Uruguay busca un TLC con China ante un Mercosur empantanado

Por Ignacio Bertesaghi | Latinoamérica 21
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Uruguay, Lacalle
Foto: EFE/Raúl Martínez

Durante la pandemia de la COVID-19, el vínculo entre Uruguay y China se profundizó con el acceso pleno a las vacunas Sinovac que llegaron para atender las demandas sanitarias del país sudamericano. Sin embargo, lo que ha llamado la atención política nacional y regional fue el anuncio del presidente uruguayo de que se iniciaría un estudio de factibilidad para suscribir un tratado de libre comercio (TLC) entre ambos países.

Naturalmente dicho estudio no garantiza la apertura de las negociaciones, pero sí es considerado el primer paso hacia un TLC. La decisión de Uruguay y el movimiento que dio China es una señal más de una relación que crece y que genera enormes expectativas en los actores nacionales.

Este es el último paso después de la consolidación de la relación entre Uruguay y China con la suscripción de la declaración de la Asociación Estratégica durante la visita del presidente Tabaré Vázquez a China en 2016. En ese viaje se abrió por primera vez la posibilidad de avanzar en la firma de un TLC bilateral, lo que el expresidente uruguayo dijo que ocurriría en 2018.

Finalmente, el acuerdo no se alcanzó, sobre todo por la falta de liderazgo en la política interna, donde algunos actores nacionales bloquearon la posibilidad de avanzar en la negociación.

La oposición de los socios del Mercosur

Las ambiciones de Uruguay, no obstante, se enfrentan a otro gran desafío y es que hasta el momento generan polémica en la región por los diferentes puntos de vista de los miembros del Mercosur.

Uruguay argumenta que puede avanzar en la firma de acuerdos bilaterales por entender que la Decisión 32/00 del Consejo del Mercado Común no se encuentra en vigor. Pero esta posición no es compartida por Argentina, que antepone el Tratado de Asunción, una visión acompañada, con menor énfasis, por Paraguay.

En el caso de Brasil, se debe recordar que, simultáneamente a la propuesta de flexibilización liderada por Uruguay, su interés estaba fundamentalmente centrado en la baja del arancel externo común del esquema de integración. Brasil, en especial con el apoyo del ministro de Economía, Paulo Guedes, y del presidente Jair Bolsonaro, acompañó a Uruguay en su propuesta y nunca marcó una posición firme ―contraria― a que Uruguay cierre un acuerdo con China, aunque tampoco la apoyó expresamente.

No obstante, con el cambio de canciller, Itamaraty volvió a cumplir un papel más preponderante, lo que derivó en señales ya no tan claras desde el principal socio del Mercosur.

Partiendo de este ámbito y asumiendo un cambio de contexto ―especialmente en Brasil por el escenario electoral―, los representantes uruguayos deberían volver a las negociaciones, buscando, por ejemplo, la regionalización de las relaciones del bloque con China, lo que podría articularse lanzando un diálogo Mercosur-China en el próximo semestre, cuando Uruguay tendrá a su cargo la presidencia del Mercosur.

Esa señal sería de central importancia para que China decida seguir adelante con las negociaciones bilaterales. Y es que la decisión de Uruguay es legítima si se tiene en cuenta que todas las partes avanzan en decisiones que van en contra del Tratado de Asunción, actuación que ocurre regularmente desde el año 1999.

Por otro lado, mientras que Uruguay estableció relaciones diplomáticas con China en 1988, unos cuantos años después que Argentina y Brasil, Paraguay es uno de los 14 Estados del mundo que aún mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán. Este es otro escollo más para la normal conexión del Mercosur con la potencia asiática.

Pero si Uruguay desea avanzar en ese sentido, además de lidiar con sus vecinos, deberá acelerar la negociación de otros acuerdos propuestos por China en áreas como la economía digital y verde, inversiones, cooperación dentro de lo que es la Franja y la Ruta. Estas serían señales de importancia para China, ya que acompañan la estrategia de alcanzar una Asociación Estratégica Integral, en la que la firma del TLC es un elemento de suma importancia, pero no el único.

El camino del TLC-Uruguay

Desde 1988, la relación de Uruguay con China se ha profundizado, ya no solo en lo que se refiere al crecimiento exponencial en el comercio de bienes, transformando a China desde hace tiempo en el primer socio comercial de Uruguay, sino también en cooperación y en intercambios políticos. Las inversiones, sin embargo, han aumentado pero a menor ritmo si se le compara con otros países sudamericanos.

Desde inicios del siglo XXI, China comenzó a dar pasos significativos para transformarse en un actor global, ingresando a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001, lo que en pocos años lo catapultó como el principal exportador mundial superando a Alemania. China también comenzó a ganar terreno en los organismos internacionales de posguerra, estrategia que simultáneamente complementó con la implementación de nuevas instituciones y proyectos estratégicos.

En 2001 se creó la Organización de Cooperación de Shanghái; en 2013, China lanzó el megaproyecto de la Franja y la Ruta; en 2014 lideró el lanzamiento del Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS; en 2016 hizo lo propio con el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, y en 2020 logró suscribir el RCEP, acuerdo comercial de mayor impacto económico y comercial a escala global.

Para China, la firma de un acuerdo comercial es un eslabón más de una cadena mucho más amplia de acuerdos y de señales que derivan en ir subiendo la categoría de importancia que el Partido Comunista chino les otorga a determinados países.

Por lo tanto, para llegar a una Asociación Estratégica Integral se deben cumplir ―especialmente en el caso de economías pequeñas― una serie de acciones a largo plazo.

En ese sentido, Uruguay ha suscrito un número relevante de acuerdos de cooperación en diversas áreas, pero también ingresó a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, al Nuevo Banco de Desarrollo y al Banco Asiático en Inversión en Infraestructura, lo que son señales claras de la relevancia otorgada a su principal socio comercial.

Está claro que la apuesta de Uruguay es muy ambiciosa, mas aún es posible si se ajusta parcialmente la estrategia en curso, puesto que el camino de Uruguay hacia el TLC con China ya se inició y no debería tener punto de retorno.

* Este texto fue publicado originalmente en la web de REDCAEM

Ignacio Bertesaghi

Director del Instituto de Negocios Internacionales de la Universidad Católica del Uruguay y coor. del Eje Temático sobre Economía, Comercio e Inversión, de Redcaem. Doctor en relaciones internacionales de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina.