Bolivia, Chile y la mentada referencia internacional

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Foto: Naciones Unidas

Cuando el Presidente Evo Morales declaraba a la prensa nacional – arrogante, provocativo y con evidente propósito electoral – que “por primera vez,  Bolivia es una referencia internacional”, implicando que el país ejerce una ascendencia positiva que nunca tuvo antes en el mundo, el Canciller chileno, Alfredo Moreno, anunciaba desde Nueva York – sin mayor aspaviento – que Chile será miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas porque “… ha sido endosado por todos los miembros de América Latina y el Caribe sin excepción y sobre esa base estábamos hablando con el resto de los países del mundo para que apoyen esta candidatura”.

Estas declaraciones son elocuentes de la visión y percepción de lo que se puede entender  – en términos más académicos – como prestigio internacional que ostentan los países en el concierto de las naciones. Mientras Evo Morales señala “cuando digo que Bolivia es una referencia es que, si bien hemos empezado a liberarnos económicamente, socialmente, militarmente y políticamente, Bolivia es vista como país digno entre los países sudamericanos y del mundo. Escuché a un comentarista: por dos veces Bolivia estuvo (en la opinión) del mundo, una cuando un dirigente sindical e indígena ganó las elecciones, y, dos, por el secuestro del avión” (La Razón, 5 de agosto de 2013). Es decir, la visibilidad y ascendencia del país en función del interés anecdótico que concita la figura del Presidente (concepción anacrónica y monárquica por excelencia).

El Canciller chileno, más circunspecto, sobre todo con visión nacional y global, informaba por despachos de prensa que la candidatura de su país al Consejo de Seguridad por el período 2014 y 2015 había recibido el apoyo de la totalidad de países latinoamericanos y del Caribe, subrayando el artículo que “el apoyo cuenta incluso con la aprobación de países como Perú y Bolivia, con quienes últimamente no ha existido la mejor de las relaciones diplomáticas” (www.24horas.cl, 30 de abril de 2013). En otras palabras, Chile se presentará a la votación en octubre próximo sin enfrentar a ningún otro candidato latinoamericano, lo que le asegura la elección prácticamente por la unanimidad de los Estados Miembros de Naciones Unidas.

El Gobierno de Bolivia clama grandes victorias internacionales con la celebración de la reciente “Cumbre Antiimperialista” en la ciudad de Cochabamba, una de cuyas resoluciones declara “líder mundial” al Presidente Morales, así como la organización, el año próximo, del “Foro de Sâo Paulo”, cuyas derivaciones ratifican las dicotómicas  contradicciones que postula: amigo/enemigo, izquierda/derecha, imperialismo/antiimperialismo y, lo más serio, circunscribe el ámbito de nuestras relaciones exteriores a “gobiernos izquierdistas” de la región, escasos y circunstanciales aliados en función directa del grado de enemistad declarada al imperio, apoyada por grupos informales de activistas trasnochados, ávidos de pasear por el mundo a costa de erarios públicos bajo diversos rótulos.

En esos márgenes, el Gobierno boliviano actúa atolondradamente sin oficio y en un plano de simpatías/antipatías, falto de la circunspección propia de la gobernanza internacional y carente de transparencia y respeto hacia el pueblo boliviano, que debería estar plenamente consciente del despilfarro de recursos públicos en la organización de tantos eventos paralelos, cuyos resultados y repercusiones no consolidan la posición de Bolivia en el mundo real, salvo en un mundo virtual y entre despistados grupículos. Habría que conocer los criterios – tan suspicazmente ocultados – que definieron el apoyo a la candidatura chilena al Consejo de Seguridad, en circunstancias en que Bolivia ha presentado a jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia nuestra permanente demanda marítima, sabiendo que el Consejo de Seguridad puede investigar toda controversia y recomendar medidas para su arreglo.

Así pues, mientras a Bolivia le obsesiona una acrobática e ilusa diplomacia periférica informal, calificada “diplomacia de los pueblos”, Chile llegará al Consejo de Seguridad en octubre próximo, en un momento sensible en el plano bilateral y con el apoyo de los Estados Miembros de las Naciones Unidas. Cabe preguntarse – parafraseando a nuestro Presidente – cuál de los países es “referencia internacional”, o al menos cuál de ellos ejercita una política realista, que encarne la realpolitik, es decir postular una política exterior orientada por intereses nacionales prácticos y necesidades históricas y políticas inmediatas y concretas y cuál goza de mayor influencia y prestigio en el concierto internacional.

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