccine Impact Modeling Consortium, un grupo de investigadores de salud pública, está en juego el futuro de una férrea colaboración de 20 años que ha evitado 35 millones de decesos por enfermedades prevenibles mediante vacunas en 98 países y ha reducido un 44 por ciento la mortalidad de los niños por estas enfermedades.

“La inmunización es una de las herramientas más potentes y primordiales en la historia de la salud pública para la prevención de enfermedades”, afirmó en un comunicado Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS. “La interrupción de los programas de inmunización por la pandemia de la COVID-19 amenaza con revertir décadas de avance contra las enfermedades prevenibles mediante vacunas, como es el caso del sarampión”.

No obstante, hay muchos obstáculos para reanudar los programas de vacunación. Es difícil que lleguen los suministros de vacunas. Cada vez más especialistas sanitarios se enfocan en trabajar de tiempo completo en el combate de la COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus. Además, una nueva ola de dudas acerca de las vacunas hace que los padres no vayan a las clínicas.

Hay muchos países donde la pandemia todavía no azota con toda su fuerza. Cuando lo haga, su capacidad para manejar los brotes de otras enfermedades se verá aún más disminuida.

“Habrá naciones tratando de recuperarse de la COVID-19 al mismo tiempo que se enfrenten el sarampión. Eso comprometería aún más sus sistemas de salud y tendrá serias consecuencias económicas y humanitarias”, señaló Robin Nandy, director de inmunización de la UNICEF, organismo que proporciona vacunas a cien países, por lo cual llega al 45 por ciento de los niños menores de cinco años.

La interrupción en el reparto de vacunas también tiene implicaciones considerables para la protección contra el coronavirus.

En una cumbre mundial a principios de este mes, Gavi, la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización, una asociación de salud creada por la Fundación Bill y Melinda Gates, anunció que países y organismos se habían comprometido a donar 8800 millones de dólares en total para las vacunas básicas de niños en países pobres y de ingresos medios, y que estaba iniciando una campaña para distribuir vacunas contra la COVID-19 cuando estén disponibles.

Sin embargo, los mismos servicios que están colapsando por la pandemia, “son los que se necesitarán para distribuir las vacunas contra la COVID-19”, advirtió Katherine O’Brien, directora de inmunización, vacunas y agentes biológicos de la OMS, durante un reciente seminario por internet sobre los desafíos de la inmunización.

Tres trabajadores de la salud con refrigeradores llenos de vacunas y un equipo de apoyo de pregoneros y tomadores de notas subieron recientemente a una canoa de madera motorizada para descender por el ancho río Tshopo en la República Democrática del Congo.

Aunque el sarampión se estaba propagando en todas las 26 provincias del país, semanas antes la pandemia había cerrado muchos programas de inoculación.

La tripulación de la canoa necesitaba encontrar un equilibrio entre evitar la transmisión de un nuevo virus que recién está comenzando a golpear a África y detener a un viejo pero conocido asesino. Sin embargo, cuando la larga y estrecha canoa llegó a las comunidades ribereñas, el mayor desafío de la tripulación no resultó ser la mecánica de vacunar a los niños mientras seguían las nuevas restricciones de seguridad de la pandemia. En cambio, la tripulación se encontró trabajando duro solo para persuadir a los aldeanos de permitir que sus hijos fueran vacunados.

Muchos padres estaban convencidos de que el equipo estaba mintiendo sobre la vacuna, que no era para el sarampión sino que, en secreto, era una vacuna experimental contra el coronavirus, para la cual serían necesarios conejillos de indias involuntarios.

En abril, la África francófona se había indignado por una entrevista en la televisión francesa en la cual dos investigadores dijeron que las vacunas contra el coronavirus debían ser probadas en África, un comentario que reavivó los recuerdos de una larga historia de abusos similares. Y en el Congo, el virólogo a cargo de la respuesta al coronavirus dijo que el país había aceptado participar en ensayos clínicas de vacunas este verano. Más tarde, aclaró que cualquier vacuna no se probaría en el Congo antes de ser probada en otro lugar. Pero los rumores perniciosos ya se habían expandido.

El equipo convenció a los padres lo mejor que pudieron. Aunque los vacunadores en todo Tshopo finalmente inmunizaron a 16.000 niños, otros 2000 los eludieron.

Este iba a ser el año en que la República Democrática del Congo, el segundo país más grande de África, lanzaría un programa nacional de inmunización. El apremio no podría haber sido mayor. La epidemia de sarampión en el país, que comenzó en 2018, se ha seguido extendiendo: desde enero, ha habido más de 60.000 casos y 800 fallecimientos. Ahora ha vuelto a aparecer el ébola, además de la tuberculosis y el cólera, los cuales afectan al país con frecuencia.

Pese a que no siempre están disponibles, existen vacunas para todas estas enfermedades. A finales de 2018, el país comenzó un programa de inmunización en nueve provincias. Fue una hazaña de coordinación y esfuerzo y, en 2019, el primer año completo, el porcentaje de niños inmunizados pasó de 42 a 62 por ciento en Kinsasa, la capital.

Esta primavera, cuando el programa estaba preparándose para su lanzamiento a nivel nacional, embistió el coronavirus. Era casi seguro que las campañas de vacunación masiva, que por lo general implican reunir a cientos de niños en los patios de las escuelas y los mercados, propagarían el coronavirus. Incluso se volvió inviable en muchas regiones la inmunización de rutina, misma que casi siempre tiene lugar en las clínicas.

