El tamaño real de la pandemia o por qué el mundo necesitará nuevas cuarentenas

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Foto: David Ramos/Getty Images

Uno de los principales desafíos científicos a la hora de combatir el nuevo coronavirus es descubrir el tamaño real de la pandemia.

Hoy día, con la dificultad de hacer pruebas masivas, solo nos hacemos una idea de cuántas personas han sido infectadas.

Conocer la verdadera dimensión del problema es fundamental para comprender dónde estamos y qué esperar en un futuro cercano.

Uno de los esfuerzos más robustos para encontrar estas respuestas se está haciendo en España, uno de los países más golpeados por el coronavirus y donde un estudio nacional acaba de publicar sus primeros resultados que señalan, según los expertos consultados por BBC Brasil, que próximas oleadas de contagio y nuevos períodos de cuarentena pueden ser inevitables.

La investigación realizada por el Instituto de Salud Carlos III, ligado al gobierno español, aplicó pruebas serológicas rápidas a60.983 personas en todo el país.

El objetivo era buscar anticuerpos para el coronavirus en muestras de sangre y estimar a partir de eso la proporción de la población que fue contaminada.

Los científicos concluyeron que apenas el 5% de los habitantes en España, 2,35 millones de personas, contrajeron el nuevo coronavirus.

Aunque sea bastante gente en términos absolutos, es una proporción muy pequeña en relación al tamaño del caos vivido en el país, que vio su sistema de salud entrar en colapso y se vio obligado a adoptar a mediados de marzo uno de los confinamientos más rígidos del mundo para contener la propagación del virus.

El índice también está lejos de ser suficiente para la llamada “inmunidad de grupo” o “efecto rebaño”, que podría prevenir naturalmente nuevas oleadas de contagio.

Es más difícil ser contagiado en una situación así, y esa barrera inmune evita que un microorganismo se propague y cause un brote.

“Mucha gente susceptible”

Pero el ejemplo de España, en donde se identificó el primer caso el 31 de enero y, tras poco más de tres meses, solo el 5% de la población fue contagiada, señala que la inmunidad colectiva difícilmente se puede obtener de forma natural a corto o medio plazo.

“Todavía hay mucha gente susceptible de contraer el virus. A partir del momento en que la vida vuelva a la normalidad, la posibilidad de tener nuevas epidemias es grande“, dice la doctora Ana Freitas Ribeiro, del servicio de epidemiología del Instituto de Infectología Emílio Ribas, en Sao Paulo, Brasil.

La proporción de personas con anticuerpos en la población identificada por el estudio español no fue uniforme en todo el país.

La ciudad autónoma de Ceuta, en la costa norte de África, tiene el índice más bajo, de 1,1%. El más alto fue identificado en la comunidad autónoma de Madrid, donde el 11,3% de los participantes tenía anticuerpos.

Pero incluso la tasa registrada en la región de la capital española no sería suficiente, dice Fernando Spilki, presidente de la Sociedad Brasileña de Virología.

“Incluso en las regiones más afectadas, todavía hay muy pocas personas con anticuerpos. La inmunización natural no está ocurriendo como debería para conseguir superar la pandemia”, dice Spilki.

Se da cuando entre el 60% y el 70% de la población ya tiene anticuerpos contra un virus o bacteria.

Si esto sucede, incluso aquellos que no tienen inmunidad contra esta amenaza se benefician indirectamente, porque están protegidos al estar rodeados de personas inmunes.

El epidemiólogo Antonio Augusto Moura da Silva, profesor del departamento de Salud Pública de la Universidad Federal de Maranhão (UFMA), en Brasil, afirma que, dadas estas tasas, “todo el mundo va a esperar una segunda ola” de contagios.

“Estamos todavía en la primera y no sabemos cuándo llegará la segunda, pero en algunos países que están saliendo del aislamiento, la epidemia ya comienza a manifestarse nuevamente”, dice Silva.

Otra forma de conseguir el efecto rebaño sería con una vacuna. Sin embargo, la mayoría de los expertos afirman que solo estará lista a mediados del próximo año, es decir, de 12 a 18 meses después de que el Sars-Cov-2, como se le llama oficialmente, o nuevo coronavirus se identificara.

“Mientras tanto, vamos a tener que hacer períodos de aislamiento social siempre que nuestros sistemas de salud detecten un aumento del número de casos”, afirma Ribeiro.

El inmunólogo Renato Astray, investigador del Instituto Butantan, en Sao Paulo, también calcula que nuevas cuarentenas podrían ampliarse a otros países de la región (y del mundo).

“Tan pronto como la gente deje de hacer aislamiento, porque los caos estén disminuyendo, tendremos una tasa de infección no muy diferente de la de España y, en más o menos días, tendremos otro brote. Y como ellos, vamos a tener que tomar medidas de aislamiento más veces, no va a parar aquí”, dice Astray.

Letalidad

La investigación española también reveló algunas informaciones importantes sobre la pandemia del nuevo coronavirus.

Al estimar el número de personas infectadas en España, el estudio permite identifica una tasa de letalidad del virus que sea más próxima al índice real.

Ribeiro apunta que esta tasa se estimó en 11.9% en España, donde hasta el momento ha habido más de 27.000 muertes entre los más de230.000 casos confirmados, según datos de la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos.

Pero la médica dice que la letalidad pasa a ser del 1,1% cuando se compara el número de muertes con la estimación que ha habido hasta ahora de 2,35 millones de infecciones en el país.

Es un índice mucho más bajo que el anterior, aunque Ribeiro señala que todavía es 10 veces mayor que la del virus de la gripe estacional, de 0,1%.

