Para entender la lógica de la presidenta Rousseff

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Las manifestaciones de junio cogieron al gobierno brasileño desprevenido. Hasta entonces, se hacían la ilusión de que los indicadores de popularidad superaban cualquier deficiencia. Ahora se sabe que, hasta el final del mandato de Dilma, va a haber una lucha férrea y duradera por la pugna del poder. A tal extrermo ha llegado esta sutil demostración política de fortaleza que la presidenta ha dicho que Lula nunca se ha ido porque esta aquí.

En círculos próximos a Dilma, se considera que ya habría superado la fase más difícil, que era salir de las cuerdas después de las manifestaciones. El gobierno de Dilma siempre enfrentó los problemas con una base de apoyo, peor menos sustentable que el de su antecesor.

Al proponer el plebiscito y poner el énfasis en los servicios públicos, se considera que ha tirado el balón para adelante. Con todas las reservas que se puedan hacer, el tema de la reforma política salió del Congreso y ganó en los debates generales.

El clamor de las calles hizo también que, en las últimas semanas, Dilma se abriera a la interlocución general. Y colocara en la agenda los temas preferidos de los manifestantes, como la movilidad urbana. Pero no se deben esperar cambios ministeriales. Menos aún en el Ministerio de la Hacienda.

En el segundo gobierno de Lula se consideró el cese del presidente del Banco Central, Henrique Meirelles. Lula fue disuadido con el argumento de que, faltando un año y medio para el final del gobierno, sería imposible construir un nuevo discurso económico.

Le recordaron el segundo gobierno FHC. Después de la crisis del cambio, cayó el presidente del BC, Francisco Lopes, sustituido por Armínio Fraga. Tras el cambio, el Ministro de Hacienda, Pedro Malan, habría sido completamente borrado. Hasta el final del gobierno, el discurso económico nunca más fue rehecho.

En el caso de Guido Mantega ocurriría lo mismo con el sucesor, estiman los analistas. Se considera que, a pesar de errores puntuales, especialmente lo de la distribución indiscriminada de exenciones fiscales, las líneas generales de la política económica serían correctas. Y ningún sucesor tendría tiempo de rehacer el discurso.

Hay la idea de que las críticas contra Guido se originan por la reducción de la tasa Selic, que habría perjudicado inclusive a los empresarios del sector productivo. Por mi parte, no lo veo así. Pero, finalmente, es la visión que prevalece en el gobierno.

De igual manera, no cabe esperar una reforma ministerial que, según esos analistas, levantaría más polvareda que ayudaría a calmarla. Será posible esperar algunos ajustes puntuales, de cambio de Ministros. Pero nada muy drástico.

En esa evaluación, Dilma ya habría alcanzado el fondo del pozo, pero dentro de un cuadro bastante favorable para la recuperación. Especialmente porque preserva la base original del PT, en el nordeste y en los sectores con la renta más pequeña.

En los sectores más ilustrados, quien creció fue Marina Silva. Pero en cuanto se vea obligada a exponer sus opiniones – sobre los más diversos asuntos – se percibirá un discurso contradictorio con lo que piensan los sectores más alfabetizados de la población. Considera que los primeros blancos de las manifestaciones fueron los gobernantes de la primera línea. La mayoría se recolocó atendiendo al clamor de las calles.

En situación más difícil queda el poder legislativo y algunos grandes órganos mediáticos, como la TELE Globo. Así como Dilma, ella tendrá que reinventarse para huir al desgaste. ¿Tendrá capacidad para tanto?