La resurrección del Imperio Ruso

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Las especulaciones sobre las actividades militares de Rusia se han disparado en las últimas  emanas. Ahora, los analistas de medio planeta suspiran por contestar dos preguntas: ¿qué diablos piensa hacer Rusia en Siria?; y ¿por qué les parece buena idea intervenir en uno de los conflictos   más sangrientos e interminables de la actualidad?

A nadie se le escapa que Rusia ha desplegado sus fuerzas en señal de apoyo al presidente sirio Bashar al-Assad. El portavoz del Comando Central de Estados Unidos, el mayor Genieve David, confirmó que el despliegue militar ruso consiste en “proveer viviendas para el personal, suministro de cazas y reactores, helicópteros, sistemas de misiles antiaéreos, tanques, vehículos blindados y apoyo logístico para operaciones aéreas”, que saldrán del aeropuerto internacional Bassel al-Assad en Latakia.

La mayor implicación rusa ha provocado la reacción airada de algunos observadores militares y políticos que se quejan de la pérdida de influencia estadounidense en la región. Algunos nostálgicos como el célebre general David Petraeus han llegado a reivindicar que Vladimir Putin está “resucitando el imperio ruso”. Claro que el patio sirio es un auténtico despropósito. El conflicto se ha convertido en un vodevil de intereses infinitos, en el que cada actor participante está siendo manipulado por la larga influencia de los Estados Unidos, Turquía, Arabia Saudí e Irán. Nada de lo que está sucediendo es remotamente parecido a una estrategia cabal a largo plazo.

De tal manera, quizá la mejor manera de calibrar la intervención de Rusia no sea, necesariamente, como una proyección de poder. Se trata, más bien, de un intento por mantener la pequeña   ventaja estratégica de la que todavía dispone.

“La marea de la guerra se está volviendo en contra de Assad. En los últimos meses ha padecido serios reveses”, declaró Jeremy Shapiro, asociado en política exterior del Instituto Brookings. “Es fundamental que Rusia no asuma la responsabilidad de deshacerse de otros regímenes. Quieren implicarse a toda costa y proteger los regímenes de sus socios”. Es aquí donde las cosas se empiezan a complicar. La intervención rusa va frontalmente en contra de los intereses de los Estados Unidos, que no son otros que apartar a Assad del poder. Si bien está claro que tanto Rusia como los Estados Unidos persiguen abatir al autoproclamado Estado Islámico (EI), parece incontestable que el cumplimiento de tamaña misión significa cosas bien distintas para ambos países.

El portavoz del departamento de Estado de los Estados Unidos, Mark Toner, aclaró algunos detalles durante una breve rueda de prensa celebrada el pasado 18 de octubre. “Hemos dejado bien claro que no se nos pasa ni remotamente por la cabeza que Assad pueda ser un socio en el que se pueda confiar”. Sin embargo, para Rusia derrotar a Assad equivale a apoyar al Estado Islámico y a su aparato de seguridad.

Desde su punto de vista, se trata del único poder legítimo del estado que puede derrotar con éxito a las fuerzas extremistas reunidas en Siria.

“En realidad, nosotros rechazamos tal premisa”, continuó Toner. “Necesitamos hablar de un proceso que avance rumbo a una solución política de la situación en  Siria. Pero que por supuesto no incluye Assad”. A pesar de todo, ni Rusia ni los Estados Unidos parecen estar cerca de asociarse para desplegar una estrategia conjunta. No, especialmente, a corto plazo. En el mejor de los casos, todo lo que podría esperarse sería que sus respectivas operaciones se equilibren. De tal manera, podría evitarse que Rusia y los Estados Unidos entren en conflicto directo sobre sus objetivos militares. “Estados Unidos está deseando discutir con Rusia mecanismos para rebajar las  actividades conflictivas, determinar los objetivos con los que contrarrestar a Assad y garantizar la seguridad de las operaciones de la coalición”, señaló el Mayor del Comando Central, Genieve  David.

