¿Quién es Victoria Villarruel, la número dos de Milei?

Por Perfil con dat0s
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Victoria Villarruel, segunda de Milei Argentina

Saltó a la política desde su militancia en las organizaciones de la “memoria completa”. La respuesta a quienes la acusan de negacionista y su vínculo con los dictadores.

De imagen casi angelical, la abogada de origen castrense sostiene su discurso preparado hace años de manera impoluta, lo que la contrapone al estilo de su líder político. Si bien hace dos años era impensado, las chances que tiene el binomio libertario de alcanzar la Presidencia convirtieron a Villarruel en una de las máximas protagonistas de la esfera pública. Desde que asumió como diputada, su postura sobre el terrorismo de estado durante la dictadura saltó a primera plana y reabrió el debate sobre los derechos humanos, sacudiendo así una pieza fundacional de la democracia argentina.

La estrategia del binomio de la fórmula La Libertad es no hacer declaraciones al respecto.

Villarruel, de 48 años, dedicó su carrera a combatir el consenso generalizado en torno a la violencia política de los setenta y los delitos de lesa humanidad. Su historial abarca desde visitar a genocidas en las cárceles (incluido Jorge Videla), permanecer “muy cerca” de otros tantos militares enjuiciados o hacerse de la representación de las personas que murieron en atentados.

Sin embargo, la militante de “la memoria completa” mantuvo un hermetismo absoluto al respecto, basado una postura ambivalente que le valió un sinfín de acusaciones de detractores (propios y ajenos) pero que le sirvió como una exitosa plataforma política que podría culminar en su ascenso a la Casa Rosada en las elecciones presidenciales de octubre.

“Las otras víctimas”

El mayor mérito de Villarruel fue construir su figura pública alrededor de los atentados de las organizaciones armadas de los setenta a partir de su militancia en organizaciones de “la memoria completa”. Desde entonces, la abogada se presentó como la defensora de “las otras víctimas” de la violencia política y se alejó de los genocidas repudiados socialmente.

Apeló a las bases y se incluyó en esa comunidad, al autodefinirse como “familiar de víctimas del terrorismo”. Así, Villarruel se apropió de esa laguna histórica, armó su propia “lista de víctimas” y buscó resignificar la concepción de los derechos humanos, con un guiño a las organizaciones de Plaza de Mayo y la figura de los 30.000 desaparecidos.

“Hubo acciones armadas de los terroristas de una envergadura tal que negar una guerra es inentendible”, sostuvo en una entrevista con en 2016. “Me gustaría que el Poder Judicial sea realmente independiente y juzgue a estas personas tal como juzga a los agentes del estado que han violado los derechos humanos, me gustaría paridad y no sentir que las personas son ciudadanos de segunda”, agregó.

Así, su estrategia constó de mantener una postura ambivalente sobre los crímenes de la dictadura (incluida la apropiación de hijos y nietos) y girar la conversación hacia “las víctimas del terrorismo” de organizaciones como Montoneros y ERP en los setenta, a las que hábilmente pone en el mismo nivel que los asesinados en el plan sistemático de desaparición de personas de la dictadura.

Con el correr de los años, Villarruel atenuó su discurso y relativizó el concepto de “guerra”, que intenta bajarle el tono al terrorismo de estado de la dictadura. En una entrevista con La Nación en el 2010, cuando le preguntaron si pensaba que era “lo mismo el terrorismo de Estado que el otro terrorismo”, ella respondió: “La expresión terrorismo de estado no solo es desafortunada, sino también confusa”.

 

Este artículo ha sido editado para aminorar espacio y claridad.