El plan santa Cristina

Por Redacción dat0s
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Cristina fernandez tras atentado
Foto: EFE

Un nuevo episodio se sumó a las exageraciones de la genética argentina. Esta vez intervino el papa para interceder por Cristina después del atentado que no fue.

Perecería una broma de mal gusto, pero no. Las preferencias del papa Francisco suceden con frecuencia lo que no condice con el candado divino que debería cerrar cuando el asunto es tan complejo. El papa tomó el teléfono y no resistió la tentación del demonio y la llamó a la vicepresidenta argentina, una amiga personal. Unas horas antes de que el teléfono sonara, Cristina había sido supuestamente apuntada por un arma asesina que no percutió. Ella entonces no dijo nada de Francisco, sí tocó la vara alta de su marido, Nestor, que falleció de un infarto y se veló en la Casa Rosada al más fiel estilo argentino.

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Víctima de un intento de asesinato entonces efusiva remarcó que Nestor le había salvado la vida. Fue quien evitó que el arma disparara. La sensación que luego flotó en el aire generó muchas dudas de que el atentado había sucedido en efecto o se trató de un evento fabricado para evitar un proceso abierto en la justicia argentina para que la vicepresidenta enfrente un proceso por corrupción y una condena, adelantada por un fiscal, de 20 años de cárcel.

Era de esperar, entonces, que su representante en la tierra moviera las fichas y emitiera un telegrama oficial, pero nadie podía imaginar que se iba a tomar el trabajo de hacer un llamado: era la primera vez que “Jorge”, como se presenta Francisco ante la gente que lo conoce desde antes, hablaba con ella, desde el 2015. Esa comunicación alteró los ánimos de la Iglesia, de la política y del kirchnerismo, que con astucia hizo circular la novedad. El plan santa Cristina ya estaba en marcha.

Por Dios y por la Patria

Trece días después de la llamada del Papa, Cristina se volvió a mostrar en público para corregir los rumores que ganaron el pesado ambiente que se vivió después del atentado y la aparición de intrigas que venían desde el Vaticano, que juraban que la famosa llamada jamás había existido y que era una maniobra del kirchnerismo para posicionar a su líder, una idea que fue repetida por varios en el círculo rojo.

Pero la reaparición de la vicepresidenta cortó las especulaciones. Ella se mostró en el Senado junto a miembros de la Iglesia, entre los que destacaban curas villeros, el grupo más cercano al Papa -con quien habla por teléfono regularmente-. Aunque hubo sorpresas por la cantidad de cámaras, la jornada fue amigable y Cristina confirmó la conversación. “Me dijo Francisco que los actos de violencia son precedidos por palabras de violencia”, contó, con un rosario que le había regalado Bergoglio colgando en su pecho.

Luego el sumo pontífice habló con periodistas amigos y les confirmó que la comunicación había existido. El papa estaba sorprendido de que la charla y sus intenciones se hubieran puesto en duda. “Si le hubiera pasado a otro también lo hubiera llamado”, dice uno de sus fieles. Es lo mínimo que los argentinos esperarían después de la impronta y la capacidad congénita que tienen de sentenciar reverencias en las tragedias.

Con las elecciones a la vuelta, Cristina tiene al menos una bendición.

 

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