Milei o Massa

El ministro de Economía, Sergio Massa, tiene las riendas y eso es correr con una gran ventaja en cualquier escenario. Javier Milei ha resistido una fuerte campaña en su contra desde todos los sectores incluso de aquellos que se habían radicalizado en su apoyo al oficialismo que ha tratado haciendo contorciones de trapecista sacarse de encima el bulto de quienes son sus progenitores: Los esposos Kirchner.

Así, el candidato del oficialismo concurrió al crucial debate del pasado domingo en el que, si bien hubo de todo, acabó distrayendo la atención del electorado alejando los fantasmas de la crisis económica que no parece ser lo que más les preocupe a los argentinos. En este momento, la cuestión crucial es el temor a que el outisder -como se lo conoce a Milei- acabe siendo la peor receta para una crisis que bajo la conducción de Massa, aparentemente, va mejor con él que con el “loco” Milei.

La crisis es la crisis, no tardará en resolverse en los siguientes 4 años, pero queda la quietud del intento desesperado que puede llegar a significar un imperante aferrado a la mano salvadora de un peronista cuando la situación exige un libertario.

Milei ha abreviado varios pasos y no ha tenido el orden para constituir un aura perfecta en sintonía con su mundo animal, plagado de espíritus que a estas alturas no convencen, aunque la gente se cree más animal que humano, los Conan y compañía tendrán que esperar, quien sabe una segunda oportunidad, quien sabe hasta nunca.

Todos, absolutamente todos, han descuajeringado en sus narraciones ganadoras para que Milei no llegue bien parado el domingo cuando deba enfrentar la segunda vuelta. Unas elecciones que de tanto estar cruzadas, perfilan un ganador.

La alusión es casi perfecta para que el domingo las banderas peronistas vuelvan a flamear constituyendo una vez más del agravio al triunfo, un estilo de vida que de ser una tragedia acaba siendo felicidad que ciertamente requiere dosis elevadas de Tramadol.