¿Cómo terminó la supuesta infidelidad de un expresidente peruano en boca de Bad Bunny?

Por Diego Salazar | The Washington Post
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Martín Vizcarra, perú marzo 2019
Foto: Cortesía Presidencia de Perú

El 2 de julio, mientras hacía un live de Instagram para sus fans, ante 337,000 usuarios conectados, el cantante puertorriqueño Bad Bunny entonó, con algún error en la letra, el coro de una canción que llevaba unas semanas explotando en las redes sociales peruanas y unos cuantos días sonando con cada vez más fuerza entre usuarios de España, México y otros países de habla hispana: “Mi bebito fiu fiu, quiero hacerte chocolate”, dijo sin atinar tampoco la melodía.

La canción había sido compuesta por un músico y productor peruano, Alberto Silva Reyes, conocido en redes sociales como Tito Silva Music, famoso por escribir e interpretar canciones paródicas, con un humor ingenioso, socarrón pero apto para todo público, cuyas letras están por lo general basadas en la siempre complicada coyuntura política y social del país.

En el Perú, la fama de Tito Silva nació y creció durante la pandemia, cuando sus canciones, remixes a base de temas musicales conocidos por el gran público, se reían de momentos emblemáticos que los peruanos vivimos y sufrimos juntos, encerrados en casa y conectados a Internet, durante la cuarentena. Esa fama local, que lo llevó a aparecer en innumerables programas de televisión, diarios y demás, escapó a Perú hace muy poco, cuando su canción más conocida, Mi bebito fiu fiu, luego de ser utilizada por miles de usuarios en TikTok, se hizo ineludible en la red social favorita de los adolescentes.

En Mi bebito fiu fiu Silva utiliza como pista sonora la melodía de Stan, la famosa canción del rapero estadounidense Eminem lanzada en al año 2000, que a su vez samplea parte de la melodía y la letra de Thank you, una de las canciones más populares de la cantante británica Dido. Sobre esa base musical, Silva colocó una letra compuesta a base de una serie de mensajes de texto, supuestamente intercambiados a través de WhatsApp, por el expresidente peruano Martín Vizcarra y una excandidata a congresista de su partido, Zully Pinchi.

Los mensajes de chat fueron revelados a mediados de mayo por un programa de investigación de la televisión peruana, como muestra de la supuesta relación extramatrimonial que mantenía el expresidente con la excandidata de su partido. Vizcarra ha negado la relación y, como casi todo lo que tiene que ver con el expresidente —caído en desgracia luego de que a inicios de 2021 se supiera que se había vacunado de forma irregular durante un ensayo clínico—, los chats de la supuesta infidelidad se convirtieron en parte del folklore y bromas gruesas con que los peruanos intentamos sobrevivir a la crisis política, social e institucional que el país arrastra desde hace varios años.

Unos días después, el 20 de mayo, Silva publicó en redes sociales la canción, cantada por una colaboradora suya, Tefi C, y acompañada de un video donde una actriz escenificaba el desengaño amoroso, rodeada de retratos del expresidente, y lo veía negar la relación entre ambos en un video de Instagram, a la vez que compone poemas de desamor. En Perú se convirtió en un éxito instantáneo. De Facebook, Instagram y YouTube pasó a la radio, a la televisión e hizo el trayecto hasta las discotecas, donde era coreada de madrugada por los asistentes. Y de ahí, explotó en Spotify y TikTok.

Esto último fue clave en su éxito internacional. A diferencia de lo que ocurre con Instagram o Facebook, plataformas que privilegian el contenido producido por tus contactos, el algoritmo de TikTok tiene una peculiaridad: le importa menos a quiénes sigues y más cuál es el tipo de contenido con el que interactúas. Lo que hace que te ponga delante videos de usuarios desconocidos, algunos incluso con muy pocos seguidores, pero que “sabe” que te van a interesar debido a tu historial de visualizaciones e interacciones. Por esto, una canción como Mi bebito fiu fiu, producida por un músico peruano conocido tan solo en su país, puede terminar en el feed de miles y hasta millones de usuarios de medio mundo que no tenían idea de su existencia.

Además, como explica el periodista especializado en tecnología Chris Stokel-Walker en su libro TikTok Boom: China’s Dynamite App and the Superpower Race for Social, debido a la sencillez de su interfaz, de una manera solo soñada por YouTube, hasta ahora la principal plataforma de video online, TikTok ha conseguido “demoler la frontera entre espectador y creador” y ha convertido, gracias a su diseño “carente de fricción, simple, intuitivo y adictivo” a millones de adolescentes y no tan adolescentes en cantantes, bailarines y cineastas amateur de forma automática. Prometiéndoles, además, el éxito y un auditorio infinito al alcance de los dedos.

La última vez que pude comprobarlo, a inicios de la semana pasada, existían en TikTok unos 124,000 videos que utilizaban Mi bebito fiu fiu como banda sonora. Para ese entonces ya la había cantado Bad Bunny, la había entonado también Ibai, uno de los streamers más conocidos del mundo en español, o el youtuber mexicano Luisito Comunica.

Un par de días después de estas expresiones de éxito, el 5 de julio, la canción desapareció de las distintas plataformas digitales. Primero de Spotify, donde había acumulado casi dos millones de reproducciones y se había convertido en el número uno del ranking Viral Global 50. Entre el 5 y 7 de julio, la canción se apagó también en el canal de YouTube, donde el video original había conseguido casi 10 millones de visualizaciones y una versión acústica grabada en vivo superaba las 2 millones, al igual que los perfiles de Facebook e Instagram de Tito Silva.

Cuando todos nos preguntábamos qué había ocurrido y distintos medios especulaban sobre supuestas demandas millonarias que el productor tendría que enfrentar debido al uso de la canción de Eminem y Dido, el 7 de julio Silva publicó un video en su página de Facebook explicando lo ocurrido.

Riéndose de sí mismo y llamando a la calma a sus seguidores, Silva explicó en el video que ha mantenido “una conversación súper bacán con las personas que gestionan los derechos de la canción original”. Dijo también que no hay ningún problema de derechos de autor, “ellos entienden que es una parodia, pero una parodia con un contexto político peruano”, lo que, explica, “les puede causar cierta incomodidad”. Al terminar, el músico dice que esto supone para él “un aprendizaje” y que “no existe ninguna demanda ni ninguna de estas cosas”.

Esperemos que ese aprendizaje no suponga dejar de utilizar la ajetreada, inagotable y agotadora decadencia política peruana como materia prima de sus canciones. Los peruanos, que debemos sufrirla a diario y que habíamos encontrado en su sentido del humor un pequeño consuelo, no podríamos soportarlo.

Diego Salazar es periodista y autor del libro ‘No hemos entendido nada: Qué ocurre cuando dejamos el futuro de la prensa a merced de un algoritmo’.