Este tipo de distensiones favorecen, en última instancia, la implicación de Rusia. Claro que solo lo hacen en la gradualmente encogida esfera de influencia del régimen de Assad. Entonces, la escalada militar rusa es menos en una proyección de fuerza en Siria, como una habilidosa  maniobra para asegurar su posición a nivel doméstico e internacional, donde debería de alcanzarse un acuerdo para desbancar a Assad del poder.

Según Nick Heras, un miembro asociado de la fundación Jamestown e investigador en Oriente Medio, “Rusia puede utilizar la escalada de su presencia militar en Siria para asegurarse su papel en la transición del régimen de Assad”. La transición también consistirá en asegurar el acceso a su base naval en Tartus y en el aeropuerto internacional Bassel al-Assad, que, presuntamente, estaría siendo renovado para apoyar al destacamento militar ruso.

Parte de la intervención rusa está motivada por no querer contemplar cómo se desmantela el Gobierno de Assad -como ya ocurriera en Irak tras la invasión estadounidense-. Ello podría desembocar en un vacío de poder que resultaría apetitoso  para grupos como el Estado Islámico. Según los servicios secretos rusos alrededor de 2.500 soldados del país se habrían alistado ya a las tropas de EI en Siria e Irak, en su mayoría procedentes de las inquietas regiones caucásicas.

 

Los más valorados por su formación militar

Los combatientes yihadistas rusos, especialmente los chechenos, son algunos de los comandantes y de los guerrilleros más valorados en los campos de batalla internacional. Si los tiros van por ahí,  entonces la implicación de Rusia en Siria tendría tanto de operación antiterrorista como de maniobra a favor del régimen de Assad.

“Están cada vez más preocupados por el problema de Estado Islámico”, afirmó Shapiro. Para él, la idea de que exista un “Estado Islámico” sería catastrófica. Especialmente porque si eso sucediera, entonces los grupos caucásicos podrían convertirse, de nuevo, en una amenaza para la seguridad doméstica en el país de Putin.

Así lo expresó Putin en su intervención en la Asamblea General de Naciones Unidas. “La amenaza terrorista global se ha multiplicado de manera dramática y está alcanzando a nuevas regiones. Los   campos de entrenamiento de combatientes yihadistas procedentes de muchos países,  especialmente europeos, tampoco está ayudando a la situación”, dijo. “Por desgracia, queridos colegas, tengo que ser franco: Rusia no es una excepción”.

Todavía existe un debate significativo sobre hasta qué punto la intervención de Rusia alterará la trayectoria del conflicto. Mucho de ello depende de cómo Rusia decida organizar su apoyo militar al régimen. Para Assad la principal preocupación no será tanto el Estado Islámico (EI), sino cómo se enfrenta a grupos como el Frente al-Nusra, que está consolidando sus posiciones en el noroeste  del país y cuya presencia está ejerciendo una fuerte presión en enclaves estratégicos de Assad, como Latakia.

Pase lo que pase, apoyar a Assad es una apuesta a largo plazo que también exigirá un compromiso logístico y financiero. Y es muy posible que la inversión se prolongue durante los próximos años. Y pese a todo, parece que Rusia está convencida de que es un riesgo que vale la pena tomar.

“Desde su [Rusia] punto de vista se les ve como a agresores de ínfulas expansionistas que quieren reconstruir el imperio soviético”. Así se expresó Ian McCredie ante los micrófonos de ViceNews. McCredie es el presidente del Forbes  esearch Group, una compañía especializada en riesgo político de Washington.

“Pero la realidad es que están embutidos en un escenario que no había sido tan estrecho desde 1917. Y que van a la defensiva: están empleando métodos desiguales para mantener lo que tienen.

Con una economía en recesión, las sanciones internacionales contra Ucrania y la devaluación de su moneda, la estrategia de Rusia parece que consistirá menos en restaurar la gloria del pasado como   en aferrarse a la pequeña influencia que todavía pueda tener como a un clavo ardiendo.

Los combatientes rusos están entre los comandantes y de los guerrilleros más valorados en los campos de batalla