Blues a Orillas de la periférica

Por Ricardo Mikio Obuchi Ugarte
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adolfo cárdenas, escritor y pedro parodi, música Blues

Muchas veces cuesta decir las cosas, pero algo muy en el fondo impulsa a decirlas en algún momento… Cuando alguien cercano fallece está el recuerdo exacerbado por la ausencia y los distintos espacios vacíos esto producen una profunda tristeza. Además de varias noches de insomne vigilia ante un sitio vacío en la mesa. Pero ¿qué pasa con esa tristeza por el fallecimiento de un célebre desconocido? Ahora que las redes sociales están omnipresentes se puede ver que a la muerte de algún músico famoso las voces de despedida forman un coro que al unísono despiden a “su” artista, ¿alguien lo conoce? ¿saben qué le gustaba desayunar cada mañana? En muchos casos la respuesta es un lapidario NO, sin embargo, esa ausencia está ahí. Algún fanático la siente, algún coleccionista o lector la siente, por ellos mucho no puedo hablar…

Estas últimas semanas hemos perdido a dos nombres importantes en el País Adolfo Cárdenas y Pedro Parodi, quizás de ellos no puedo hablar sin embargo de alguna forma han adquirido presencia en mi vida, como sus libros o como su programa en la radio. Es aquí donde me pongo a pensar en el por qué siento su ausencia, al final nunca los conocí, quizás la respuesta sea que su trabajo sentó presencia en algún momento de mi recorrido por este mundo, quizás sea la parte mía que no me pertenece, la parte que quedó como sobra y se fue como un cuerpo.

Recuerdo cómo en aquella época en la que buscaba obsesivamente un poco de blues, fue cuando de un amigo escuché el nombre: “Blues a orillas de la noche” era “el programa del Pedro”, como decía este camarada, recuerdo con qué fascinación este antropólogo, etc. hablaba de una de esa música, eran minutos donde un hombre alto canoso con barba y acento argentino hablaba de una enorme constelación de músicos perdidos en placas madre de vinilos, en “race records”(eran discos fonográficos de 78 rpm que se vendían entre los afroamericanos entre los años 20 y 40.), etc.  basta recordar que el programa me hacía la noche.

Posiblemente eran esas voces grabadas que compartía por la radio. Significaban para él como una presencia que había hecho “algo” por este hombre, procuraba contagiar al oyente es “algo”. Ahora es cuando el compartidor parte con un barquero por el Mississippi de los sueños acompañado por aquellas voces de distintos colores que le cantan una bienvenida.

Por otra parte está aquel autor bajito y rubio, que a través de sus escritos del que aprendí que en lo grotesco también habita el humor y quizás fue el barquero que guio a muchos conocidos por los caminos de la escritura y como creador nos dejó la vara muy alta, pues en una época donde abunda esa preocupación obsesiva por la “buena” escritura, se dedicó a tomar la escritura que dejamos en el aire (la forma oral) para plasmarla en el papel, pues hablar tiene muy poco de buena ortografía y mucho de cada persona.

El Adolfo también ha partido ante los comentarios incrédulos de sus amigos y conocidos, quizás se fue a lugar donde junto a sus personajes vivirá más historias, se ha ido a ese lado incierto de la vida que es reclamado por la muerte. Pero nos deja sus cuentos, su “Periférica Boulevard” que fue quizás la más fuerte presencia de este Vikingo chiquito en mi vida y en la de muchos.

Con humor, con blues y una tristeza distante es que tomo estas líneas para despedirme de dos desconocidos que hicieron mucho en mi vida sin siquiera haber hablado con ellos en algún momento, con dos monedas para el barquero y el sonido de una “slide guitar” (una botellita de medicina) me despido de sus respectivas presencias hasta la siguiente lectura o escucha pues de alguna forma se anota lo que se escucha.