Las autoridades sanitarias del país decidieron que las vacunas siguieran aplicándose en las regiones con brotes de sarampión, pero donde no hubiera casos de coronavirus. Sin embargo, la pandemia detuvo los vuelos internacionales que abastecerían los insumos médicos, y en varias provincias se empezaron a terminar las vacunas contra la polio, el sarampión y la tuberculosis.

Cuando finalmente llegaron los suministros a Kinsasa, no pudieron llevarlos a todo el país. Los vuelos nacionales estaban suspendidos. Tampoco era posible el transporte terrestre debido a la mala condición de los caminos. Al final, una misión de paz de las Naciones Unidas llevó los suministros en sus aeroplanos.

Aún así, los trabajadores de la salud, que no tenían mascarillas, guantes o gel desinfectante, estaban preocupados por infectarse; muchos dejaron de trabajar. Otros fueron delegados para ser entrenados para la COVID-19.

El impacto acumulativo ha sido particularmente grave para la erradicación de la polio: alrededor de 85.000 niños congoleños no han recibido esta vacuna.

Pero la enfermedad que más preocupa a los funcionarios de salud pública es el sarampión.

Según los expertos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), el virus del sarampión se propaga con mucha facilidad por el aire -por partículas diminutas o gotículas suspendidas en el aire- y es mucho más contagioso que el coronavirus.

“Si entran personas a una habitación donde dos horas antes ha estado alguien con sarampión y ninguna de ellas ha sido inmunizada, el cien por ciento de esas personas se contagiará”, dijo Yvonne Maldonado, experta en enfermedades infecciosas pediátricas en la Universidad de Stanford.

En los países más pobres, la tasa de mortalidad por sarampión en niños menores de cinco años varía entre el tres y el seis por ciento; algunas condiciones como la desnutrición o los campamentos abarrotados de refugiados pueden incrementar la tasa de mortalidad. Los niños pueden sucumbir a complicaciones como neumonía, encefalitis y diarrea grave.

Se calcula que, en 2018, el año más reciente del que se han recabado datos a nivel mundial, hubo casi diez millones de casos de sarampión y 142.300 fallecimientos asociados a él, aun cuando los programas de inmunización a nivel global eran más sólidos en ese entonces.

Antes de la pandemia del coronavirus en Etiopía, el 91 por ciento de los niños de la capital, Adís Abeba, recibieron su primera vacuna contra el sarampión durante visitas de rutina, mientras que en las regiones rurales la recibieron el 29 por ciento de los niños. (Para evitar un brote de enfermedades muy infecciosas como el sarampión, la cobertura óptima es de 95 por ciento o más, con dos dosis de la vacuna). Cuando azotó la pandemia, el país suspendió su campaña de vacunación de abril, pero el gobierno sigue reportando muchos casos nuevos.

“Los patógenos de los brotes no reconocen fronteras”, señaló O’Brien, de la OMS. “En especial el sarampión: si hay sarampión en algún lugar, hay sarampión en todas partes”.

Las tasas de inmunización en los países más ricos también se han desplomado durante la pandemia. En Estados Unidos, algunos estados reportan caídas de hasta un 70 por ciento por debajo del mismo periodo del año anterior, para el sarampión y otras enfermedades.

Una vez que las personas comiencen a viajar de nuevo, el riesgo de infección aumentará. “Esto no me deja dormir”, dijo Stephen Cochi, asesor principal de la división de inmunización global en los CDC. “Estas enfermedades prevenibles por vacunación están a un solo viaje de avión”.

Después de que la OMS y sus socios de vacunación publicaron los resultados de una encuesta el mes pasado que muestra que 80 millones de bebés menores de un año corrían el riesgo de perder las vacunas de rutina, algunos países, incluidos Etiopía, la República Centroafricana y Nepal, comenzaron el intento de reiniciar sus programas.

Uganda ahora suministra motocicletas a los trabajadores de la salud. En Brasil, algunas farmacias ofrecen servicios de inmunización al automóvil. En el estado indio de Bihar, una trabajadora de la salud de 50 años aprendió a andar en bicicleta en tres días para poder llevar las vacunas a familias alejadas. La UNICEF alquiló un vuelo para entregar vacunas a siete países africanos.

Cochi, de las CDC, que brinda apoyo técnico y programático a más de 40 países, dijo que si tales campañas pueden llevarse a cabo durante la pandemia es una pregunta abierta. “Estará lleno de limitaciones. Hablamos de países de bajos ingresos donde el distanciamiento social no es una realidad, no es posible”, dijo, citando las favelas brasileñas y las caravanas de migrantes.

Espera que las campañas contra la poliomielitis se reanuden rápidamente, pues teme que la pandemia pueda retrasar un esfuerzo global de décadas para erradicar la enfermedad.

 

Jan Hoffman reportó desde Nueva York y Ruth Maclean, desde Dakar, Senegal.

Jan Hoffman escribe sobre salud conductual y legislación en torno a la salud. Sus temas de gran alcance incluyen opioides, vapeo, tribus y adolescentes. @JanHoffmanNYT

Ruth Maclean es la jefa de la corresponsalía de África Occidental para The New York Times, con sede en Senegal. Se unió al Times en 2019 después de tres años y medio cubriendo África Occidental para The Guardian. @ruthmaclean