Junto con el hecho de que el coronavirus es bastante transmisible -se estima que cada persona infectada contamina a otros tres– esto puede generar una catástrofe.

“Teniendo en cuenta grandes poblaciones, como los casi 50 millones de habitantes en España, sin ninguna medida para contener el virus el número de infecciones aumenta mucho, y el 1% de las muertes significaría la muerte de mucha gente“, dice Ribeiro.

Los expertos en el informe afirman que esto hace caer por tierra cualquier reclamo de usar el “efecto rebaño” como una estrategia para combatir la pandemia, como llegó a considerar el gobierno de Reino Unido, por ejemplo.

El coste social de una infección masiva sería enorme, dice Astray.

“Cuando la gente habla de que todo el mundo se infectará pronto y nos libraremos del virus de una vez, es preciso ver lo que España ya ha sufrido con un 5%. ¡Imagínese si llegase al 10% o el 20%! Sería una situación de guerra“, dice el inmunólogo.

Asintomáticos

Silva destaca otros datos bastante importantes señalados por el estudio: cerca de un tercio de los participantes que tenían anticuerpos contra el nuevo coronavirus dijeron que no tenían síntomas.

“Estábamos detrás de ese número de asintomáticos”, dice el epidemiólogo.

Junto con las personas que dieron positivo y mostraron solo dos síntomas, el grupo pasa a representar el 50% del total de los infectados.

Esto da una mejor idea del tamaño del desafío, que es identificar y aislar a quién fue infectado para romper la cadena de transmisión del virus y controlar la pandemia.

“La mitad de las personas que tiene covid-19 no lo saben porque no tienen síntomas o tienen un síntoma muy leve, como dolor de cabeza o secreción nasal, por ejemplo, y eso no está necesariamente asociado con esta enfermedad. Estas personas continúan circulando y transmitiendo el virus”, afirma Silva.

El epidemiólogo Lúcio Botelho, profesor del Departamento de Salud Pública de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC), en Florianópolis, Brasil, considera ese índice escalofriante“.

Especialmente porque apenas el 2,55% de los participantes del estudio dijeron haber sido testados de covid-19 con exámenes moleculares, que son las que permiten diagnosticar la enfermedad.

“Sin poder realizar pruebas masivas, no tenemos forma de saber quién transmite el virus o no. Esto significa que el aislamiento es esencial, porque es la única forma que tenemos hoy día para impedir que eso suceda”, dice Botelho.

Preguntas abiertas

Finalmente, el estudio español apunta que, entre quienes habían hecho una prueba molecular para la covid-19, el 87% tenían anticuerpos contra el Sars-cov-2.

Eso es una buena señal, porque indica que nuestro cuerpo despliega alguna forma de protección contra ese nuevo virus.

En la investigación, fueron analizados apenas los anticuerpos conocidos como Igg, que son aquellos creados para que el organismo sea capaz en el futuro de combatir la misma amenaza de forma más eficiente.

El inmunólogo Renato Astray estima que la tasa del 13% que no desarrolló anticuerpos puede haber sido causada por un error de diagnóstico, porque las pruebas rápidas utilizadas en esta fase del estudio dan resultados con un índice de precisión de apenas el 79%.

Astray dice que solo será posible confirmar o refutar esta hipótesis en las próximas etapas de la investigación, cuando se realizará un tipo de prueba de anticuerpos de laboratorio que tengan una mayor precisión, de alrededor del 95%.

También será necesario hacer más investigaciones para comprender si esta respuesta inmunológica es realmente eficiente.

“Tener anticuerpos no significa necesariamente estar protegido, porque ese anticuerpo debe ser de tipo neutralizante para evitar que el virus infecte la célula“, dice el inmunólogo.

El virólogo Aguinaldo Pinto, profesor del Departamento de Microbiología, Inmunología y Parasitología de la UFSC, explica que esto no sucede, por ejemplo, con el virus del VIH.

“Una persona que tiene VIH tiene una enorme cantidad de anticuerpos Igg, pero nunca son neutralizantes y el paciente desarrolla sida si no recibe tratamiento”, dice Pinto.

Otro aspecto importante es verificar si esa inmunidad es de corto o largo plazo. El virólogo dice que incluso cuando desarrollamos un anticuerpo, no necesariamente permanece para siempre en el cuerpo.

“Esto sucede con las paperas, por ejemplo, que generan una memoria inmune a largo plazo, pero no con el rotavirus, que causa diarrea en niños. El anticuerpo contra él dura un tiempo y luego desaparece. Descubriremos en qué caso encaja el coronavirus con el paso del tiempo”, dice Pinto.

También será preciso hacer más investigaciones para comprender un aspecto intrigante de los datos presentados hasta ahora por el estudio español.

La tasa de anticuerpos varía mucho según la edad. Los índices en niños de 0 a 9 años oscilan entre el 1,1% y el 3% y son significativamente menores que los de ancianos, de entre el 5,1% y el 6,9%.

“Se esperaría que la mayoría de los grupos tuvieran la misma producción de anticuerpos”, dice Pinto.

Una posible explicación es que el sistema inmunológico de los niños muy pequeños todavía se está formando, lo que conduciría a una menor producción de anticuerpos.

Pero eso también debería verse en los ancianos porque nuestro sistema inmunológico comienza a deteriorarse a partir de los 60 años, lo cual perjudica su funcionamiento, dice Astray.

“Los diferentes niveles, ¿se deben a que los niños estuvieron menos expuestos al virus o a que no desarrollaron anticuerpos? Esa es la pregunta que queda sin resolver”.