Un ejército nazi clandestino

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Alemania acaba de descubrir un sorprendente capítulo inédito de su historia reciente. Después de la II Guerra Mundial, antiguos oficiales de la Wehrmacht, las fuerzas armadas de la Alemania nazi, y de la Waffen-SS, el brazo armado de la SS, formaron un ejército secreto para proteger el país de un supuesto ataque de la Unión Soviética. Un proyecto, descubierto casualmente ahora, que podría haber provocado un gran escándalo en aquella época. Durante casi seis décadas, los documentos que demuestran su existencia han permanecido ocultos en los archivos del Servicio de Inteligencia de Alemania (BND).

Alrededor de 2.000 veteranos nazis decidieron formar un ejército en 1949 a espaldas del Gobierno federal y los Aliados. El objetivo de los oficiales era defender a la naciente República Federal de Alemania de la agresión del Este en las primeras etapas de la guerra fría y, en el frente nacional, desplegarse contra los comunistas en caso de una guerra civil.

El canciller alemán Konrad Adenauer no se enteró de la existencia de una conspiración en la sombra hasta 1951, pero no tomó medidas claras contra esta organización ilegal. De acuerdo con la documentación encontrada, en caso de una movilización, el ejército contaría con 40.000 soldados. El principal organizador era Albert Schnez, que había servido como coronel en la II Guerra Mundial. A finales de los años cincuenta formó parte del entorno del ministro de Defensa Strauss y posteriormente fue jefe del Estado Mayor bajo el mandato de Willy Brandt.

Las declaraciones de Schnez citadas en los documentos sugieren que el proyecto de creación de un ejército clandestino también fue apoyado por Hans Speidel -se convertiría en el comandante supremo de la OTAN del Ejército Aliado en Europa Central en 1957- y por Adolf Heusinger, primer inspector general del Bundeswehr (Ejército federal).

El historiador Agilolf Kesselring encontró los documentos -que pertenecían a la Organización Gehlen, el anterior Servicio de Inteligencia- mientras investigaba para el BND. Kesselring tiene especial interés por la propia historia militar de su familia. Su abuelo fue mariscal de campo durante la II Guerra Mundial y comandante en el Tercer Reich, con Schnez como subordinado. En su estudio, Kesselring disculpa con frecuencia a Schnez. Nada menciona sobre sus vínculos con la extrema derecha y describe sus labores de espionaje a supuestos izquierdistas como “controles de seguridad”.

El proyecto comenzó durante la posguerra en Suabia, una región que rodea Stuttgart, donde Schnez comercializaba madera, textiles y artículos para el hogar al tiempo que organizaba veladas para veteranos de la 25ª División de Infantería, donde él había servido. Pero sus debates siempre giraban alrededor de la misma pregunta: ¿qué debemos hacer si los rusos y sus aliados de Europa del Este nos invaden?

Para dar respuesta a esa amenaza potencial, Schnez pensó en fundar un ejército. Y aunque no respetó las ordenanzas de los Aliados -las organizaciones militares o “de tipo militar” estaban prohibidas-, rápidamente se convirtió en algo muy popular. Su ejército empezó a tomar forma en 1950. La red de Schnez recaudó donaciones de empresarios y de antiguos oficiales de ideas afines, contactó con grupos de veteranos de otras divisiones y acordó con empresas de transporte la entrega de vehículos.

Anton Grasser, antiguo general de Infantería, se ocupó del armamento. Comenzó su carrera en el Ministerio del Interior supervisando la coordinación de la policía alemana. Quería utilizar sus activos para equipar a las tropas en caso de conflicto. No hay ninguna señal de que el entonces ministro del Interior, Robert Lehr, estuviera informado de estos planes.

Schnez quería crear un ejército con unidades formadas por antiguos oficiales pertenecientes a cuerpos de élite de la Wehrmacht, que podrían desplegarse con rapidez en caso de un ataque. De acuerdo con los documentos desclasificados, la lista incluía empresarios, representantes de ventas, un comerciante, un abogado penalista, un instructor técnico e incluso un alcalde. Es de suponer que todos ellos eran anticomunistas y, en algunos casos, estaban motivados por un deseo de aventura. Un ejemplo: el teniente general retirado Hermann Hölter “no se sentía feliz trabajando solo en una oficina”.

Quedaba por determinar dónde podrían reubicarse en caso de emergencia. Schnez negoció con algunas poblaciones suizas, que mostraron “su desconfianza”. Más tarde planificó un posible traslado a España que utilizaría como base para combatir del lado de los estadounidenses.

En su búsqueda de financiación, Schnez solicitó la ayuda de los servicios secretos de Alemania Occidental en el verano de 1951. Durante una reunión celebrada el 24 de julio de 1951, Schnez ofreció los servicios de su ejército en la sombra a Gehlen -jefe del servicio de inteligencia- para “uso militar” o “simplemente como una fuerza potencial”, ya fuera en un Gobierno alemán en el exilio o de los aliados occidentales.

Una anotación en los documentos de la Organización Gehlen afirma que Gehlen y Schnez “habían mantenido durante mucho tiempo relaciones de carácter amistoso”. El escrito también indica que los servicios secretos ya conocían la existencia de un ejército clandestino.

Es probable que el entusiasmo de Gehlen por la oferta de Schnez hubiera sido mayor si se hubiera producido un año antes, cuando estallaba la guerra de Corea. En aquel momento, Bonn y Washington habían considerado la posibilidad de, “en caso de que se produjera una catástrofe, reunir a los miembros de las antiguas divisiones alemanas de élite, armarlos y luego asignarlos a las fuerzas aliadas”.

Un año después, la situación había cambiado, y Adenauer había desestimado esa idea. En cambio, presionó para que Alemania Occidental se integrase profundamente en Occidente e impulsó asimismo el establecimiento del Bundeswehr. El grupo ilegal de Schnez poseía la capacidad de poner en peligro esa política, ya que, si su existencia era de dominio público, podría haber desatado un escándalo internacional. Aun así, Adenauer decidió no tomar medidas contra la organización de Schnez.

El personal de Gehlen contactaba frecuentemente con Schnez. Además, ambos llegaron a un acuerdo para compartir datos secretos procedentes del servicio de inteligencia. Schnez se jactaba de tener una unidad de inteligencia “particularmente bien organizada”. A partir de ese momento, la Organización Gehlen se convirtió en el destinatario de informes sobre antiguos soldados alemanes que presuntamente se habían comportado de forma “indigna” como prisioneros de guerra de los rusos, insinuando que habían desertado para apoyar a la Unión Soviética. En otros casos informaba de “personas sospechosas de ser comunistas en Stuttgart”.

Con todo, Schnez nunca consiguió beneficiarse del dinero que recibía. Gehlen solo le entregaba pequeñas cantidades que se agotaron en el otoño de 1953. Dos años después, los primeros 101 voluntarios se alistaron en el Bundeswehr. Así pues, con el rearme de Alemania Occidental, el ejército de Schnez resultó innecesario.

Schnez falleció en 2007 sin haber revelado públicamente ninguna información acerca de los acontecimientos. Lo único que se conoce es gracias a los documentos en los archivos clasificados del BND bajo el título engañoso de “Seguros”. Alguien tenía la esperanza de que nunca nadie encontrara un motivo para interesarse por ellos.

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